Suzie Guth y Roland Pfefferkorn (2019). Strasbourg, creuset des sociologies allemandes et françaises: Max Weber, Georg Simmel, Maurice Halbwachs, Georges Gurvitch… París: L’Harmattan, 270 pp.
Reseñado por:
Lukasz Czarnecki
Universidad Pedagógica de Cracovia
La Universidad es un lugar de creación teórica, inspiración y contribución, además de docencia e investigación. La Universidad de Estrasburgo es ese lugar entre las fronteras, porque así es que la sociología, la reina de las disciplinas, se encuentra entre éstas. Este libro, bajo la dirección de Suzie Guth y Roland Pfefferkorn, es importante porque habla de cómo el lugar entre las fronteras se convierte en la cuna del pensar sociológico de Max Weber, Georg Simmel, Maurice Halbwachs y Georges Gurvitch, entre otros. Cómo el lugar —genius loci— se vuelve la fuente del trabajo y sobre todo el modo de pensar. Fernand Braudel consideraba los lugares de la cosecha de plantas como originarios de las civilizaciones: hombres del maíz-civilización del continente americano; arroz-del asiático. Aquí podría ser lugar del cruce como forjadores del pensar sociológico. Estrasburgo, entre Francia y Alemania, es ejemplar. La Kaiser-Wilhelms-Universität fue establecida en Estrasburgo en 1872 y fue una instituciona cultural y política a gran escala. Después de la Primera Guerra Mundial, desde 1919 se convirtió en universidad francesa.
El libro se divide en 14 capítulos y dos partes. En la primera parte, titulada “Universidad Kaiser-Wilhelm”, se analiza el periodo alemán de la universidad con las aportaciones sobre Max Weber (por Suzie Guth, Karen Denni, Hinnerk Bruhns y Roland Pfefferkorn), Georg Simmel (por Jean Paul Sorg, Denis Thouard) y Charles Grad (por Antoine Savoye). La segunda parte, titulada “Universidad francesa después de 1919” toma en cuenta a Maurice Halbwachs (por Gilles Montigny, Teresa Grande, Lorenzo Migliorati y Baudry Rocquin) y a Georges Gurvitch (por Patricia Vanier). Las últimas tres contribuciones —los capítulos XII, XIII y XIV—, aunque pertenecen a la segunda parte, forman un estudio transversal, terminando con el capítulo dedicado a Dominique Zahan.
La historia de la sociología es la historia del pensador en su Alma Mater. Grandes sociólogos pasaron por las aulas de Estrasburgo. Max Weber es el autor privilegiado, ya que se le dedican cuatro contribuciones en la primera parte. Roland Pfefferkorn aborda el tema de la neutralidad axiológica (Wertfreiheit) de Max Weber. Sin embargo, no existe esta neutralidad, ya que la creación teórica está siempre influida por diferentes y distintas inspiraciones, gentes, fuentes, paradigmas y conceptos. La teoría está en constante movimiento.
Georg Simmel encuentra en Estrasburgo el último lugar de puesto de trabajo como docente de dicha Universidad. Murió el 28 de septiembre de 1918. Desarrolla la idea común de Europa como lugar de los valores, repensando las condiciones del diálogo de las diferencias. Hay que añadir que es él quien sufre exclusiones, sin embargo, cree en el carnaval, a la manera de Mijail Bajtín. Georg Simmel ocupó su primer puesto de profesor allí.
En el caso de Charles Grad, en el siglo XIX, se dedicó a diferentes ciencias; tenía el verdadero espíritu multidisciplinario, ya que se interesaba en la climatología y en la geología y hasta las ciencias administrativas, estadística y ciencias socioeconómicas. Con la historia de Grad se acaba la primera parte del libro.
La segunda parte trata del papel de esta Universidad en la formación de los sociólogos “fundadores” en el siglo XX. Después de 1919, Maurice Halbwachs, Georges Gurvitch, Marc Bloch y Lucien Febvre imprimieron su marca allí. Contribuyeron por la calidad de su investigación a promover problemas nuevos y transversales en la universidad francesa de Estrasburgo durante el periodo de entreguerras. Maurice Halbwachs estuvo 16 años en la Universidad de Estrasburgo, entre 1919 y 1935, influido por la sociología italiana de Pareto. Halbwachs consideraba que la división de las clases sociales implica un problema de la sicología colectiva. La jerarquía en las clases es una necesidad de los seres humanos que se desarrolla en todos los tiempos y espacios colectivos. De ahí las nociones de temps y mémoire en el estudio sobre las clases. Sin embargo, como señala Baudry Rocquin, no fue fácil la vida científica en Estrasburgo, ya que tuvo que afrontar el “dogmatismo durkheimiano” y la colonización de Alsacia por los franceses (197).
Georges Gurvitch, de origen ruso, permaneció en Estrasburgo sólo unos años antes de su larga estadía en Estados Unidos, donde encontró refugio en la New School for Social Research. En 1940 fue nombrado profesor asociado de esta escuela. Es durante su estadía en Estrasburgo cuando escribe Éléments de sociologie juridique y Essais de sociologie, entre otros. Gurvitch consideraba que el derecho y la sociología se relacionan estrechamente; el derecho es pensar sobre la “idea de justicia”.
Fue este rico periodo de la Universidad de Estrasburgo el que vio la aparición o maduración del trabajo de muchos sociólogos. El libro se compromete a explorarlo a partir de un conjunto de contribuciones originales de investigadores franceses, alemanes e italianos, pero analiza también personajes menos conocidos que pasaron por Estrasburgo (por ejemplo, Gaston Richard).
El volumen abre una reflexión sobre la importancia de ser parte del gremio académico, un grupo colectivo, y tener un lugar que permite desarrollarse y convivir, pensar con los demás, y ser consciente que las universidades contemporáneas algo perdieron en el pasado. Las universidades de ahora se convirtieron más bien en organizaciones burocráticas, con la administración que exige el proceso de llevar a cabo la evaluación del desempeño, en búsqueda de los grants, ya no de la inspiración teórica. Antes episteme, hoy “universidad” significa cada vez más labor burocrática de la administración. Sin embargo, hay excepciones. Hay buenas universidades cuya historia debería ser contada. Y la historia de la Universidad de Estrasburgo no es la única.
Hay predominancia del colonialismo francés cuando el libro se acaba con la reflexión acerca de Dominique Zahan. El texto destaca que Zahan coleccionó en total 349 piezas (269) de arte africano. Según él, “comprender el arte bambara es una condición para comprender a la sociedad” (270). Cuando David Attenborough hizo un regalo al Príncipe George, un diente de tiburón gigante de 23 millones de años, descubierto en las playas de Malta, este país expresó que el fósil debería exhibirse en la isla donde fue descubierto. Lo mismo deberíamos expresar después de la información sobre la vasta colección de las piezas de Zahan.
Las palabras más críticas sobre el libro deberían referirse a la misma estructura de la escritura, que es linear en el sentido del tiempo. Los coordinadores cometieron un error dividiendo el libro en “antes” y “después”. Ese concepto del tiempo en el libro no permite entender el mundo, sino que es un análisis post-colonial y fragmentado. Los autores no se leen a sí mismos, porque cada uno debería escribir un fragmento sobre un personaje dentro de la universidad “antes” y “después”. Entonces, se repite la información en los textos de Christian de Montlibert (capítulo XIII) y Jean-Paul Sorg (capítulo V). El lector ya sabe, porque lo ha leído en dos lugares, que Simmel comenzó a trabajar en la Universidad de Estrasburgo desde 1914, cuando recibió el nombramiento de profesor. En los capítulos V y VI nos enteramos —dos veces— sobre el año de nacimiento de Simmel (112 y 120). Tal vez sería mejor agrupar algunos textos según el problema o enfoque del análisis en la Kaiser-Wilhelms-Universität y posteriormente en la Universidad de Estrasburgo. La construcción del libro según el tiempo linear es, creo, una sombra de la “zona de no-existencia”, en palabras de Franz Fanon. El libro amerita una buena conclusión que tampoco nos ofrecen los coordinadores. A pesar de ello, es una inspiración para pensar sobre el quehacer sociológico dentro de la Universidad.
