Universidad Nacional Autónoma de México • Instituto de Investigaciones Sociales

Miguel Armando López Leyva
Director del Instituto de Investigaciones Sociales

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En 2020, el Instituto de Investigaciones Sociales (IIS) cumple 90 años de haber sido creado. Es la entidad académica más antigua del Subsistema de Humanidades de nuestra Universidad. Con ese motivo, decidimos editar este número especial sobre las agendas de las ciencias sociales en México. La razón para convocar a este tema está relacionada con el trabajo de diagnóstico interno y proyección temática futura que realizó la Comisión para la Agenda de Investigación, el cual ha sido publicado este año (CAI, 2020). Este número es una consecuencia natural de ese trabajo.

En la introducción al libro, señalé lo siguiente:

[…] este documento es sólo un punto de partida, no de llegada […]. No es, ni pretende ser, “la agenda” de las ciencias sociales, sino la de una institución cargada de historia, con una trayectoria sólida y con prestigiado personal académico […] podrá convertirse en un referente para discutir con otras instituciones y centros de investigación sobre los diversos modos de aproximarnos a las ciencias sociales (CAI, 2020: 13-14).

Justo es eso lo que motiva este número: mostrar “los diversos modos de aproximarnos a las ciencias sociales”, rebasar las fronteras de nuestras propias instituciones e indicar que hay una multiplicidad de agendas que son una fortaleza para el desarrollo del conocimiento social.

En esa línea, la agenda del Instituto es un ejercicio de “ponderación académica”, como indico en la introducción, sobre su presente y su futuro, sobre su identidad y su horizonte, enraizados en la significativa herencia de su pasado. Es una agenda que pretende guiar nuestro quehacer en el mediano plazo pero que no tiene vida en el vacío, sino que coexiste con un entorno académico sólido, fuertemente consolidado, a nivel nacional y mundial, y del cual abrevamos y al cual nutrimos simultáneamente. Por ello, este ejercicio de reflexión sobre qué tipo de investigación hacemos y sobre qué temas, y hacia cuáles deberíamos apuntar, debe acompañarse de una mirada comparativa, en la que aprendamos de lo que hacen instituciones cercanas —por el parentesco que nos provee el trabajo conjunto en las ciencias sociales— y mostremos lo que hacemos como entidad universitaria.

Para formularlo de una manera sintética: no hay “una agenda”, sino una pluralidad de agendas de investigación que están definidas por una serie de características particulares. Desde luego, las historias de cada institución, con el sello que les imponen los contextos y las razones de su creación y desarrollo; los marcajes temáticos particulares que se observan en las distintas etapas de su crecimiento y ampliación; la preocupación —más reciente que pasada— por la multi/inter/transdisciplina, no sólo entre las disciplinas que integran las ciencias sociales; la tensión entre los propósitos de la ciencia básica y la aplicada, entre la generación de conocimiento como fin y la incidencia pública del conocimiento que se produce, y la vinculación cada vez más necesaria de la investigación —los temas, los seminarios y los proyectos— con la impartición de docencia, en especial en los programas de posgrado.

Adicionalmente, un número como éste tiene relevancia en un contexto nacional propicio para la reflexión sobre el papel de las ciencias sociales en la solución de problemas nacionales. No ha sido este un tema ajeno a nuestra tradición universitaria, pero sin duda hoy ocupa un lugar central en nuestras preocupaciones académicas. La tensión atrás reseñada, que puede sintetizarse en el rol social del conocimiento que generamos, es la expresión más clara de ello. Discutir sobre las “agendas” no tiene más propósito que mostrar que las diferencias en el abordaje de nuestras disciplinas no son obstáculo para reforzar nuestra coincidencia en promover y extender el alcance de nuestras contribuciones científicas. El conocimiento sirve por sí mismo, nos hace mejores en muchos sentidos, pero también puede tener utilidades que van más allá de su sentido epistemológico.

Con estas consideraciones en mente, hicimos la invitación a siete centros y/o instituciones académicas que hacen investigación de alto nivel: el Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS), la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales-sede académica de México (Flacso-México), El Colegio de la Frontera Norte, el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), El Colegio de México y el Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades (CEIICH) de la UNAM. Sin ser una muestra exhaustiva de la labor que se realiza en las ciencias sociales en el país, es un mosaico ilustrativo de la actividad académica desarrollada, con rigor y calidad, por un grupo de entidades de las más importantes que hay en la actualidad, con trayectorias singulares y reconocimiento público indudable.

A fin de darles orientación a las contribuciones solicitadas, formulamos dos preguntas a quienes encabezan cada uno de esos centros e instituciones: ¿Cuál es la agenda de investigación que define la identidad académica de su institución? ¿Cuál es la contribución de esta agenda al desarrollo de la investigación en ciencias sociales en México? Como se podrá apreciar, intentamos, en primer término, una práctica de introspección de lo que define a cada una (¿cuáles son sus signos de identidad, sus marcas particulares de distinción?), para complementarla con una de índole más general, en la que se puedan ver y valorar las aportaciones al desarrollo del conocimiento reciente.

Las contribuciones que se leerán en este ejemplar han abordado con completa libertad los dos temas sugeridos. Me permito destacar, a manera de síntesis, lo que me parece más relevante de estos esfuerzos reflexivos que han emprendido sus autores. Desde luego, de la lectura que se haga de cada uno de ellos se podrán obtener otros elementos valiosos que permitirán entender el desarrollo institucional y organizativo de cada una.

Diana Guillén, directora del Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, lo hace poniendo énfasis en el “sello institucional” que le caracteriza, la historia, disciplina a la que se han agregado otras de las ciencias sociales y vertientes diversas de las humanidades. La ordenación actual del Instituto en bloques y conversatorios se basa en grandes temas que logran unificar perspectivas disciplinarias. Es interesante que la autora considere que lo que “hilvana proyectos individuales y colectivos” sea la transdisciplina; es interesante también la salida que brinda a la presunta tensión de la que hablábamos en las líneas anteriores, pues si bien sostiene la convicción de que el conocimiento es importante por sí mismo, la mira del conocimiento que se genera en el Instituto se “ha ensanchado” a nuevas formas de investigar e incidir. Es decir, no hay contradicción sino complemento.

El CIESAS tiene un anclaje en la antropología, pero ha ido más allá, por lo cual puede decirse que la multidisciplina es un rasgo de su composición académica (sus equipos y líneas de investigación). De acuerdo con el texto escrito por su director, Fernando Salmerón Castro,1 en coautoría con Ludka de Gortari Krauss, la clasificación temática y disciplinaria de este centro se cruza con la organización por sedes en las que se adscriben las investigadoras y los investigadores. Esta forma organizativa posibilita la atención de necesidades regionales de investigación, formación académica y vinculación, lo que le provee un plus en relación con otras instituciones educativas de educación superior. No obstante, esta estructura no ha sido óbice para promover el diálogo y la interacción entre las investigadoras y los investigadores de las distintas áreas temáticas y sedes regionales. Es de destacarse la discusión sobre qué tan pertinente es desarrollar “líneas estratégicas nacionales” que organicen la investigación y la formación especializada de recursos, ejes temáticos que clasifiquen pero que sean, además, “espacios de interacción y fortalecimiento de la actividad colectiva”.

La Flacso-México ha emprendido la tarea de lanzar una propuesta institucional, lo que su directora ha denominado “debate renovado e innovador de las ciencias sociales”. El texto de Gloria del Castillo Alemán, en coautoría con Velia Cecilia Bobes, llama a pensar la agenda actual de las ciencias sociales considerando la complejidad y multidimensionalidad de la realidad y la necesidad de “nuevos abordajes multi, inter y transdisciplinarios”; asimismo, las agendas que se construyan deben incluir temas prioritarios, integrar otras ciencias y a las humanidades, y “superar la distinción entre investigaciones ‘básicas’ y ‘aplicadas’ y las metodologías diferenciadas para cada una de ellas”. La “agenda institucional de investigación” de esta Facultad durante los últimos años se ha enfocado en responder a las nuevas problemáticas de la región, el país y el mundo; en este tiempo asume el reto de discutir el papel de las ciencias sociales a la luz de los cambios recientes que hemos experimentado. Lo hace articulando sus fortalezas: un cuerpo de profesores investigadores consolidado, organizado en torno a cinco líneas de investigación, apostando por estudios “multidisciplinarios, transversales e integrales que favorezcan la convergencia del conocimiento y la orientación a la resolución de problemas públicos”.

Alberto Hernández Hernández, presidente de El Colegio de la Frontera Norte, parte de la idea de que la discusión sobre la agenda de las ciencias sociales no es nueva, que tiene que pensarse en “varias agendas” y que su actualización es coyuntural. Esta institución, como otras más, forma parte del sistema de los Centros Públicos de Investigación (CPI) del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), lo cual es un factor clave para comprender cómo evolucionan en sus formas organizativas y en sus desarrollos temáticos. Algunos intentos recientes por formular agendas de investigación, nos dice el autor, fueron los Programas de Investigación de Largo Aliento (pilas), entre 2015 y 2017, “concebidos como piezas estratégicas dentro de un sistema integrado de investigación científica nacional del Conacyt”, y los Consorcios de Investigación, “diseñados para atender necesidades regionales específicas como parte de una estrategia de desarrollo científico y tecnológico nacional”; en este sexenio (2018-2024), esa función la cumplen los Programas Nacionales Estratégicos (Pronaces), los cuales buscan “perfilar las agendas académicas a las prioridades del nuevo gobierno”. No obstante, la agenda académica de esta institución es reconocida por el estudio de la frontera y las migraciones internacionales, a los que se han venido agregando los diversos procesos involucrados en la relación México-Estados Unidos y también en la frontera sur de nuestro país, entre otros temas relevantes.

El CIDE se ha planteado desde su origen una doble vocación: ser un centro de investigación científica que se inserta en la academia global y desarrollar investigación aplicada que sea útil para el diseño y la evaluación de políticas públicas. El texto del director de este centro, Sergio López Ayllón, en coautoría con David Arellano Gault y Guillermo M. Cejudo, remite a ese origen para plantear cómo ha evolucionado y cuáles son los temas en los que ha destacado en ambos ámbitos señalados, tanto en su trayectoria como en los últimos tiempos: transparencia y rendición de cuentas, “una de las líneas de investigación en las que el CIDE es líder regional”; servicio profesional de carrera, bajo la premisa de que debía primar la lógica del mérito sobre la del “patronazgo y el sistema de botín”; federalismo y agenda sobre reforma municipal, que sirvió para articular importantes redes de colaboración; las violencias, que ha conjuntado a un grupo de investigación que reúne a investigadores de varias divisiones. Una de las afirmaciones que se hacen al final de esta contribución tiene relevancia para la discusión de las agendas: “La forma de hacer investigación y los temas que se investigan están cambiando. Y las instituciones que, como el CIDE, se dedican a hacer investigación desde México en ciencias sociales están adaptándose a esos cambios”.

Silvia Elena Giorguli Saucedo, presidenta de El Colegio de México, y su coautor, Vicente Ugalde Saldaña, dedican su texto a explorar la producción académica de esa institución, en publicaciones y en tesis, sobre un tema en particular: el estudio del gobierno. Asumen que es difícil asegurar que el Colegio haya emprendido “un proyecto colectivo” para definir una agenda en particular, es decir, un tema o una preocupación intelectual que “funja como vector del trabajo llevado a cabo a largo de 80 años”. Pero con la decisión de acotar la indagación, arguyen, pueden “formular algunas hipótesis respecto a los interrogantes que orientan las investigaciones, a los métodos, a la argumentación y a las formas de administración de la prueba en el proceso de generación de conocimiento”. Así, observan que en la producción revisada, que no abarca todos los campos del conocimiento ni todos los centros de estudios que lo conforman, hay muchos temas que se han sumado al trabajo de investigación sin que se pueda apreciar una “orientación clara respecto a temas o metodologías”; la selección de aquellos pareciera responder más a la condición de las y los investigadores como “ciudadanos ordinarios”, de lo que entienden de lo real, que a una aparición espontánea. No obstante, ambos autores identifican un sello distintivo: textos publicados que han tenido una fuerte influencia en la enseñanza y la práctica de la investigación.

Finalmente, Guadalupe Valencia García2

nos habla de su experiencia al frente del CEIICH de la UNAM. Resalta la integración de su comunidad académica, proveniente de las ciencias de la materia y de la vida, de las ciencias sociales y las humanidades, comunidad comprometida con la hechura de saberes “socialmente productivos”, y el ejercicio necesario de la interdisciplina, que se encuentra en la naturaleza de este Centro y que, sin duda, es también su vocación. La interdisciplina, clarifica la autora, no debe ser vista como sinónimo de fragmentación, sino como riqueza y fortaleza, “entrecruce de miradas”, “una práctica que se desdobla en múltiples formas de investigación que tienen, como común denominador, la vocación dialógica de sus integrantes”. De este modo, el diálogo entre disciplinas, enfoques y teorías favorece el estudio y el análisis de problemas de la realidad compleja. En este contexto, “las agendas de investigación” de este centro no se construyeron de manera ortodoxa sino heterodoxa: “con la llegada de colegas que trajeron nuevos temas, como el feminismo y las masculinidades, las ciudades, la participación social, el racismo y la xenofobia, y nuevos enfoques, como la filosofía de la ciencia, la crítica jurídica, la divulgación de la ciencia, la sustentabilidad, entre otros”. La diversidad disciplinar, parece ser la lección que deja este texto, no conduce a la dispersión, sino a la convergencia creativa que construye conocimiento científico.

 

Referencia

Comisión para la Agenda de Investigación (CAI) (2020). Agenda de investigación. Informe final: diagnóstico y agenda. México: Universidad Nacional Autónoma de México-Instituto de Investigaciones Sociales.

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