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Manuel Perló Cohen (2023). Uruchurtu, El Regente de Hierro (dos tomos). México: Universidad Nacional Autónoma de México-Instituto de Investigaciones Sociales-Facultad de Arquitectura, 389 y 448 pp.

 

Reseñado por:

Felipe Mora Arellano
Departamento de Sociología y Administración Pública
Universidad de Sonora

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Esta es la historia de un regente del Distrito Federal (hoy Ciudad de México), quien para el autor se convirtió en sujeto de análisis por tratarse de un caso atípico o de excepción en los cargos de esa naturaleza, de acuerdo con las reglas escritas y no escritas del sistema político mexicano. Un caso atípico en una dependencia sui géneris.

Ernesto P. (Peralta) Uruchurtu (1906-1997), sonorense de nacimiento y abogado de profesión, ocupó el puesto por la decisión de tres presidentes de México: Adolfo Ruiz Cortines, Adolfo López Mateos y Gustavo Díaz Ordaz. Catorce años ininterrumpidos en el cargo (diciembre de 1952-septiembre de 1966) duró esta “era uruchurtiana” con un “régimen de gobierno” particular.

No se trata de una historia personal del sonorense —de la cual, por cierto, se sabe muy poco—, sino de un análisis que desgrana sus acciones de gobierno, su estilo de administrar y su pragmatismo en la ejecución de las órdenes presidenciales con el toque uruchurtiano. Todo en el contexto político-social de la ciudad y del país. Manuel Perló Cohen ubica al personaje en la dinámica de las relaciones de poder del régimen o del sistema político mexicano posrevolucionario y muestra sus formas de operación; dinámica en las que el regente supo jugar bien hasta su caída.

El autor no pretende hacer una “apología encubierta del sonorense metropolitano”, sino contribuir a saldar una deuda para desentrañar lo que ocurrió en el Distrito Federal en esa época e intentar ubicar en varias dimensiones a un personaje que, como Uruchurtu, estuvo en el cargo a pesar de haber sido anticardenista, almazanista, alemanista, aspirante a la presidencia de México (“Qué buen presidente hubiera sido los primeros 18 años”: Ruiz Cortines dixit) y con amplias simpatías hacia grupos de la Iglesia católica y del Partido Acción Naciones, no así con los judíos, menos con los comunistas.

Cabe decir que Uruchurtu no llega de la nada a ocupar el cargo de regente. En su haber destacan los puestos en Sonora de procurador de Justicia (1932), presidente del Comité Estatal del Partido Nacional Revolucionario (1936) y ministro del Supremo Tribunal de Justicia (1937). De ahí brincó a la Ciudad de México al cargo de director del departamento jurídico del Banco de Crédito Ejidal; luego pasó a formar parte del equipo de campaña del candidato Miguel Alemán (1945). Fue también secretario general del Partido Revolucionario Institucional (1946), subsecretario de Gobernación, encargado del despacho de esa secretaría y después titular de la misma (1951-1952). Finalmente, jefe del Departamento del Distrito Federal (1952), cargo en el cual duraría 14 años.

Sin embargo, como lo apunta Perló Cohen, Uruchurtu no formó un grupo uruchurtuniano; es más, según él, fue menos político y más administrador, eso sí, muy eficaz, pragmático y de decisiones rápidas para atender los problemas de la ciudad y de la “ecuación metropolitana”. También advierte que no se le conoce haber sido un político corrupto o que se hubiera enriquecido a expensas de su cargo, lo que representó un elemento a su favor.

Son varios los interrogantes que el autor busca responder: ¿Por qué Uruchurtu constituye un caso de excepción? ¿Cómo fue que amasó tanto poder? ¿De qué manera encaró los desafíos de una ciudad con tantos problemas? ¿Cuál fue el saldo de la gestión sobre su manera de hacer política urbana? ¿Cuáles fueron las causas, las razones y los motivos para que saliera del cargo de manera “abrupta y áspera”? ¿Por qué no volvió a tener un cargo público? Como si no fuera suficiente, el autor se propone dar a conocer las principales manifestaciones del ejercicio político-administrativo del Regente de Hierro, analizar su impacto en el funcionamiento de la metrópoli y evaluar su modelo de gestión.

El autor formuló algunas hipótesis sobre la permanencia atípica del regente en el cargo sui géneris y de cómo, siendo tan eficaz en la resolución de problemas de la ciudad, renunció al puesto de la manera en que ocurrió durante el gobierno del presidente Díaz Ordaz, es decir, mediante un montaje en el Congreso donde se le atacó ferozmente, arremetida a la que se sumó la prensa escrita de la época (el nado sincronizado, como suele decirse ahora), con notables excepciones.

Perló Cohen desarrolla una metodología de estudio de caso con enfoque cualitativo que lo conduce a comprender e interpretar una serie de eventos delimitados espacial y temporalmente. En el camino irá confrontando sus explicaciones e interpretaciones con las ofrecidas por otros autores, dejando al lector y a la lectora la satisfacción de sus argumentos y elementos de prueba que, desde luego, no son estadísticos o matemáticos.

Para dar cuenta de tan vasta información, el autor dividió su obra en dos tomos. En el Tomo 1, Orígenes y primera regencia, encontraremos un prólogo y una introducción. En esta última, el autor advierte sobre las preguntas por responder y el objetivo de la investigación; asimismo, ofrece el estado del conocimiento sobre Uruchurtu, las tesis sobre el gobierno local (el poder local y la influencia de los alcaldes), el gobierno de las capitales nacionales (autoridad real y funcionario encargado), su estrategia metodológica y la estructura del libro. En cinco capítulos se abordan las raíces sonorenses de Uruchurtu, su tránsito de almazanista a alemanista, la ciudad del presidente, la gobernabilidad de una ciudad compleja y vulnerable y la ciudad del regente.

El Tomo 2, Auge, caída y exilio, contiene cuatro capítulos: “¿Una metrópoli moderna?”, “La metrópoli presidencial”, “La disputa por la capital” y “Caída y exilio de Uruchurtu”. Cierra con unas conclusiones y reflexiones, y las fuentes empleadas (555 libros y artículos, 17 periódicos, nueve revistas, siete fuentes oficiales, ocho archivos públicos y uno privado, una publicación de partido político y 11 entrevistas), y Anexos (12 cuadros). En ambos tomos se ofrecen mapas, fotografías y caricaturas de la época, todo muy pertinente.

Perló Cohen es un habitante y un estudioso de la Ciudad de México. Podemos decir que esta obra la fue construyendo desde hace varias décadas, cuando se involucró en el conocimiento y la práctica de los movimientos sociales urbanos del entonces Distrito Federal de los años setenta del siglo pasado, y en su posterior adscripción a líneas de investigación en planeación, gobiernos locales, coordinación metropolitana y regional, procesos locales, metropolitanos y regionales, transformaciones ambientales y procesos de urbanización.

Con toda su trayectoria, el autor decide despejar muchas incógnitas y mitos sobre Uruchurtu, un personaje introvertido y enigmático que, para dejar esa imagen, ordena quemar sus archivos personales. Perló Cohen expone su posición frente al Regente de Hierro. Afirma no sentirse cautivado ni por la visión de ciudad ni por su pensamiento y manera de actuar, que no comparte. Si alguien se preguntara hoy si es preciso un gobernante como aquel, o tomarlo como referente para un modelo de gobierno actual, el autor señala enfáticamente que no, lo que no quita que le reconozca los éxitos en su gestión sin regateo alguno.

Uruchurtu es un personaje vivo y se expresa en las múltiples obras que emprendió durante sus administraciones: hidráulicas, mercados, escuelas, viviendas (ahí sigue Nonoalco-Tlatelolco), parques, jardines, museos, vialidades, transporte… menos un Metro. Con todo, al decir de Perló Cohen, las políticas instrumentadas por el “Mago Uruchurtu” no se inspiraron en la
modernidad.

Me atrevo a asegurar que el libro cautivará a incontables personas que, en la Ciudad de México y Sonora, tienen vivas referencias de Uruchurtu, o porque lo conocieron o supieron de sus andanzas y obras (sus políticas moralizantes), o porque se beneficiaron o sufrieron de sus decisiones. Y, desde luego, a los estudiosos de la Ciudad de México y de las ciudades en general. Como Perló Cohen, ahora me pregunto: ¿qué hubiera sido de Sonora si Uruchurtu hubiera aceptado la invitación de los presidentes López Portillo o De la Madrid para ser gobernador de su estado natal?

En Hermosillo, donde nació, una calle lleva su nombre y cerca de ella hay otra con el nombre de Gustavo Díaz Ordaz, justo quien ordenó su caída. Por fortuna, ambas rúas son paralelas.

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