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Mauricio Rentería y Patricia Zárate (2022). La distinción silenciosa: clases sociales y divisiones simbólicas en el Perú. Lima: Instituto de Estudios Peruanos, 202 pp.

 

Reseñado por:

Lesly Katerine Hernández Huaman
Universidad Nacional Mayor de San Marcos

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Hoy en día no resulta novedoso explicar los matices de las clases sociales en Perú, los cuales son visibles entre los ciudadanos, principalmente diferenciados por el capital económico, cultural, social o político, a los cuales se debe añadir también elementos culturales y costumbres propias de la ciudadanía. Esta multiplicidad de intereses comienza como un nuevo oleaje con la migración del campo a la ciudad, el cual se dio de manera transversal en toda América Latina. Como resultado, se organizaron barrios populares o “pujantes”, los cuales buscaban formas de subsistir en medio de la precariedad y la necesidad. Inevitablemente, este fenómeno social incrementó de manera exponencial la brecha existente.

El tema de clases sociales y divisiones sociales, como nos detalla el título, no es nuevo en Perú ni en el mundo; ha despertado el interés de antropólogos, filósofos, historiadores, sociólogos y politólogos, quienes realizan estudios sobre esta dinámica social que comenzó con el auge de la industrialización en el siglo XVI y se profundizó con la era globalizadora, Mike Davis es uno de esos autores, con su obra Planeta de ciudades miseria. De igual forma, François Dubet, con su reciente texto; La época de las pasiones tristes. De cómo este mundo desigual lleva a la frustración y el resentimiento, y desalienta la lucha por una sociedad mejor. Estos autores motivan un análisis y una crítica a las nuevas dinámicas sociales y simbólicas.

Recientemente, autores peruanos han desarrollado producciones académicas de vital análisis, como Mauricio Rentería, quien cuenta con una Maestría en Desigualdades y Ciencias Sociales por la Escuela de Economía de Londres. Sus investigaciones estudian las desigualdades y las clases sociales. De igual forma, Patricia Zárate, socióloga que cuenta con un doctorado en la Universidad de Notre-Dame, ha desarrollado diversos estudios cualitativos sobre democracia, descentralización, programas de transferencias condicionadas y seguridad ciudadana. Ambos autores son actualmente investigadores permanentes del Instituto de Estudios Peruanos.

La investigación de ambos dio como resultado su más reciente obra, titulada La distinción silenciosa: clases sociales y divisiones simbólicas en el Perú, la cual ha tenido gran aceptación por lectores e investigadores, al ser un primer esfuerzo en vincular ambos elementos en el análisis del caso peruano. Casi siempre los esfuerzos de estudio sobre clases sociales se han montado en el tema económico, en el cual la jerarquía alta se encuentra más relacionada con la burguesía y la baja con el proletariado, idea marxista que hasta la fecha sigue vigente y permite unir de manera simbólica y cultural las clases, para así identificar, clasificar y diferenciar elementos cotidianos que clasifiquen a los dominantes sobre los dominados, con apoyo en la teoría bourdiana.

El texto comienza haciendo una revisión del impacto social a raíz del traslado de las personas del campo a la ciudad, con el objetivo de una mejora en la calidad de vida. No obstante, esos anhelos de “progreso” se vieron limitados por la discriminación y el aumento de la pobreza, lo que incrementó la brecha entre una condición social y otra, desde el lugar donde vive cada uno. Los conos fueron el hábitat de migrantes, lo que implicó una notable diferencia en costumbres, prácticas e incluso comportamientos cotidianos. Con el auge económico, las clases se diferenciaron por el nivel de consumismo, ya que ahora no importa la calidad, la seguridad o la eficiencia que pueda ofrecer un trabajo a la población, sino el hecho de que éste permitirá cubrir “necesidades tecnológicas, de entretenimiento y moda”.

Por otra parte, en el ámbito educativo se generan nuevas diferencias de clase, que abarcan desde el prestigio de la institución donde se estudió hasta la forma en que influye en el círculo familiar y social. Aquí la frase “los mejores profesionales provienen de las buenas universidades” cobra sentido. Con ello se cierran las puertas a que otras personas accedan a mejores ofertas laborales, lo que refuerza una forma de desigualdad que incluso deja fuera el mérito. No obstante, la educación apoya el auge de la clase media, aunque presenta matices particulares. Asimismo, la jerarquización es un tema que ha pasado por relaciones de poder y dominación, pero limitado al ámbito educativo y laboral.

La distribución de los capitales económicos, culturales y sociales diferencia el espacio social, lo que beneficia material y simbólicamente a quienes la poseen. Por ejemplo, el hábito literario y musical se asocia y legitima la posición de un grupo social: “Ópera a clase alta, chicha a clase popular”. En el ámbito laboral, no necesariamente el mejor capacitado recibe las mejores condiciones. Por ejemplo, un docente universitario vs. un gerente de compañía. La investigación se evoca en distinciones culturales, sociales y económicos, las cuales responden a un capital monetario y de cultura, donde los más ricos alcanzan mayores niveles educativos. Incluso, este capital es heredado por los padres, los cuales presentan en activos cantidades por encima del promedio nacional, lo cual se refleja en todos los ámbitos.

En ese sentido, las élites económicas se concentran en las altas jerarquías de una empresa, que incluyen gerentes y directores, lo cual influye en lo cultural. La clase intermedia está conformada por los empleados del sector privado alto, luego los técnicos y finalmente el sector público. En esta posición, son ellos quienes generan el capital cultural y éste depende de estudio y titulación para su reconocimiento, a diferencia de los primeros, que son heredados; esa es la principal diferencia. Por debajo de ellos se posiciona la clase trabajadora (trabajadores de campo, agricultores, pescadores y peones), que subsiste por su trabajo manual. No depende de títulos para su subsistencia y su nivel de capital en cualquier ámbito tiende a ser bajo. Incluso dentro de esta naturaleza, existen subdivisiones entre quienes culminaron su educación básica. El ingreso mensual de la clase baja es la mitad de lo que percibe la media y 18% de la dominante, por lo cual la primera es considerada la más rezagada de la sociedad.

Estas diferencias marcan una enorme distancia entre los extremos. La clase intermedia se relaciona con el sistema demográfico en cada sector; la dominante, por su parte, se posiciona en zona urbana y Lima Metropolitana, y la baja, en las áreas periféricas y lo rural. A estas diferencias se adicionan la lengua materna y la raza con la que se identifican. El rol de la mujer es más reconocido desde la clase intermedia hacia arriba, especialmente a través de la producción intelectual, caso contrario de la baja, que se limita a las labores del hogar; incluso hay violencia intrafamiliar.

Es la clase trabajadora la que exige medidas progresistas en lo económico, porque es inevitable la relación directa entre el nivel de consumo y la forma de consumir, marcado como estilo de vida. Las elecciones estéticas también interfieren en ello, diferenciando el espacio social del individuo, y esto es transversal porque todos consumimos algo. Incluso, se hace exclusiva una práctica “común” entre la clase dominante, por ejemplo, la ópera, aunque también surge el esnobismo, que es una práctica que permite a las élites dar un valor a lo tradicional o cultural de la inferior.

El estudio realizado por los investigadores, mediante la entrevista como instrumento, afirma que no es casualidad o por temas meritocráticos que los altos cargos sean ocupados por la élite, debido a que poseen una preparación (MBA) que los coloca por encima del promedio de estudiantes o egresados de las universidades. El punto de partida crucial resultan ser las instituciones educativas, y el prestigio se relaciona con los bienes materiales atribuidos y la calidad de los docentes, los cuales son extranjeros, con una mirada pedagógica hacia fuera, alineados a estándares internacionales y con dominio de lenguas extranjeras. Esto se refuerza con vivencias, visitas o intercambios estudiantiles, parametrizando la formación de líderes o negociadores. Dichas condiciones permiten a los alumnos descubrir y desarrollar talentos que requieren una infraestructura de la que muchos colegios de Perú carecen. También hay prácticas artísticas y deportivas, lo que influye en gran medida en la formación de hábitos que los estudiantes incorporan a su estilo de vida.

Todas estas características son consideradas de inclusión-exclusión, porque son de “cierre social”, lo cual hace referencias a los mecanismos que usan los grupos privilegiados para restringir el acceso a recursos económicos y sociales. Este proceso no se limita a lo económico, sino que cubre también lo cultural, lo social, lo racial, el lugar de procedencia y la familia. El grupo debe conservar la “armonía”, porque de no haber una selectividad, se determina que ese círculo de amistad no es el más óptimo. No sólo el grupo es cerrado, sino también las formas de esparcimiento, juegos y clubes en la que tienen membresía, e incluso algunos lugares ya han sido heredados.

Los padres, a través de la formación, el círculo de amigos y los hábitos, forman en sus hijos un sentido de socialización y de orientación hacia sus carreras y su futuro, cómo elegir la universidad o la carrera que estudiarán y dónde. La capacidad de conocer un círculo social de poder o capital económico o cultural permite tener la confianza de expresarse libremente, sin tener temor, caso que no ocurriría en personas que dependen de alguien o que por temor a no saber cómo actuar limitan su opinión. Resulta importante entender que la relevancia de la igualdad de género es relativamente nueva, debido a que es un fenómeno propio de los años ochenta, que permite comprender a la mujer de forma más independiente y capaz de desarrollar capacidades que antes le fueron excluidas o negadas.

La primera forma de distinción de clase se realiza a través del ingreso económico, el capital cultural y la educación, y el término espacio social también se discute, ya que permite abordar el punto de distribución de capitales. Queda pendiente en la actualidad realizar análisis de la forma en que estas “particularidades”, que incluso no son percibidas como importantes, modelan y configuran una jerarquización social. Al ser elementos subjetivos difíciles de cuantificar, pasan a segundo plano en el momento de “estratificar” las clases sociales, desconociendo la vital importancia y la relación que guardan con el aspecto social, que incluso es mayor que lo económico. Es una tarea que queda pendiente.

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