Universidad Nacional Autónoma de México • Instituto de Investigaciones Sociales

Diana Guillén*

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*Licenciada en Sociología y maestra y doctora en Estudios Latinoamericanos por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Desde 1984 es profesora-investigadora de tiempo completo en el Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora y profesora de asignatura en la UNAM. A lo largo de este tiempo sus principales líneas de investigación y docencia se han centrado en cuatro grandes ejes: 1) Instituciones y prácticas sociopolíticas; 2) Apropiaciones, usos y transformaciones del espacio; 3) Imagen e investigación social; y 4) Historia del tiempo presente en América Latina. Plaza Valentín Gómez Farías #12, San Juan Mixcoac, Ciudad de México.

 

La fisonomía del Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora se ha modificado al paso del tiempo. Tanto los espacios que lo albergan como las líneas de investigación y docencia que se desarrollan en su seno han vivido mutaciones importantes. En 1981 fue creado por decreto presidencial. Además del emblemático edificio en el que estableció su sede, heredó de Bibliotecas Mexicanas, A.C., un importante acervo bibliográfico. La que fuera casa de Valentín Gómez Farías, presente hasta la fecha en el logotipo institucional, constituye un punto de referencia con el que se asocian valiosos fondos documentales, así como conocimiento de punta y programas docentes de igual nivel en el campo de las ciencias sociales y las humanidades.

Al prestigio de los materiales que resguardaba su biblioteca, se sumó una agenda que incluía el esfuerzo por divulgar las historias de América Latina, Estados Unidos y México, así como la puesta en marcha de varias maestrías. Los proyectos de investigación en curso a mediados de la década de los años ochenta del siglo XX se materializaban en síntesis y antologías históricas por país, en los casos estadounidense y latinoamericano, y por entidad federativa en el mexicano, oferta editorial que se dirigió a un público amplio.

De entonces a la fecha se han impulsado acentos analíticos y metodológicos que incursionaron por campos en su momento poco explorados y que, al paso del tiempo, conservan su vigencia. Al inicio, al programa de Maestría en Historia de América (MHA) se sumaron los de Sociología Política (MSP) y Estudios Regionales (MER), llenando huecos académicos abiertos por el discurso descentralizador en boga y por las políticas públicas que le hacían eco. La MER y la MSP añadieron nuevos planos de ruta a las propuestas pensadas desde México para reconstruir las trayectorias seguidas en el plano continental.

En ambos casos se volvió la mirada hacia otros campos disciplinarios y se amplió el espectro de temáticas por analizar para fortalecer los puentes entre la investigación y la docencia. Actualmente, a la par de la Licenciatura en Historia (LH), la Maestría en Historia Moderna y Contemporánea (MHMC), que sustituyó a la MHA, y el Doctorado en Historia Moderna y Contemporánea (DHMC), se imparten la Maestría en Cooperación Internacional para el Desarrollo (MCID) y el Doctorado en Estudios del Desarrollo. Problemas y Perspectivas Latinoamericanas (DEDPPL), así como la MER y la MSP.

De este modo, si bien la historia sigue marcando el sello institucional, se han incorporado otras vertientes de las ciencias sociales y las humanidades a la planta académica. El acercamiento germinal al devenir decimonónico de las entidades federativas mexicanas, de los países latinoamericanos y caribeños y de Estados Unidos, definió orientaciones espaciales que, después de casi cuatro décadas, se conservan; sin embargo, han variado las preguntas que se plantean a los procesos que han tenido y tienen lugar en tales demarcaciones.

Uno de los elementos que hoy en día nos distingue es la amplitud de campos de investigación que desarrollamos y de programas educativos que ofrecemos. Para aprovecharla al máximo, se han realizado de manera paulatina esfuerzos de articulación entre la generación de conocimiento original y la formación de recursos humanos especializados. Al inicio, los ejes de investigación de carácter histórico se organizaban en áreas poco vinculadas con dos de las tres maestrías que se impartían, distancia que se amplió cuando se abrió una tercera, enfocada en la cooperación internacional, pero esa brecha empezó a cerrarse antes de arrancar el siglo XXI, y, hoy por hoy, las orientaciones de los programas de posgrado representan el quehacer de la planta académica.

En el camino, los criterios para organizar la investigación pasaron por cinco etapas. La más reciente de ellas inició en 2017, con la creación de cuatro grandes bloques definidos bajo una lógica multidisciplinaria. Esto último implicó un giro respecto a la perspectiva que agrupaba a los profesores-investigadores por especialidad: en 2011, tres Coordinaciones (Historia I: estudios urbanos, regionales e internacionales; Historia II: estudios políticos, económicos, sociales y culturales; Ciencias sociales y cooperación internacional) sustituyeron a las siete áreas (Estudios internacionales; Historia cultural; Historia económica; Historia oral; Historia política; Historia social; Sociología política) en las que se integraron los proyectos individuales o colectivos desarrollados entre 1988 y 2000, los cuales, a su vez, habían reemplazado a la propuesta centrada en las historias de México, de Estados Unidos y de América Latina y el Caribe.

Cada nueva experiencia contribuyó a consolidar un núcleo de especialistas que realiza investigación básica y aplicada, con la certeza de que la generación y la difusión del conocimiento deben responder a dos tipos de demandas igualmente prioritarias: aquellas que no necesariamente se vinculan con problemas inmediatos y aquellas que buscan resolver estos últimos. El trazado de sendas que conducen hacia ambas direcciones pasa por identificar intereses transdisciplinarios que, respetando la diversidad de enfoques, temporalidades y espacialidades elegidas, atiendan las distintas aristas de temáticas compartidas.

Los cuatro bloques en los que actualmente se distribuyen los profesores-investigadores tienen un carácter genérico y abarcador: Estudios internacionales; Política y economía; Sociedad y cultura; Territorio y medio ambiente. Llegar a ellos fue resultado de un pausado y laborioso ejercicio para identificar confluencias temáticas, necesidades públicas de conocimiento en los terrenos de la economía, la sociedad, la cultura y la política, y requerimientos de los programas docentes. Además del análisis de gabinete que se realizó antes de las jornadas de trabajo en las que participaron los más de 60 investigadores activos, los intercambios que tuvieron lugar en tales encuentros constituyeron la base para: 1) elaborar un diagnóstico amplio y actualizado sobre las actividades que individual y colectivamente se desarrollaban en materia de investigación, docencia y vinculación; 2) definir nuevos espacios dedicados a la presentación/discusión/publicación de avances y resultados, y adecuar, o en su caso consolidar, los existentes; 3) fomentar la creación y el fortalecimiento de redes de trabajo internas y externas.

Los conversatorios se estructuraron alrededor de macrotemáticas en las que confluyen el largo y el corto plazo, que pueden y deben abordarse desde distintas disciplinas, y a las que el Instituto Mora había realizado alguna contribución: 1) Actores e intereses internacionales; 2) Actores, procesos y problemas urbanos; 3) Arte, cultura y esparcimiento; 4) Cultura y prácticas políticas; 5) Desarrollo y seguridad; 6) Diplomacia; 7) Economía; 8) Energía; 9) Género, salud y familia; 10) Geopolítica; 11) Identidad y memoria; 12) Infraestructura; 13) Instituciones políticas y económicas; 14) Movimientos sociales y acción colectiva.

Para maximizar nuestra presencia en todas ellas de cara al siglo XXI, se requiere construir sinergias que partan de la sumatoria de proyectos individuales pero no se queden en su simple ensamblaje. Combinar la diversidad de intereses y formaciones de la planta académica con la identificación de puntos en común que, respetando las libertades de investigación y cátedra, favorezcan contribuciones colectivas, constituye un reto que invita a diseñar formatos asociativos dinámicos.

Bajo tal principio, a partir de 2017 los profesores-investigadores están adscritos a una de las cuatro áreas mencionadas líneas arriba y, a la vez, participan en seminarios transversales. Mientras las primeras hacen las veces de columna vertebral, los segundos privilegian la movilidad y facilitan el intercambio. Agruparse de esta doble forma abre espacios estructurantes que sirven de base y, a la vez, propicia puntos de encuentro menos rígidos que atienden a preocupaciones e intereses acotados.

De los 40 seminarios que a lo largo de 2019 han funcionado regularmente, 13 son internos y 27 tienen un carácter interinstitucional (para una descripción general, véase <http://www.mora.edu.mx/Investigacion/SitePages/Seminarios.aspx>). El hilo que en su seno hilvana proyectos individuales y colectivos busca hacerlo desde la transdisciplina; el abanico de temas resultante constituye una buena muestra del quehacer institucional.

Tanto en las áreas como en los seminarios se da respuesta a preocupaciones e intereses que no siempre estarán encaminados a la elaboración de sugerencias tangibles y/o capaces de aliviar las necesidades generadas en la inmediatez. Aunque los resultados de las investigaciones que se realizan en el Instituto Mora encuentran salida en las dos direcciones, la básica o de frontera ha tenido hasta ahora más peso que la aplicada.

Ambas vías de generación/apropiación de saberes son compatibles y es deseable impulsarlas con una perspectiva integral. Cuando se les contrapone, se olvida que no hay incidencia social sin conocimiento, ni conocimiento sin incidencia social; el punto que los separa, en todo caso, alude a la intencionalidad para dirigir y acelerar los posibles impactos de los resultados obtenidos. Conforme estos últimos han incrementado su aportación de insumos para el diseño y la puesta en marcha de políticas públicas, instituciones cuyo quehacer estaba destinado originalmente a producirse, consumirse y enriquecerse en el medio académico, han reorientado una parte de su labor.

Las decisiones basadas en diagnósticos rigurosos tienen siempre mayores posibilidades de llegar a buen puerto, si además impactan el presente y el futuro de las sociedades. El compromiso de los Centros Públicos de Investigación (CPI) es reforzarlas; de allí que en el Instituto el giro no sólo se explica, sino que se ha promovido, pero las agendas perentorias, por importantes y necesarias que parezcan, no han desplazado a las de largo plazo. Los estímulos que a través del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) ofrece el Estado mexicano para orientar el rumbo de la agenda científica apuntan en la misma dirección, lo que se traduce en la definición de prioridades que tienden a engarzarse con los planes de desarrollo y programas del gobierno en turno. Dada la rectoría que este tipo de instancias ejerce sobre los subsistemas científicos del país, resulta de particular relevancia su decisión de seguir apostando por la construcción de saberes que vayan más allá de la coyuntura.

Hasta ahora, las diferencias en política científica de un sexenio a otro han radicado fundamentalmente en dos niveles: el tipo de formatos mediante los cuales se transfieren recursos a la investigación, incluidos los pesos y contrapesos de los agentes societales y estatales que intervienen en la generación/apropiación del conocimiento; y la elección de los problemas hacia cuya solución se enfocarán las baterías. Ambas cuestiones, al prefigurar ponderaciones diferenciadas de campos cuyo desarrollo tendría en abstracto valores epistémicos similares, impactan los márgenes de acción y alcances que han tenido las ciencias sociales y las humanidades en México.

A ello habría que añadir otra disyuntiva que cruza formatos y prevalencias temáticas: ¿Cómo conciliar las apremiantes necesidades dictadas por los plazos corto y mediano con la necesidad social de conocimiento más allá del momento que se vive? Si se suscribe la hipótesis de que los bordes del saber son acumulativos y tendencialmente inagotables, lo ideal sería buscar un justo medio; sin embargo, una creciente limitación de recursos, combinada con las igualmente crecientes urgencias que día a día padecen amplios sectores de la población, presionan a favor del hoy por encima del mañana.

No sólo las políticas científicas inciden en la valorización del conocimiento dependiendo de si tiene o no aplicaciones prácticas. Las demandas de consultoría por parte de los sectores público y privado también moldean el tipo de actividades que historiadores, antropólogos, economistas, sociólogos, politólogos y demás cientistas sociales realizan en las instituciones académicas distribuidas a lo largo y ancho del territorio nacional.

En el caso del Instituto Mora, la balanza parece todavía inclinarse hacia preguntas de investigación que traspasan fronteras cognitivas. Responderlas implica interrogar archivos y acervos documentales de distinto tipo, salir al campo y diseccionar diacrónicamente la realidad social. Los caminos trazados y andados en esa dirección se reportan en libros y publicaciones periódicas, se ramifican a través de programas de licenciatura, maestría y doctorado, y se comparten con los vecinos barriales y público en general que se acercan a los espacios de divulgación programados a lo largo del año.

Si bien el compromiso con la ciencia básica se mantiene como uno de los sellos que caracterizan el trabajo de los profesores investigadores, es importante insistir en que ello no obsta para dar salida fuera de la academia a los distintos productos que resultan de su labor. En las dos últimas décadas se han fortalecido los puentes con organismos gubernamentales y asociaciones civiles nacionales e internacionales, al tiempo que se han ampliado los núcleos sociales para los que tienen algún impacto los hallazgos de las investigaciones que se realizan en el Instituto.

Si en un inicio estas últimas contribuían poco o nada al diseño y la gestión de las políticas públicas y de las estrategias civiles encaminadas a resolver los problemas propios de localidades, entidades, regiones y el conjunto de la federación, de más en más se ha incursionado por un camino alterno. Al tiempo que se mantiene la convicción de que el conocimiento por sí mismo es importante, la mira se ha ensanchado para dar paso a nuevas formas de investigar y de incidir en los entornos mediato e inmediato.

Analizar las contribuciones que bajo ese doble principio se han realizado a lo largo de casi cuatro décadas rebasaría el número de caracteres del que disponen estas breves notas. Tampoco alcanzaría el espacio para enumerar los proyectos que han abierto brecha en sus respectivos campos y que son, por ello, reconocidos dentro y fuera de México. Nuestros “casos de éxito”, como se les cataloga en el argot de los informes, además de numerosos presentan una gran diversidad en cuanto a los temas que abordan, por lo que cualquier intento de resumirlos corre el riesgo de cometer injusticias.

¿Cómo entonces hablar sobre la identidad y la contribución institucionales? El Instituto de Investigaciones Sociales (IIS) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) nos invita a hacer dicha introspección para conmemorar su cumpleaños número 90, y a pesar de las limitaciones señaladas líneas arriba, la ocasión amerita el esfuerzo. Con base en lo hasta aquí planteado, propondría como punto de partida algunas palabras clave: multidisciplina hilvanada con hilos históricos; conocimiento riguroso y de punta; compromiso social; generaciones formadas bajo los encuadres anteriores.

Alrededor de ellas, la policromía de los seminarios (véase Anexo 1) y proyectos en curso (véase Anexo 2) adquiere tonalidades comunes y posiciona la agenda de investigación del Instituto Mora en al menos 10 grandes líneas: 1) Actores y procesos en la historia económica de México; 2) Cooperación internacional y la Agenda 20-30 para el desarrollo sostenible; 3) Corrientes ideológicas y revoluciones mexicanas; 3) Democracia, instituciones, acción colectiva y violencia política en América Latina; 4) Estudios socioambientales, megaproyectos, recursos hídricos y gestión pública; 5) Historia de la música y las artes escénicas; 6) Historia y sociología electoral en México; 6) Identidad de género, diversidad sexual y familia; 7) Política, sociedad y cultura en la Ciudad de México, pasado y presente; 8) Relaciones en perspectiva histórica con Centroamérica, el Caribe y Estados Unidos; 9) Salud, alimentación y deporte a través del tiempo; 10) Territorio, migraciones y desarrollo.

Como puede verse, nuestras contribuciones a la investigación en el campo de las ciencias sociales y las humanidades que se realiza en México apuntan hacia disciplinas, problemas y procesos variados. La delimitación de esta agenda es producto de inquietudes epistémicas y metodológicas compartidas con otros CPI e instituciones académicas que, al igual que nosotros, ponen su trabajo al servicio de la sociedad. Esa razón de ser común se ubica en una esfera pública que enfrenta numerosas encrucijadas. Los aportes del Instituto para resolverlas incluyen tanto el conocimiento generado ex profeso en dicha dirección, como el que puede ser útil en función de la inmediatez incluso si no se diseñó pensando en ella, o el que apunta hacia la disección de una realidad social compleja y dinámica cuyo rostro futuro adquirirá facciones propias a partir del conocimiento integral de sus entrañas.

Las tres vertientes acompañan desde el inicio de los tiempos la construcción de nuevos saberes, pero varía el sitio donde se coloca el acento para medir los resultados obtenidos, y quiénes son los actores con las credenciales para ponderar los mismos. Las evaluaciones respectivas transitan por carriles con lógicas independientes —la originalidad académica, la solución de problemas y la catalogación laboral son algunas de las que me vienen a la mente—; distinguir las líneas limítrofes puede o no ser importante, pues de todas formas se han difuminado en el marco de políticas extendidas por América Latina y otras partes del mundo, que transitaron hacia una súper carretera con señalizaciones estandarizadas.

De acuerdo con tales estándares, el Instituto ha alcanzado destacables niveles de excelencia. Además de sus aportes a la ciencia básica y aplicada; del reconocimiento a sus profesores-investigadores por parte de la comunidad académica, y de los sistemas de estímulos (el Sistema Nacional de Investigadores incluido), en el terreno de la docencia, indivisible a mi juicio de las agendas institucionales de investigación, también ha sobresalido, y los programas de licenciatura, maestría y doctorado que ofrece se han convertido en opciones formativas de gran calidad.

Los altos índices de eficiencia terminal de nuestros posgrados; la solidez de sus contenidos formativos a pesar de los lapsos tan cortos que rigen para concluirlos; la obtención de premios y reconocimientos externos a las tesis presentadas, y las trayectorias exitosas de los egresados son algunas de las razones que avalan su pertenencia al Programa Nacional de Posgrados de Calidad (PNPC) del Conacyt. Actualmente las cuatro maestrías están ubicadas en el nivel de Competencia a Nivel Internacional, mientras que uno de los doctorados se encuentra en el de Consolidado y el otro en el de Reciente Creación.

Desde que se establecieron sistemas de evaluación de este tipo, los programas del Instituto Mora han ocupado posiciones de primer orden (gráfica 1). Pero más que los buenos resultados obtenidos a partir de la métricas diseñadas por el Conacyt, para los fines de las reflexiones aquí compartidas conviene insistir en que llevar a buen puerto la formación de nuevos investigadores potencia los alcances de las líneas abiertas por los seminarios y proyectos que están en curso.

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En suma, me gustaría concluir este recorrido a vuelo de pájaro a través de los hilos que visible o invisiblemente hilvanan nuestro trabajo, recordando que la misión del Instituto Mora es “realizar y fomentar actividades de investigación científica y de formación especializada de capital humano en el campo de la historia y las ciencias sociales, así como la de difundir los resultados de sus investigaciones”. A ello nos impulsa el decreto por el cual fuimos creados y, a lo largo de 38 años, a ello nos hemos comprometido.

Durante este tiempo hemos crecido cuantitativa y cualitativamente, y se ha refrendado una vocación que acompaña nuestra esencia como institución pública para generar conocimiento básico y aplicado de punta, para formar recursos humanos de primer nivel y para vincular nuestra labor con una sociedad que busca respuestas a preguntas pensadas en el largo plazo y que, a la vez, requiere soluciones inmediatas para los problemas que en el día a día la aquejan.

Los granos de arena aportados al debate académico, al diseño y la gestión de la política pública, a la organización social desde la esfera civil, a las nuevas generaciones que egresan de nuestras aulas, al público amplio que disfruta de actividades culturales gratuitas y, en fin, a los distintos espacios en los que estamos presentes, dan sentido a una agenda de investigación y docencia diseñada desde la multidisciplina para atender tanto el hoy como el mañana de México.

 

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