Universidad Nacional Autónoma de México • Instituto de Investigaciones Sociales

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La Revista Mexicana de Sociología (RMS) se publicó por primera vez en 1939, con el propósito de dar a conocer los avances de investigación de los académicos del Instituto de Investigaciones Sociales (IIS). Ha sido un importante medio para la difusión de las diferentes corrientes de pensamiento social que se han ido desarrollando tanto en América Latina como en Estados Unidos y Europa. A través de ella se han difundido también las novedades editoriales en ciencias sociales que fueron incluidas, casi desde su inicio, en una sección de reseñas de libros.

La RMS ha sido también el reflejo de las preocupaciones que, a lo largo del tiempo, han aquejado a la sociedad. En ella se han presentado diagnósticos sobre los grandes problemas sociales y se han ofrecido propuestas para su solución. En sus páginas se han abordado temas como la constitución del Estado y el funcionamiento de las instituciones; los procesos sociales, las dinámicas de la acción colectiva y el desarrollo social; la movilidad de la población, la migración y el crecimiento demográfico; la composición de la fuerza de trabajo y el empleo; la educación, la ciencia y la tecnología; el desarrollo urbano y la vivienda; los modelos económicos y los ciclos de crisis. Uno de los temas que ha sido signo distintivo del Instituto ha sido el estudio de las comunidades étnicas e indígenas, del cual hay un amplio registro en muchos de los artículos de la Revista.

Con la publicación de números especiales, en el transcurso de 80 años, la RMS ha dado testimonio de importantes coyunturas que han cambiado el rumbo de distintas sociedades.

“La Revista Mexicana de Sociología, en el nivel nacional e internacional, es el único testimonio permanente desde finales de los años treinta de las ciencias sociales en América Latina, en México y en lengua española; es la más importante publicación” (Ricardo Pozas Horcasitas, 24 de marzo de 1995).

El IIS fue fundado en 1929. Diez años después fue elegido como director Lucio Mendieta y Núñez, quien ocupó ese cargo hasta 1965. En cuanto a los trabajos de los investigadores del IIS, con el fin de fomentar su enfoque social, se dividieron en las áreas de sociología, medicina social, ingeniería y arquitectura sociales, economía y trabajo, y relaciones exteriores. También se iniciaron estudios sobre educación, a partir de una investigación sobre el grado de deserción de alumnos en la universidad. En este periodo se continuó con el estudio minucioso de las comunidades étnicas e indígenas del país y se formaron equipos que fueron enviados a diversos estados del país para realizar trabajo de campo (Figueroa Gómez y Figueroa Gómez, 2002).

Fue Mendieta y Nuñez quien concibió la idea de una revista “que fuera expresión del trabajo científico y contribuyera a la superación de los problemas sociales de México” (Martínez Assad, 1989: 1). La Revista nació como una publicación trimestral, con el fin de dar a conocer los trabajos del IIS; estimular las investigaciones sociológicas en nuestro país; difundir los más recientes estudios de sociólogos modernos de Europa y de América; estrechar relaciones y promover intercambios con las principales instituciones de cultura e intelectuales dedicados al estudio de las ciencias sociales (Mendieta y Núñez, 1952: 13).

En cuanto al objetivo de la Revista de estimular la investigación sociológica, al hacer un recorrido de las principales líneas que siguió en los primeros 50 años se observa una constante en los temas abordados:

[…] la cientificidad de la sociología (desde la definición misma de la disciplina hasta la de clases sociales y cambio); la metodología y las técnicas de investigación; la sociología política (desde el estudio del Estado y los procesos y grupos políticos hasta las situaciones de coyuntura); las cuestiones demográficas (estructura y dinámica de la población, migraciones, fuerza de trabajo, movilidad social, marginalidad); las cuestiones urbanas (desde las políticas respecto a ellas hasta la vivienda y los servicios); las cuestiones obreras, los problemas indígenas, campesinos y de la tierra; el papel de los científicos sociales y de los intelectuales con el de la educación y recientemente la crisis. Los ejes en torno a los cuales ha girado esta publicación han sido los de la modernización, el desarrollo y el cambio, los grupos sociales y los procesos políticos, y su visión ha pasado de la micro a la macro sociología y al mismo tiempo de lo general a lo particular para llegar hoy a una visión global que enfoca los dos aspectos... Se trata de una revista de reflexión e interpretación y no de análisis inmediato, aunque recientemente se ha ido acercando más esto último, por lo cual se ha dado un cambio en las fuentes que pasaron de ser libros —teóricos, históricos, etcétera— a archivos y estadísticas, a periódicos y revistas del día (Sefchovich, 1989: 100).

En la década de los años sesenta, la RMS emprendería una de sus primeras transformaciones en cuanto a la estructura y a la temática, para estar en consonancia con lo que estaba siendo discutido en ese momento:

En el número de aniversario de 1964 se reunieron artículos sobre modelos de sociología aplicada, teoría de la causación, conceptos de forma y estructura, de espaciología social y teoría sobre el cambio social en la sociedad moderna que serían los últimos de la sociología empiricista en nuestro país, pues ahí terminó para la revista este tipo de escritos. En adelante sería otra la Revista Mexicana de Sociología (Sefchovich, 1989: 27).

Uno de los objetivos que se propusieron Lucio Mendieta y Núñez y Óscar Uribe Villegas (primer director de la Revista) fue que la RMS fuera una caja de resonancia de los más recientes estudios de sociólogos modernos de Europa y de América. De esta manera, la RMS se ocupó, en sus inicios, de publicar textos de sociólogos destacados tanto en Europa como en Estados Unidos. Esto abriría la posibilidad de que los interesados en las diversas corrientes de pensamiento tuvieran un mayor contacto con éstas, al eliminarse la barrera del idioma.

La Revista Mexicana de Sociología fue —junto con Sociología de São Paulo— una de las dos revistas más importantes y tempranas con las que contó la naciente Sociología en la América al sur del Bravo. Sirvió para la función que entonces tenía que cumplir: la de ayudar a que naciera esa disciplina en este subcontinente mediante la difusión de teorías y corrientes que indujeran el enfoque sociológico en un ambiente indiferenciado de ciencias sociales altamente juridizadas o historizadas. Fue importante porque recogió —en versiones castellanas— el pensamiento de muchos de los sociólogos de vanguardia en el mundo y permitió que aflorara algo del pensamiento sociológico de los mexicanos (Óscar Uribe Villegas (OUV), 14 de marzo de 1995).

Entre las preocupaciones tempranas que se abordaron dentro de la RMS estaba la definición del objeto de estudio de la sociología, su importancia y su relación con otras disciplinas.

En esta primera etapa, la RMS estuvo abierta a todo tipo de artículos que llegaban no sólo de América Latina, sino también de Estados Unidos y Europa. Por aquellos años, varias corrientes importantes —como el empirismo, el funcionalismo y el positivismo— pretendían dar explicación a los fenómenos sociales, aunque en México predominaba la corriente humanista.

Hablando del inicio de la Revista —en la época del maestro Mendieta y Núñez—, escribían en ella los sociólogos más destacados no sólo de América Latina, sino del mundo: europeos y norteamericanos, en virtud de que este Instituto tenía un enorme reconocimiento en ese nivel internacional, no porque ahora no lo tenga, sino porque en aquel momento era muy importante [...]. Su director, el maestro Mendieta, fue muy importante, ya que tenía intercambio con estas personas, se comunicaba con ellas y a través de la Revista había una enorme retroalimentación de las tendencias más importantes de la sociología (María Luisa Rodríguez-Sala, 14 de febrero de 1995).

La RMS contó desde el principio con una sección bibliográfica, lo que permitió a los estudiosos conocer las propuestas más novedosas en torno a la disciplina.

En términos de contacto vivo con lo contemporáneo en sociología y politología, su sección bibliográfica cumplió una función meritísima, pues impidió que los mexicanos se rezagaran en su conocimiento de lo que ocurría en el mundo, a través de las reseñas que publicaba y que, simultáneamente, propiciaban la llegada de nuevas publicaciones recentísimas que enriquecieron considerablemente la biblioteca del Instituto en la época. Desgraciadamente, aunque se previó la posibilidad de incorporar la naciente cultura de la imagen a estos esfuerzos difusivos, de presentación de realidades sociales, de crítica de las mismas y de elementos para su análisis y aprehensión sintética, no pudo llegar a constituirse una sección cinematográfica, ya que ella hubiera sido anticipo de la de videos con la que en estos años se debería haber complementado [...]. Yo hacía gran parte de la Revista, no había suficientes diseñadores, yo era el que escribía casi toda la sección bibliográfica [...]. En alguna ocasión el maestro me dijo: “Compañero, hay este libro sobre patología social, fíchemelo”, pero yo no lo entendí así y cuando se lo llevé, le llevé un artículo mío sobre el libro y fue tan respetuoso el maestro que me publicó el artículo. A partir de entonces siempre he colaborado y en cierto modo adquirí derechos con respecto a la Revista, porque como yo era el que realizaba el grueso de la labor, pues también tenía la posibilidad de meter muchas reseñas mías. Claro que también el maestro hubiera podido vetar. Yo hacía muchos de los números, elegía el material, etcétera; ocasionalmente el maestro posponía algunos artículos (OUV, 1995).

En 1966 llegó a la dirección del Instituto Pablo González Casanova, quien venía de dirigir la Escuela Nacional de Ciencias Políticas y Sociales y tenía una idea muy clara del estado de la cuestión en las ciencias sociales y de las líneas de investigación que se debían impulsar. “Él se propuso convertir a la sociología mexicana en una ciencia crítica, de y para los latinoamericanos y libre de las viejas influencias, particularmente de la positivista-funcionalista-empiricista” (Sefchovich, 1989: 27-29).

González Casanova promovió un importante cambio en la forma de interacción del IIS, a partir de grupos de trabajo a los que les sería asignado un proyecto de investigación y estarían conformados por investigadores y personal técnico, todos ellos coordinados por un investigador titular. Esta forma de trabajo implicó la necesidad de aumentar el número de personas dedicadas a realizar las investigaciones, por lo que se incorporaron a la institución pasantes de distintas disciplinas de ciencias sociales, en calidad de becarios. En este periodo se formaron tres secciones especializadas: de información y documentación; de muestreo, programación, cálculo y análisis, y de publicaciones. Esta apertura exigía que la política de las investigaciones se volviera más ambiciosa; debido a ello, se trabajó sobre todo dentro de tres líneas de investigación: la investigación básica, la investigación de campo y el estudio de problemas nacionales.

El objetivo de estrechar relaciones y promover intercambios con las principales instituciones de cultura e intelectuales dedicados al estudio de las ciencias sociales fue cumplido a cabalidad durante la gestión de González Casanova. Hasta ese momento se le había dado gran importancia a los artículos llegados tanto de Europa como de Estados Unidos, y menor peso a los provenientes de América Latina; incluso los artículos sobre México eran escasos (Figueroa Gómez y Figueroa Gómez, 2002).

En los primeros años de su periodo como director, se inauguró una nueva manera de investigar: se trabajaba sobre los problemas de México, que se consideraban similares a los de otros países de América Latina.

A partir de la llegada del doctor González Casanova a la dirección del Instituto de Investigaciones Sociales, la Revista dejó entrever una reorientación hacia las aportaciones más originales y sustantivas de la investigación y hacia los problemas más inmediatos y en círculos concéntricos más remotos de los países mesoamericanos, de los indoamericanos, de los americanos, de inmigración europea, de los del Tercer Mundo no americano, etcétera (OUV, 1995).

 

González Casanova llevó consigo el optimismo de los científicos sociales latinoamericanos respecto a su quehacer, así como la carga teórica del marxismo y de las teorías del desarrollo y la dependencia para imprimirle una nueva orientación a la publicación. Escribe Óscar Uribe Villegas: “El deseo del director de la Revista Mexicana de Sociología es en el sentido de que en ella se cargue el énfasis en México, en Latinoamérica y en el Tercer Mundo”, pues se cree, como afirma María Luisa Rodríguez Sala, que “la deficiencia del conocimiento de México es un impedimento en su desarrollo” (Sefchovich, 1989: 47).

 

Hacia fines de la década, la Revista se va quedando de cierto modo atrás en los temas que preocupaban a los latinoamericanos, y sobre todo, en la forma de tratarlos. Es particularmente notable la escasez de estudios sobre México. Según José Luis Reyna, hay dos razones posibles para explicar este hecho: o bien porque no había especialistas preparados, o bien porque no se cuestionaba la legitimidad del sistema político mexicano, nacido de la Revolución […]. Por eso llama la atención un largo artículo de Pablo González Casanova que a fines de esos años presenta en la Revista […]. El estudio prefigura lo que años después sería su famoso libro La democracia en México, donde dicho investigador ya haría —separándose de las propuestas de Lucio Mendieta y Núñez sobre la unión pertinente entre los científicos sociales y el gobierno— lo que se ha dado en llamar una “sociología crítica”, es decir, una interpretación política y social de los fenómenos con una crítica al Estado (Sefchovich, 1989: 27-29).

Raúl Benítez Zenteno se hizo cargo de la dirección del IIS a mediados de 1970. A partir de entonces se incorporaría una temática que también llegaría ser otro de los signos distintivos del Instituto: los estudios demográficos.

El paso de Raúl Benítez Zenteno por el IIS se destacó por sus contribuciones científicas a la dinámica de población, ya que siendo sociólogo, supo entender que la explicación de muchos fenómenos demográficos iba más allá de la demografía (Muñoz García, 2006).

Uno de los logros más importantes durante la gestión del doctor Benítez Zenteno fue haberle dado al IIS una dimensión latinoamericana y mundial.

Un ejemplo de ello son las reuniones realizadas en Mérida y Oaxaca, a las que asistieron personalidades como Nicos Poulantzas, Fernando Henrique Cardoso, Alain Touraine, Adam Przeworski, Enzo Faletto, Aníbal Quijano, François Bourricaud, Ernest Mandel, entre otros. Los productos de este esfuerzo fueron dos libros sobre clases sociales en América Latina y que lograron alcanzar más de 10 ediciones cada uno, consideradas como aportaciones clásicas (Perló Cohen, 2017b: 65)

Asimismo, Benítez Zenteno le dio al IIS una dimensión nacional gracias a la sólida relación que tuvo con diversos institutos, centros de investigación y universidades del país. Esto favoreció la creación de programas de posgrado (uno en Oaxaca y ocho en Jalisco), que permitieron que el IIS alcanzara una presencia importante en México.

Uno de los proyectos más trascendentales fue el que se realizó en el Valle del Mezquital; más de 15 libros y aproximadamente 100 artículos se elaboraron gracias a las investigaciones que se llevaron a cabo en tal región.

Los temas que adquirieron fuerza durante la gestión de Benítez Zenteno fueron: sociolingüística, sociología del arte, sociología de la ciencia, sociología política, historia de México a partir del Porfiriato, entre otros (Perló Cohen, 2017b). Su perspectiva acerca de la RMS era la siguiente:

[…] en el inicio de los años setenta, el tema del Estado mexicano fue analizado en la Revista Mexicana de Sociología desde una óptica marxista y se planteó un cuestionamiento global del mismo (Perló Cohen, 2017b: 67-68).

En cuanto a los cambios en el perfil de la publicación, afirmó:

La Revista Mexicana de Sociología, al inicio de mi periodo, se recibió con cierto retraso, el cual fue poco a poco superado en razón directa del prestigio de la Revista; la situación latinoamericana en ese momento hizo que México fuese sede de un importante grupo de sociólogos, sobre todo latinoamericanos, venidos en su mayor parte del Cono Sur, donde se dieron las situaciones militares; por otra parte, también había una cierta heterogeneidad de los investigadores que llegaron principalmente de Chile, Argentina, Perú y Uruguay, donde se dieron distintas vías de represión.

 

De cualquier manera, también fue importante para poder actualizar la Revista la presencia de muchos egresados de los centros de posgrado latinoamericanos, que empezaron a integrar una generación nueva de científicos sociales con una formación sociológica más robusta, sobre todo en los aspectos teóricos y metodológicos. La Revista se enriqueció con esta llegada de nueva gente, y por otra parte hay que decir que tenía ya su propio prestigio, que hace que muchísimas personas presenten artículos a su consideración; estos elementos juntos, o sea los antecedentes mismos de la Revista, la existencia de un mercado relativamente cautivo y la llegada de mayor número de investigadores latinoamericanos, dieron a la Revista una internacionalización mayor a la anterior, y también se dan aportaciones en relación con las temáticas mexicanas que empezaban cada vez a hacerse más ricas.

 

Ésta era la situación; hay que plantear que, al dar más atención a la Revista de la que había tenido y equivalente a la atención que se le dio en sus primeros años, se hizo posible actualizarla; la Revista se entregó con aproximadamente unos dos números ya prácticamente integrados (Raúl Benítez Zenteno (RBZ), 23 de febrero de 1995). 

Otro de los cambios que se observó en el perfil de la RMS fue que ya no se dedicó casi su totalidad al análisis de los casos latinoamericanos y a los aportes de la teoría a la disciplina; en su contenido se dio mayor importancia a los diversos trabajos que se llevaban a cabo en el Instituto. “Esto ocurrió debido a que después de 1968, los intelectuales mexicanos volvieron los ojos hacia México y se interesaron más por su país” (Figueroa Gómez y Figueroa Gómez, 2002: 35-36).

La Revista Mexicana de Sociología tiene una peculiar limpieza en el sentido de ser una revista con un mercado cautivo propio, con un directorio de suscriptores, posiblemente sea el mayor directorio de suscriptores que existe en toda América Latina y no dudo en decir que también sea el mayor directorio de suscripciones que existe en muchos países desarrollados, o sea, la Revista ha logrado un ámbito de operación notable. Cada vez más la Revista se ha enriquecido, en primer lugar con números especiales, sobre temáticas especiales de gran actualidad [...]; otro aspecto de la importancia de la Revista en términos de la profesión sociológica es que tiene que ser un poco más el órgano de expresión de la propia institución donde opera, el órgano de expresión de los propios investigadores del Instituto. Esto es importante y posibilitará no solamente robustecer la Revista tal y como aparece hoy día, sino también incorporar más y más trabajos de los investigadores; esto permitirá hacerla más accesible a distintos ámbitos no solamente sociológicos sino de otras disciplinas, sobre todo ciencia política, demografía y un poco economía. La Revista Mexicana de Sociología es un instrumento de difusión científica de la mayor importancia.

 

Hay que tener muy claro el hecho de que las renovaciones a las que está sujeta la Revista con cada periodo de nuevos directores son nuevos aires que también la robustecen; desde luego, existe el riesgo de que no se dé una renovación a nivel de las expectativas, pero en general, lo que ha sucedido es que cada director plantea su propia impronta real y enriquece la Revista (RBZ,1995). 

Como puede observarse, Benítez Zenteno dio mucha importancia a la publicación de los trabajos de los investigadores del propio Instituto. En relación con la orientación de la Revista en esos años, comentó:

La posición de la Revista fue la de incorporar al máximo las distintas orientaciones teóricas que existían y se dio un cierto énfasis a la investigación directa, a la investigación llamada empírica; pero desde luego, con búsqueda de análisis, de explicación de lo que sucede en nuestra sociedad. Posiblemente la orientación en aquel momento estuvo dada a una mayor credibilidad, mayor pluralidad, por una parte, y por otra a un mayor contacto con la investigación directa de carácter sociológico (RBZ,1995).

En 1976, Julio Labastida Martín del Campo asumiría la dirección del IIS. Él también emprendió una reorganización sustancial del Instituto, con la creación de las áreas de investigación diseñadas para agrupar proyectos que estuvieran orientados al mismo tema. Los investigadores que integraban cada área se organizaron para coordinar eventos, seminarios, conferencias, y de esta manera, conseguir una mayor proyección académica de su trabajo. Martín del Campo expresa esto respecto a los cambios:

Considero que uno de los logros académicos más importantes durante mi gestión fue la estructuración del Instituto en áreas académicas basadas en los principales temas y sobre todo disciplinas que se trabajaban en el Instituto: demografía, estudios agrarios, sociología política, sociolingüística, clases y movimientos sociales, sociología de la ciencia, sociología de la cultura, de la ideología y de las instituciones, sociología laboral. Se creó, asimismo, una nueva área: sociología urbana, que luego se convirtió en estudios urbanos y regionales. Estas áreas fueron cambiando de número y nombre de acuerdo con las tendencias que se presentaron en las ciencias sociales y particularmente en el Instituto (Perló Cohen, 2017b: 78).

Labastida se propuso aprovechar el prestigio de la RMS para ponerla en el primer plano de las publicaciones sobre América Latina. Durante su gestión, Sergio Zermeño, Aurora Loyo, Carlos Martínez Assad y Margarita Camarena fueron los coordinadores del área de publicaciones y los responsables de edición de la Revista.

En una entrevista realizada en 1995, Zermeño puso en contexto las decisiones que se tomaron en relación con los cambios en el contenido de la RMS:

Julio Labastida me invitó a trabajar en esto de las publicaciones, platicamos y vimos que era un gran momento para la Revista, que estaba un poco encerrada en ese momento en temas quizá demasiado teoréticos, como cuestiones de lingüística general; había dos números en puerta sobre lingüística, propuestos por el profesor Uribe Villegas, con artículos de todo el mundo; era una problemática un poco indefinida en términos regionales.

 

Julio y yo vimos que era muy importante echar a andar la Revista siguiendo una línea latinoamericana. En ese momento teníamos en México una gran presencia de intelectuales latinoamericanos refugiados.

 

México era un lugar muy propicio para desarrollar una revista latinoamericana de sociología; la Revista Latinoamericana de Sociología, que así se llamaba, era la revista de la Flacso [Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales] en Chile, entonces todo eso se había cerrado y nosotros dijimos: “Pues es el momento de que la Revista Mexicana de Sociología llene ese hueco”, y efectivamente salieron aquellos dos números que fueron el 1 y el 2 de 1977 con que inauguramos prácticamente nuestro trabajo con artículos muy importantes de Guillermo O’Donnell, Marcelo Cavarozzi, en fin, una camada de autores latinoamericanos muy importantes. También había mexicanos, por supuesto, Julio y una cantidad de otras personas estaban aquí: Liliana de Riz, Sergio Bagú, una barbaridad que se puede leer en esos números que van prácticamente del 76 al 80 que yo me encargué de la Revista. Los dos números, el 1 y el 2 del 77, se agotaron y fueron reeditados, fueron un éxito editorial, raro para una revista, pero era tanta la demanda en términos estudiantil y de profesores que daban clase que tenía un gran éxito, y la Revista Mexicana pasó a tener una centralidad enorme en todo Estados Unidos, en Europa, etcétera, porque ahí se leía el pensamiento latinoamericano.

 

Para seleccionar un artículo de la Revista siempre recibí los artículos, les daba una revisada muy rápida y se los daba a un comité de redacción, editorial […]; en ese momento, Julio se interesó mucho y yo también por hacer un comité editorial […]; era imposible pedirle a toda esa gente, que estaba regada en América Latina, su opinión, pero sí teníamos al equipo latinoamericano aquí y les pedíamos su opinión con respecto a los artículos. La Revista siempre tuvo un arbitraje de mucho nivel y yo creo que lo sigue teniendo.

 

Nos sentamos en esa época Humberto Muñoz, que era el secretario académico del Instituto, Julio Labastida y yo, que estaba dentro de Publicaciones, nos sentamos a pensar a quiénes deberíamos invitar y consultamos, y entonces hicimos una lista [de personas] que nos parecía que reunía los requisitos para esos fines.

 

La Revista por épocas ha sido más cercana a un área del Instituto que a otra. Cuando yo entré a encargarme de la Revista, estaba muy cercana al área de sociología del conocimiento y de lingüística. María Luisa Rodríguez-Sala de Gomezgil era la secretaria académica del Instituto en época del profesor Benítez Zenteno, tenía mucha importancia en la Revista; en ese momento escribió muchísimo ese grupo: Georgina Paulín, María Luisa Rodríguez, Regina Jiménez Ottalengo, Leticia Ruiz de Chávez; era un grupo que tenía mucha presencia, y también los demógrafos siempre han tenido mucha fuerza, porque ésa siempre ha sido una de nuestras áreas más importantes.

 

Luego, las áreas de sociología política y sociología latinoamericana quedaron mezcladas; fue en ese momento que esa parte del Instituto tuvo más presencia (Sergio Zermeño, 4 de abril de 1995). 

Aurora Loyo Brambila fue coordinadora de la RMS en 1979.

En ese tiempo, el director de la revista era el director del Instituto de Investigaciones Sociales, es importante puntualizarlo. En 1979 el director era Julio Labastida. No tengo la fecha exacta de mi nombramiento, pero fue entonces cuando me hice cargo de la RMS. Mi antecesor en el puesto fue Sergio Zermeño y me sucedió Carlos Martínez Assad.

Por cierto, si nos atenemos únicamente a los créditos que aparecen en la RMS de esa época, sin tener ningún antecedente y visto desde el presente, puede resultar un tanto confuso. Explicaré la razón: resulta que el coordinador o la coordinadora tenía como su principal función hacerse cargo de los aspectos propiamente académicos de la revista, pero también tenía bajo su responsabilidad un sinfín de tareas “técnicas” que eran mucho más difíciles de lo que son actualmente. Por esa razón existía una falta de acoplamiento en los tiempos. Si se observa con cuidado, se verá que en los números 1, 2 y 3 de 1979 se señala con claridad que éstos fueron preparados por el doctor Sergio Zermeño y yo aparezco como coordinadora. De la misma manera, yo me encargué de concebir y preparar el número 4 de 1979 y el 1 de 1980, pero el arduo trabajo que culminó en la publicación de ambos números estuvo a cargo de Carlos Martínez Assad, quien me había sustituido en la coordinación, y así quedó asentado en los créditos de la revista.

Loyo Brambila define los cambios académicos y operativos que se hicieron en la RMS cuando fue coordinadora. 

Los cambios operativos fueron muy limitados. En realidad, lo que hice fue tratar de acortar los tiempos de producción de la revista, procurando que formáramos un equipo y que cada quien realizara sus funciones con la mayor diligencia, pues uno de los problemas que existía era el retraso con el que aparecía la revista. No quiero exagerar las dificultades, pero es necesario imaginar que en esa época no existían las computadoras por lo que, por ejemplo, Waldo Gomezgil, una persona entrañable para todos los que tuvimos el privilegio de trabajar con él, diseñaba y dibujaba la portada de la revista en su restirador y oyendo música clásica. No había computadoras ni correo electrónico, ni Internet. Manguillos y restirador, máquinas de escribir, y lápices, teléfono, correo y hasta el servicio de telegramas eran nuestros instrumentos de trabajo y vías de comunicación.

 

La orientación académica de la RMS fue, desde luego, el reto al cual habría que responder. Eran años muy ricos y estimulantes intelectualmente para las ciencias sociales de México. El director del Instituto, como dije, era Julio Labastida, y el secretario académico, Humberto Muñoz, quien en todo momento ayudaba a resolver los problemas que se presentaban. Recuerdo que uno de los temas que nos ocupó mayormente fue, en diálogo con el director, establecer equilibrios en la revista; equilibrios en varios sentidos.

 

Con el objetivo de mejorar sus contenidos y darle mayor proyección a la RMS, se procuraba que en todos los números se incluyera algún artículo de un autor de renombre internacional. Por ejemplo, en la 4 de 1979 publicamos un texto de Alain Touraine. Estábamos también muy conscientes de que era imperativo mantener y fortalecer la vocación latinoamericana de la RMS. Y eso se aseguraba, entre otras cosas, mediante el apoyo que recibía de sus corresponsales en el extranjero, entre los que figuraban Fernando Henrique Cardoso, Julio Cotler, Francisco Delich y Guillermo O’Donnell. No obstante, había que cuidar que siempre se conservaran espacios para la investigación sobre México y para dar a conocer la producción de los investigadores del Instituto. Y puedes observar que en ese mismo número de la revista aparecieron contribuciones de Bertha Lerner y de Sergio de La Peña, del IIS.

 

A pesar de esta búsqueda de equilibrios, se empezó a detectar cierta incomodidad entre nuestros colegas dado que, efectivamente, las contribuciones externas y la orientación temática de la revista habían reducido el espacio para difundir los productos de investigación del Instituto. A fin de dar salida a esta demanda, le propuse al director la creación de los Cuadernos de Investigación Social, que tendrían la ventaja adicional de dar cabida a textos que rebasaban las dimensiones usuales de un artículo. Conflictos laborales de México (1928-1929), de Rafael Loyola, fue el primero de estos cuadernos.

 

Otro aspecto que vale la pena mencionar es que, en aras de esos equilibrios, fui partidaria de que, aun cuando la revista tuviera un tema principal, no fuese monográfica en sentido estricto. Así, por ejemplo, el número 4 de 1979 tiene como tema principal “Estudios norteamericanos sobre México I”, pero contiene también cuatro artículos sobre teoría y tres más en la sección de “Otros temas”. Esa apertura permitía difundir aportes tan variados como el monopolio de la TV comercial en México, la economía capitalista o el análisis de opiniones políticas. En síntesis, la estructura semi-monográfica daba a la RMS una mayor flexibilidad para responder a los equilibrios que estábamos buscando.

 

Los números de la revista en ese tiempo tendían a ser demasiado voluminosos. Sorprende, por ejemplo, observar que la 1 de 1980 fue de 488 páginas, sin contar con los anuncios. Este número, en que se publicó la segunda parte de los “Estudios norteamericanos sobre México”, también buscó el balance al que nos referimos: incluyó como segunda sección “América Latina hoy”, con artículos de Kaplan, Whitehead, Guidos Véjar y Dillon Soares, y una tercera sección dedicada a la teoría que constaba de una entrevista con Christine Buci-Glucksman, dos artículos de investigadoras de nuestro instituto, Liliana de Ruz y María Elena Cardero, una contribución sobre la noción de capitalismo en Max Weber, una reflexión sobre Clausewitz y Freud; por último, la discusión de Joseph Love respecto a la obra de Raúl Prebisch y la doctrina del intercambio desigual.

 

Contemplando desde hoy el contenido de estos números, considero que lo más original consistió en conseguir un conjunto de artículos de investigadores norteamericanos sobre México. El interés por México en la academia norteamericana no era nuevo y había investigadores muy serios trabajando en esa línea. Para la revista era una gran oportunidad poner al alcance de los profesores y estudiantes de habla hispana estas contribuciones. A modo de ejemplo, cito algunos temas de los textos del número 4 de 1979: la política energética de México, la lucha agraria en Sonora, el efecto de los inmigrantes ilegales sobre el empleo en Estados Unidos, la familia chicana.

 

Hay un aspecto importante para cualquier revista y que lo era en mayor medida en la era pre Internet: la distribución. La venta de la RMS era limitada pero, desde su fundación en 1939, fue el empeño de los directores del Instituto promover su distribución en bibliotecas de todo el mundo, principalmente vía intercambio. Se procuró ampliar esta cartera y se mantuvo también la tradición de incluir anuncios de libros de reciente aparición y de otras revistas nacionales e internacionales. Generalmente se publicaban los índices, lo que permitía al lector de la RMS asomarse a contenidos que podían resultar de su interés.

 

Cierro esta reflexión con una valoración de lo que la RMS expresa sobre las ciencias sociales en México en los últimos años de la década de los setenta. La revista indica, creo yo, un cambio en el cual adquiere mayor énfasis la investigación, ya sea sociológica, histórica, demográfica, antropológica o de ciencia política, que aporte datos, elementos empíricos y diversos tipos de sistematización y análisis de los mismos. En cuanto a la teoría y a la metodología, yo destacaría que en la RMS no se observa monopolio de ninguna teoría, sino un pluralismo muy enriquecedor. Por último, aunque se trata de una revista de sociología —la lleva en el nombre—, es un espacio en que convivían y conviven diversas disciplinas y esto se da de manera natural, en virtud seguramente de que el Instituto desde sus inicios fue un instituto de investigaciones sociales, no de investigación sociológica. 

Loyo Brambila comenta al respecto de la influencia del contexto político y social en la definición de la línea editorial y los artículos publicados en la RMS en la época en que fue coordinadora:

Desde mi punto de vista, son dos los factores de contexto que vale la pena subrayar: el primero, ya lo señalé antes, tuvo que ver con la situación política en que se encontraban varios países latinoamericanos cuyos gobiernos militares habían provocado la salida de muy talentosos científicos sociales, una parte de los cuales emigró a México. Otro factor relevante es la paulatina liberalización del sistema político mexicano en estos años y el consecuente interés por el tema del Estado, los partidos políticos y los movimientos sociales, entre otros.

 

Los cambios que ya se empezaban a sentir en el ambiente político y en las instituciones en el México de finales de los años setenta no se reflejaban de manera automática en la RMS, pues ésta era y es una revista académica, no de divulgación de análisis de coyuntura. Sin embargo, pondré un solo ejemplo de que la revista no estuvo ajena a las discusiones del momento. Me refiero al artículo del profesor Laurence Whitehead con el sugestivo título: “¿Por qué México es casi ingobernable?”

 

Un cuadro mucho más preciso de la interacción entre el momento social y político de México y las revistas tendría que considerar los diferentes tipos de publicaciones. No podríamos dejar de mencionar Cuadernos Políticos y Trimestre Político, este último de corta vida, y la fundación, en 1978, de la revista Nexos. En todas ellas se publicaron ensayos interpretativos de muy buen nivel sobre la coyuntura.

 

Volviendo a la RMS, doy unos cuantos ejemplos que me parecen significativos de cómo en sus páginas se capturaron los temas del momento, pero desde una perspectiva académica y con un sustrato teórico y metodológico: el texto de Francisco Delich sobre el análisis de coyuntura, o “El estudio del Estado: notas metodológicas”, de Hugo Zemelman. Se corresponden con una respuesta al contexto político y social, pero desde el campo de la academia de ciencias sociales. En otras palabras, la RMS entraba, desde una posición ya bien ganada, a un diálogo con otro tipo de textos que poblaban nuevas publicaciones periódicas, que respondían de manera más directa a los temas que planteaba el contexto.

 

En síntesis, considero que los años setenta fueron tiempos de una gran riqueza intelectual y política y marcaron cambios en las ciencias sociales que tendrían abundantes desarrollos durante la siguiente década. 

Carlos Martínez Assad se hizo cargo del Departamento de Publicaciones en 1980-1981, con la misión de dar un nuevo impulso a la RMS, al incorporar las temáticas que se discutían en ese momento en América Latina. En cuanto al propósito de invitar a participar en la Revista a los sociólogos que estaban dando mayor impulso a la disciplina en esos años, comenta:

En esa medida hicimos una buena relación Julio Labastida y yo; su proyecto me parecía muy importante y podía contribuir a llevarlo a la práctica. Fue así como la Revista continuó con ese perfil latinoamericanista. Creo que es en ese momento más plenamente latinoamericanista que va a tener publicando a gentes tan conocidas y ligadas a la sociología, como Fernando Henrique Cardoso —presidente de Brasil—, Rodolfo Stavenhagen, el mismo Pablo González Casanova. En fin, creo que manteníamos la coherencia de publicar a todos estos autores que estaban marcando el rumbo de la disciplina en ese momento, y al mismo tiempo se insistió en dar cabida también a investigadores jóvenes, que en ese momento comenzaban a destacar, y junto con ello también insistir un poquito más en la idea de una revista que también tuviese una clara orientación a entender los problemas de México, que estuviera rescatando mucho del espíritu inicial de la Revista cuando fue originada por Othón de Mendizábal, Caso y Lombardo.

 

Éste fue el objetivo. Creo que logramos hacer una revista moderna, hacerla más acorde a los momentos en que estaba. Algo que fue muy importante fue que le dimos una divulgación muy amplia y creo que es uno de los ejemplos quizá más excepcionales de la Universidad Nacional Autónoma de México: una revista de este tipo tuvo una amplia divulgación en diferentes librerías, incluida la cadena comercial de Sanborns, que en aquella época vendió la Revista y se vendió mucho; es uno de los momentos en que la Revista estuvo más cercana a ser autosuficiente, en la medida en que se comercializó y tuvo una aceptación amplia entre los lectores en general, no nada más del área. No se vendió nada más en la Universidad, o a estudiantes o maestros de sociología, sino a un público en general, y la Revista tuvo un cierto impacto.

 

Creo que en eso confluían el hecho de que se modernizó, que se agruparon autores conocidos, y que no solamente estaban impactando en las polémicas, en la sociología y en la politología, y además que había gente joven con mucho impulso que le dio también su sello en ese momento.

 

En ese momento sucedió algo muy impresionante: comenzamos a recibir propuestas de toda América Latina, de Europa, de Estados Unidos para que se publicaran en la Revista, llegaba muchísimo material, muchísimos artículos, sin pedirlos. En muchas ocasiones tuvimos que recurrir a situaciones complicadas, porque teníamos tantos artículos que no nos dábamos abasto; por eso inventamos también números extraordinarios, pero esa llegada de muchos artículos desde luego estaba vinculada con las preocupaciones de los investigadores en ese momento: teníamos la posibilidad de cubrir temáticas muy amplias, pero de enorme vigencia en el continente.

 

Recuerden además que son los años del exilio argentino-chileno, por ello se cierran algunas revistas en América Latina, en particular en Chile, en Argentina y en Brasil, y entonces nuestra oferta de artículos aumenta de una manera muy notable; a partir de eso es que vamos articulando algunos números temáticos, y en eso hay que decir también que fue una acción de esa administración que la Revista fuese temática, lo cual implicaba ciertos riesgos, pero también tenía virtudes. Dentro de los riesgos: mucha gente a lo mejor no está interesada en un número dedicado completamente a Uruguay o a Chile, como fue el caso, a los gobiernos autoritarios, o al Estado en América Latina, pero también tenía la virtud de que al hacerlos temáticos la Revista adquiría un carácter que la hacía más sólida, era menos efímera; esto se considera mucho y por eso se insistió en los números temáticos. En ese momento era tan amplia la oferta de artículos que incluso yo propuse al director de la Flacso en ese momento en México, José Luis Reyna, la posibilidad de hacer una revista de esa Facultad utilizando esos materiales.

 

Se dio cabida a todo el que quisiera escribir en la Revista; de pronto, cuando se están analizando números temáticos, el investigador tiene que adecuarse mucho a esos números, pero no me parece una limitante, sino simplemente encontrar una variación importante de temas, eso no excluye a nadie.

 

Como colaborador de Julio Labastida y después como director, nuestra idea era más que nada que la Revista tenía que estar abierta a muy diferentes investigadores, procedentes de distintos países de América Latina o de otros lugares; creo que justamente, si se pudiera calificar de alguna manera lo que sucedió con la Revista entre 1976 y 1989, que es cuando culmina mi periodo de director, es que tuvo un aire muy cosmopolita, es decir, que intencionalmente se pretendía tener una difusión amplia con muchos autores del extranjero, pero eso no limitaba a los investigadores del Instituto: siempre que querían colaborar podían hacerlo (Carlos Martínez Assad, 1 de marzo de 1995). 

A partir de la narración de Martínez Assad, se puede apreciar que, durante el periodo como director de Labastida, la Revista Mexicana de Sociología tuvo un enfoque netamente latinoamericanista y que fue una etapa de gran crecimiento para la publicación, ya que en ese momento se intensifican los números temáticos y es cuando se le da una mayor difusión.

De 1983 a 1985, Margarita Camarena Luhrs fue la directora del Departamento de Publicaciones. Sobre el proceso de elaboración de la RMS, apunta:

La producción y edición de los cuatro números anuales de la ya entonces muy prestigiada RMS era la única tarea organizada del Departamento de Publicaciones al inicio de mi gestión en 1983. Entonces, el eje del proceso de trabajo del Departamento eran, de manera mucho más significativa, los numerosos títulos de las cuatro colecciones de libros, Cuadernos de Investigación y Cuadernos de Talleres, que se editaban anualmente en ese tiempo.

 

Hay que tener a la vista que en los años ochenta, el Instituto y su Departamento de Publicaciones eran muy destacadas islas en el océano latinoamericano y mundial de las disciplinas sociales y humanas. Mientras que la sociología ya empezaba a desarrollarse intensamente, al igual que crecía el número de las instituciones universitarias dedicadas a su estudio, el Instituto tenía décadas siendo referente de la producción académica de conocimiento social y por su amplia convocatoria. Estos años anteceden directamente la actualidad, pero eran muy diferentes. No había computadoras, no había Internet, los procesos de trabajo en torno del libro eran realmente antiguos.

 

En este contexto evocado rápidamente, producir unos 30 libros anuales era una cantidad significativa no sólo porque el Instituto tenía tan sólo alrededor de la mitad de los investigadores titulares de la actualidad, sino porque el proceso editorial sólo se podía hacer con la muy lenta tipografía caliente y exclusivamente con la tradicional, sí cuidadosa pero extremadamente tardada y burocrática imprenta Aldina. La administración de los muy diversos procesos que centralizaba el Departamento de Publicaciones era terrible (Margarita Camarena Luhrs (MCL), 18 de noviembre de 2018). 

Camarena Luhrs hace una descripción del trabajo editorial que, en su momento, se hacía para la publicación de la RMS.

El Departamento tenía unas 14 personas permanentes y varias temporales que entraban y salían constantemente. Recuerdo por su trabajo extraordinario a algunas de ellas: Angélica Nava, porque se convirtió en tipógrafa y formadora al dominar la Composer, tarea a la que se sumó María Escoto; Armida Vázquez era jefa de ventas y distribución, con dos asistentes y un chofer, quienes hacían maravillas para mantener al día la contabilidad de las ventas de publicaciones y, sobre todo, para sostener la comunicación nacional e internacional, además del intercambio de publicaciones, anuncios e índices de otras revistas mundiales, que se hacía por correo postal con más de 180 países; Ivonne Scoto, Juan Jacobo Simón, Rafael Olea Franco y Hortensia Moreno eran los impecables, también implacables, correctores de estilo; además, se contaba con el muy importante apoyo externo de Presentación Pinero. Estaba con nosotros Waldo Gomezgil Lara, quien era el dibujante que hacía muy ampliamente las veces de diseñador gráfico. Y el diseño de las portadas estaba al cargo del muy reconocido Vicente Rojo.

 

Para compartir el ambiente de trabajo que teníamos como una gran posesión y activo del Instituto, quiero mencionar que los correctores eran muy independientes pero tenían sesiones de estudio periódicas, en las que compartían los más diversos temas de la corrección de estilo y el trabajo editorial. Me invitaban. Sin duda había algo más que gremio en la vida de trabajo del Departamento; esa tarea de hacer las publicaciones realidad era parte del corazón que identificaba al Instituto desde su fundación y por algún tiempo después (MCL, 2018). 

A diferencia de lo que sucede en la actualidad, en que la relación con el autor del artículo la tiene básicamente el editor asistente, en ese entonces era el corrector quien estaba en contacto con éste.

La relación entre autor y corrector era muy estrecha y mutuamente significativa y apreciada. Era como una complicidad en la creación de conocimiento innovador/ manufactura del libro. Todavía era una gran distinción ser parte de ese avance de las ciencias sociales y de las disciplinas humanas que sostenían las publicaciones impresas en papel. La reunión y el diálogo para impulsar intercambios y debates de las ideas era importante, tenía un lugar apreciado (MCL, 2018).

Las dificultades del incipiente uso de la tecnología para los procesos editoriales del Departamento indican una vez más la importancia que tenía la Revista como herramienta de difusión de los trabajos del Instituto y el gran esfuerzo que ha significado su publicación ininterrumpida durante 80 años.

Aunque las computadoras del Centro de Cómputo de la UNAM ya estaban saturadas de usuarios en los años ochenta, “ponchar tarjetas” era algo conocido, pero definitivamente no formaba parte del trabajo editorial en el Instituto. El trabajo era de una gran calidad, que era ampliamente reconocida. No obstante, ya entonces, el rezago tecnológico y administrativo y la falta de apoyos y presupuestos adecuados hacían estragos en el proceso de trabajo, estrechando las posibilidades de poner al día y de organizar los larguísimos, complejos y farragosos procesos administrativos alrededor de la RMS y los libros del Instituto.

 

Además, el Departamento de Publicaciones centralizaba el control de toda la línea de producción editorial, desde convocatorias, dictámenes, presupuestos de cada obra, tiempos y movimientos (des)coordinados con la imprenta (y de las propias oficinas que entonces centralizaban los libros de la UNAM), distribución, venta, almacenaje de las publicaciones, presentaciones de la Revista y los libros, relaciones públicas y relaciones de trabajo internas, así como con la dirección, la administración, los académicos y el resto del personal.

 

Las presiones para sacar adelante al Departamento eran brutales, especialmente al inicio de mi trabajo ahí. Para lograr poner al día el atraso de la Revista, resolver la demora de ediciones de colecciones de libros o hacer coherente el caótico proceso de dictaminación, había muchas limitaciones y las demandas eran crecientes. De todas maneras, lo más importante seguía siendo publicar. En ese afán había gran acuerdo, ese era el destino principal de lo que se investigaba y Publicaciones compartía realmente ese afán, aunque la capacidad técnica y el personal con que contábamos fueran extremadamente insuficientes.

 

Ya hacíamos mucho del proceso “técnico” gracias a la sistemática tarea de los correctores de estilo, quienes tenían a su cuidado varias obras simultáneamente. Pero era indispensable trabajar con tipografía fría, adoptando lo que entonces eran incipientes avances tecnológicos y cibernéticos. Lo que se logró fue simplemente empezar a formar con la Composer, que era una máquina de escribir con algo de memoria, para facilitar la edición y la formación de textos.

 

Angélica Nava fue la pionera en esta empresa. Gracias a su estudio y aprendizaje, básicamente autodidáctico, inició la modernización de las capacidades tecnológicas del departamento. Pero fue indispensable el impulso de los correctores. Fuimos dejando atrás la famosa imprenta Aldina y de paso empezamos a independizarnos, con cierta rebeldía, de las oficinas que centralizaban el control de los libros de la UNAM.

 

Así comenzó el proceso de modernización del proceso editorial del Departamento y con ello, de muchos modos, del propio Instituto. Se conservaron mejoras y procesos tradicionales que eran convenientes. Seguimos organizando las presentaciones de cada uno de los números de la RMS, también de cada libro o cuaderno, con sus autores y comentaristas. Esto convocaba a muy nutrida concurrencia de dentro y fuera de la UNAM y de los medios. Publicar era un triunfo y presentar un número de la RMS o de los libros de las colecciones era una fiesta (MCL, 2018). 

Camarena Luhrs hace una evaluación positiva de su paso por el Departamento y de lo que la sistematización de los procesos significó para agilizar los tiempos de edición y publicación de la RMS.

Durante los muy intensos 18 meses que estuve a cargo del Departamento, la RMS se puso al día, se mantuvo al corriente y se logró adelantar su programación, ya con una clara intención temática, para los siguientes dos años o más. La planeación editorial comprendió todas las colecciones; es importante mencionar que se contó con registros básicos de ingreso-proceso-salida de cada contribución/autor para cada número de la Revista y para cada libro. Esto hizo posible el resto de la tarea administrativa, de dirigir y controlar el ejercicio de los recursos de personal, presupuesto, otros materiales, tecnologías y conocimientos muy especializados del Departamento de Publicaciones.

 

El trabajo de equipo fue arduo y difícil, debido a la enorme cantidad de detalles de los procesos internos y externos que estaban fuera de control. Por eso fue satisfactorio para todos los del Departamento lograr funcionar adecuadamente, avanzar en la reglamentación de los procesos de trabajo, también en el perfilado de puestos y funciones de cada quien. Hubo muchos progresos —como publicar el primer índice acumulativo de la RMS—, que fueron posibles gracias al mérito de muchas personas que no alcanzo a mencionar aquí. Se alcanzaron finalidades del Departamento que habían sido largamente perseguidas y se trazaron líneas estratégicas para orientar sus avances futuros (MCL, 2018). 

En términos académicos, la contribución del Departamento de Publicaciones fue determinante para consolidar la idea que impulsó Julio Labastida en torno a la actualización del Instituto.

Quizá fue sorprendente que de pronto se lograron obtener muy altos niveles de desempeño, que las publicaciones mantuvieran su calidad anterior, pero que además aumentaran su impacto temático, que sus contenidos empezaran a abrirse o sumarse a las principales corrientes del pensamiento internacional y de la acción social de la época. Por esto, no puede dejar de mencionarse que estos avances organizativos en la estructura y el proceso editorial dieron resultados que reforzaron las tareas de investigación que ya estaban en curso, impulsándolas más allá. Estos resultados editoriales, patentes en la pulcritud del trabajo impreso, la puntualidad y oportunidad de las entregas, así como en la gran distribución nacional e internacional que alcanzaron las publicaciones del Instituto, fueron soporte activo de la difusión de los aportes del pensamiento humanístico internacional y, sobre todo, de la sociología mexicana, transmitidos a través de la prestigiada RMS (MCL, 2018). 

Después de Julio Labastida, Carlos Martínez Assad asumió la dirección del IIS en 1986. Él cambió la estructura de las áreas para articular siete grandes temas de investigación: sociología de la población; sociología laboral; sociología agraria; sociología de la cultura, las ideologías y las instituciones; sociología política; sociología urbana y regional; sociología del conocimiento, la comunicación y la anti-socialidad.

En referencia a su periodo como director, Martínez Assad expone cuál era su visión de cómo debía ser proyectada la Revista en ese momento:

El hecho de que yo hubiera estado al frente de Publicaciones, durante la segunda mitad de los años de Labastida y en su reelección —porque fue reelecto por unos meses—, el hecho de que yo hubiera estado en Publicaciones y luego llegara como director, desde luego garantizaba una cierta continuidad en la Revista, una cierta línea que a mí me pareció importante: la Revista se identificaba ya muy claramente con un formato, un formato que había elaborado Fernando Morán en la administración de Julio Labastida. Era muy reconocida con ese formato, porque además fue un diseño de Vicente Rojo, un gran artista de origen español, residente en México, que ha hecho una obra muy importante en nuestro país. Esto le dio un sello característico a la Revista: era muy identificada en las librerías, hablemos de colores básicos, que es su sello. Estoy muy orgulloso de mi gestión como jefe del Departamento de Publicaciones y editor de la Revista y de mi función de director, pues estuve al frente de la elaboración de 40 volúmenes de la Revista que fueron hechos bajo mi intervención como jefe de redacción o como director. Esto me gusta mucho, porque además siempre me han interesado las labores editoriales, y aunque haya sido el director del Instituto, tenía mucho que ver en la Revista y en otras publicaciones del Instituto.

 

Justamente en mis seis años como director del Instituto comenzó el regreso de los latinoamericanos que residían en México, porque se abrían los países, porque había una transición hacia la democracia otra vez en Argentina, Chile, Brasil, y entonces el escenario comenzó a cambiar y empezaron a hacerse propuestas de una revista de sociología en Chile, en Argentina, etcétera. Eso permitió también una cierta conversión a una revista en la que se insistió cada vez más sobre México, y aun desde esa perspectiva yo insistí, aunque fueran menos los números monográficos referidos a México, en invitar a investigadores de otras instituciones académicas, incluso muchos de Estados Unidos y de Europa, y junto con esto volver los ojos a México. Con esta misma idea insistí en mantener la difusión sobre problemas de América Latina, de cultura en general, de teoría; y éstos fueron varios de los móviles que se tuvieron durante esos años. También lo que se quería en ese momento era no solamente insistir en México, sino además en las especificidades de México, lo más concreto; incluso llegó a haber artículos que no solamente hablaban de México, sino concretamente de regiones de México. Junto con otros investigadores también estábamos haciendo esa propuesta de la necesidad de una historia regional que sacara a flote lo específico de la realidad nacional, y esto se expresó también en la Revista.

 

Mi intención como director fue que se rebasaran los marcos del aprendizaje académico y que la RMS fuera una revista que tuviese un alcance mayor, que agarrara a la sociedad, es decir, hacer menos sociología y hacer más sociedad, ésa era la perspectiva. Ahora creo que quien quiera estudiar México, América Latina y sus problemas no solamente sociológicos, ni sociales, tienen que recurrir a la Revista como necesaria fuente de documentación, a raíz de los procesos que han complicado al continente en los últimos tiempos.

 

Continuó vendiéndose en Sanborns y en otras librerías, e incluso se vendió en otros países. Siendo director llegué a establecer la venta de mil suscripciones, que son muchísimas; no solamente se distribuyó entre varias universidades y entre personalidades de América Latina, sino que incluso hubo unos números que en países como Uruguay y Chile nos pidieron enviar centenas de ejemplares para ser vendidos allá.

 

Como parte de los que construimos esa criatura, creo que está viva, y creo que hay que mantenerla e impulsarla cada vez más. Creo que tiene muchas posibilidades por delante; es cierto que se enfrenta a problemas difíciles, como la crisis de los paradigmas teóricos, la crisis misma de la sociología. Creo que está en toda la posibilidad de seguir adelante aun haciendo frente a la crisis económica que está viviendo el país y probablemente se agudice aún más; pese a todo esto, la Revista está destinada a trascender estas situaciones económicas y a continuar su camino (Carlos Martínez Assad, 1 de marzo de 1995). 

En julio de 1989, Ricardo Pozas Horcasitas llegó a la dirección del IIS, de la que estuvo a cargo hasta 1997. A él le tocó inaugurar la sede actual del Instituto, en 1996.

La nueva sede permitió la ubicación espacial de las seis áreas de producción de conocimiento en las que temáticamente se agrupaba la comunidad del Instituto.

 

Las áreas eran: 1) Área de sociología agraria; 2) Área de sociología de la educación, la ciencia y la comunicación; 3) Área de sociología de la población; 4) Área de sociología laboral; 5) Área de sociología política; 6) Área de sociología urbana y regional.

 

En total, en las seis áreas se desarrollaron 24 proyectos colectivos organizados en seminarios de discusión, que dieron origen a seminarios internacionales a los cuales se incorporó a los becarios como parte de su formación en la investigación.

 

Ricardo Pozas estimuló la participación de los jóvenes becarios, estudiantes de licenciaturas, tanto en su formación como en el apoyo a la investigación. En el último año de gestión, en 1997, había en el IIS 110 becarios adscritos a los investigadores, participando en la investigación y elaborando sus tesis (Perló Cohen, 2017b: 116-118). 

Éste es el diagnóstico de Pozas Horcasitas de la situación de la Revista a su llegada a la dirección del Instituto:

Cuando yo llegué, la Revista Mexicana de Sociología tenía varios elementos. El primero era que había que cambiar la imagen de la Revista, porque no se estaba vendiendo y tenía varios problemas. Otro problema era que había dejado de ser una revista latinoamericana, que se había enfocado mucho en estudios de carácter mexicano y en estudios de carácter regional. Otro problema era que había bajado mucho sus números de suscripciones. ¿Por qué? Nos dimos cuenta de que había cambiado no sólo el mercado de las ciencias sociales, sino también la manera en que se promocionaban en este nuevo mercado las publicaciones de sociología. Entonces decidimos, por análisis comparativo con otras revistas que habían aumentado su volumen, tomar una serie de medidas. La primera fue producir un abstract bilingüe, porque las publicaciones de ciencias sociales empezaban a ser conocidas en un circuito que requería un abstract porque los lectores de la información científica requerían para enterarse del contenido de la revista y de los artículos leer un abstract, y el circuito internacional de los abstracts es en inglés; decidimos optar por la publicación del abstract en el índice y en inglés. Esto empezó a tener efecto, empezó a levantarse otra vez la venta de la Revista. Otro problema fue el caso de la portada; había sido originalmente de Rojo, pero había ido de alguna manera deformándose a lo largo de los años y ya no era de nadie, quedaba totalmente difusa; pensamos que tendríamos que darle una nueva apariencia. Hoy, en el mundo de las publicaciones los textos son también objetos que tienen en la mayoría de los casos un sentido estético; hay que hacer atractivo el objeto, porque este objeto Revista Mexicana de Sociología compite con otros objetos que son otras revistas. Otro problema central que tenía la Revista es que no tenía comité editorial. Una revista que busca ser considerada sólida en su disciplina tiene que tener el aval de las personalidades que son consideradas sólidas en el conocimiento de esa disciplina; entonces formamos un comité editorial con lo que consideramos lo mejor, a nivel internacional y nacional, de las personas que trabajan los grandes temas, las grandes directrices de la Revista.

 

Consultamos con las áreas, consultamos con muchas otras personas, dijimos: ¿Quién es el mejor o el más importante demógrafo? Pues el señor Massimo Livi Bacci, presidente de la Asociación Mundial de Demografía; le solicitamos ser miembro de esta revista. ¿Quién es el mejor en historia social? Uno de los grandes historiadores sociales que además haya escrito sobre México, el señor John Coatsworth, director del Departamento de Historia de la Universidad de Chicago. ¿Quién en México trabaja bien los problemas de la cultura? Fulano de tal. A partir de la consulta con los investigadores que reconocen entre sus pares a los mejores, formamos un comité editorial, que nunca había existido. Otro problema que tenía la Revista es que no estaba en los circuitos en los que debería estar, como el Sociologycal Abstract, estos cuerpos multinacionales donde están las revistas de prestigio, ahí hay una especie de circuitos donde una publicación, para ser considerada como revista de calidad, debe estar; ahí se buscó colocarla. Otro era equilibrar entre problemas de teoría a nivel de producción latinoamericana, nacional e internacional; otro era sobre el problema de las coyunturas y otro problema central es sobre grandes temas que no son a veces tratados, por ejemplo, los de población, los desastres o los problemas urbanos, como grandes ejes articuladores de la teoría, de la coyuntura y de los casos históricos nacionales e internacionales, eso sería en términos generales.

 

Creo que la Revista Mexicana de Sociología a nivel nacional e internacional es el único testimonio permanente desde finales de los años treinta de las ciencias sociales en América Latina, en México y en lengua española, es la más importante publicación.

 

Los miembros del consejo asesor internacional nos proponen a veces —no siempre— artículos o temáticas; con el comité nacional discutimos proyectos generales de la edición, porque no podemos traer a cada uno a casa (Ricardo Pozas Horcasitas, 24 de marzo de 1995). 

En sus primeros 60 años de existencia, la Revista Mexicana de Sociología fue el reflejo de los debates en torno a las ciencias sociales en cada una de las etapas de su historia. Esto se muestra en lo que expresa Sara Gordon, quien fue jefa del Departamento de Publicaciones durante la dirección de Pozas Horcasitas:

Mi periodo como jefa del Departamento de Publicaciones del IIS-UNAM coincidió, de hecho, con la llamada crisis de paradigmas en ciencias sociales y también con la búsqueda de nuevas modalidades, de nuevas temáticas, de nuevos problemas de investigación, y también con la difusión y la adopción de nuevos paradigmas de análisis en América Latina y en México fundamentalmente.

 

Muchos de estos paradigmas no es que sean nuevos, sino que a raíz de la crisis de los paradigmas que se utilizaban en México se han difundido nuevos, y yo he tenido cuidado en recoger estas nuevas temáticas, esas nuevas metodologías, y sobre todo he puesto mucho énfasis en que los trabajos que se publican sean producto de investigación y los temas sean más acotados y menos generales de los que se usaban antes.

 

Acerca de cuál es el criterio que se toma para seleccionar un artículo, en principio, es que corresponda a nuestras líneas editoriales; otro es por supuesto el dictamen de un especialista; y otro es que represente una aportación a la investigación. Todos los trabajos que llegan se mandan a dictamen; todos los que coinciden con las líneas editoriales, porque ocasionalmente llegan, por ejemplo, trabajos muy especializados en economía o en filosofía que no aceptamos porque no es nuestro campo, pero el criterio es ése.

 

La Revista nació antes de que hubiera una carrera de sociología. Entonces se concibió, me parece a mí, como un vehículo de difusión del conocimiento sociológico entre la gente interesada en ciencias sociales en México; por eso los autores que vemos en esa época son clásicos. Creo que es la única revista en América Latina que publica autores clásicos; la Revista no es un órgano de difusión del Instituto nada más, sino de la producción y la investigación en México y en todo el mundo.

 

Es cierto que hay temáticas que de repente se vuelven más populares entre los investigadores. En esa medida la Revista lo refleja; por ejemplo, la preocupación de tipo electoral o por el asunto de la reforma del Estado está reflejado en sus páginas, pero no porque uno piense en términos coyunturales; es una expresión también de qué se está investigando. Hay artículos sobre Chiapas, pero no tenemos un número sobre Chiapas, porque pensamos que las temáticas deben ser disciplinarias, entonces hay artículos sobre Chiapas en la medida en que se trata una determinada temática, pero no tenemos criterio periodístico para hacerlo (Sara Gordon, 25 de enero de 1996). 

René Millán Valenzuela fue director del Instituto hacia finales de la década de los noventa, con un proyecto académico en el que se contemplaba impulsar la representatividad de la investigación en la academia, al adecuar al Instituto a las nuevas realidades tanto políticas como académicas que vivía el país.

El Instituto tenía sólidos grupos de investigación, pero comenzaba ya a advertirse una especie de baja en la representatividad de esa investigación en la academia. Algunos temas estaban cambiando; fue un periodo, desde el punto de vista político, muy importante para el país y también desde el punto de vista de las políticas académicas. Empiezan a hacerse mucho más fuertes las políticas que se derivan del Conacyt, el impulso para publicar trabajos dictaminados, en journals, para publicar en inglés. Eso tarda en llegar a la Universidad, pero ya se está fincando. Se ha consolidado el Sistema Nacional de Investigadores. Entonces, hay una serie de condiciones académicas que están cambiando. Ésa fue una primera tarea, tratar de ajustar al Instituto a esas nuevas realidades tanto académicas como políticas (René Millán Valenzuela, citado en Perló Cohen, 2017b: 133-134).

El Premio Iberoamericano de Ciencias Sociales se instituyó durante la huelga de 1999 en la UNAM.

El premio surgió a pesar de que estábamos en una situación muy difícil en la Universidad […]. La huelga había permitido que la Universidad entrara en una etapa de cuestionamiento social que tuvo impacto en sus instituciones. Entonces yo sentía que el Instituto podía perder presencia y prestigio a nivel internacional.

 

El Premio Iberoamericano se creó con la idea de abrir un espacio de discusión en español, básicamente en español, y que el Instituto fuera conocido en España o en Argentina a través de este premio. Así fue. Es un premio que ha tenido sus altas y sus bajas, pero funciona, permite al Instituto darse a conocer. Tiene además una particularidad: todas las instituciones académicas, dentro y fuera de la Universidad y en cualquier país, pueden participar, pero los miembros del Instituto no pueden hacerlo (Perló Cohen, 2017b: 137-138). 

Durante la gestión de Millán Valenzuela, la política editorial de la Revista Mexicana de Sociología dio un giro para desmarcarla de su enfoque latinoamericano.

De hecho, un punto clave de la política editorial era cómo lograr ese perfil más internacional sin dejar de ser un espacio de discusión latinoamericana. Los flujos de la academia han ido marcando el paso y la relevancia de ciertos temas, pero todos fueron siempre bienvenidos, con el único requisito de que fuesen buenas investigaciones (René Millán Valenzuela (RMV), 22 de septiembre de 2018).

Desde el punto de vista del entonces director del IIS, tres fueron los cambios significativos que tuvo la Revista:

El primero —que en realidad fue sugerido atinadamente por la doctora Sara Lara— fue designar, por primera vez en su historia, un director de la Revista en forma. Hasta entonces, los directores del IIS fungían también como directores de la Revista, aunque había encargados que realizaban todo el complejo trabajo que implica. El segundo cambio fue formalizar el comité editorial, con reglamentos, formas de ingreso y egreso. Se constituyó también un consejo asesor internacional, más de notables; pero el peso editorial recaía en el comité editorial y en la dirección de la Revista. De ellos es el mérito. El tercero, en línea con el anterior, fue elaborar una serie de políticas y reglamentos editoriales. Eso, creo, ayudó a profesionalizar aún más la Revista y a garantizar estrictos sistemas de evaluación sin influencia de ningún tipo (RMV, 2018).

La RMS continuó siendo uno de los proyectos prioritarios del Instituto.

La RMS ha sido, creo, el proyecto más consistente del IIS, atraviesa distintas direcciones y periodos y condensa la iniciativa con más consenso de nuestra institución. Es probablemente la mejor carta de presentación internacional que tenemos. En esa línea, nuestra tarea fue mantener su presencia y calidad en el ámbito académico nacional e internacional. El logro de ese esfuerzo ha sido siempre producto de los encargados o directores de la Revista, así como de sus comités y autores (RMV, 2018).

La responsable del proceso editorial de la Revista durante ese periodo fue la doctora Sara Lara Flores.

Cuando yo entré, en realidad el director nombraba a un investigador de planta del Instituto para hacerse cargo del Departamento de Publicaciones en su conjunto, no solamente de la Revista Mexicana de Sociología, y la dirección de la Revista quedaba por default a cargo del director; entonces yo solamente era como editora de la Revista. Pero era encargada de todo el Departamento de Publicaciones, que implicaba también la colección de libros y toda la parte técnica de la revisión de los libros y la Revista Mexicana de Sociología, cosa que era un trabajo mucho más amplio que el que nada más dirigir la Revista. Digamos que ésa era la situación cuando yo estuve encargada por cuatro años del Departamento de Publicaciones (Sara Lara Flores (SLF), 2 de octubre de 2018).

En 1993, el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) lanzó la primera edición del Índice de Revistas Mexicanas de Investigación Científica y Tecnológica. Los criterios adoptados para la inclusión de las publicaciones en el Índice comprendían elementos relacionados con la calidad del contenido y el formato de la publicación. En cuanto al contenido, se privilegiaron revistas que publicaran artículos de investigación original, cuya calidad debía estar respaldada por un consejo editorial de reconocido prestigio, y los artículos debían ser objeto de una evaluación de pares, además de que su director debía ser un investigador en activo (Bonilla y Pérez, 1999). Con el fin de formar parte de este padrón, se emprendieron una serie de cambios para ajustar a la RMS a la normatividad establecida por el Consejo.

Una de las cosas importantes fue que ya Conacyt había establecido este sistema de padrón de excelencia de las revistas y tenía que haber muchos cambios en la Revista para que pudiéramos entrar a la normatividad que estaba estableciendo Conacyt. A mí todavía no me tocó hacerme cargo de que la Revista ya fuera registrada ante Conacyt, sino de hacer previamente los cambios.

 

El primero, poner al día la Revista, que no hubiera atraso, que realmente fuéramos con las fechas: cuatro números por año y que los números salieran a tiempo, pero eso tenía una serie de dificultades porque la Revista era muy grande, casi del tamaño de un libro, y se acostumbraba hacer dossiers temáticos. Entonces la persona encargada, en este caso yo, la editora, tenía que buscar artículos que se relacionaran para hacer dossiers.

 

Una cosa que hicimos fue reducir el número de páginas, que la Revista tuviera un máximo de ocho artículos siguiendo más o menos la normativa internacional: que las revistas no son unos tabiques sino que son revistas que reúnen artículos, reseñas de libros y algún dossier complementario a veces, que se dedicaba por ejemplo a una entrevista o alguna cosa así. Ahora no recuerdo exactamente el número de páginas, pero que no fueran esos grandes libros. Otra de las cosas que tuvimos que pensar fue que no fueran temáticos, aunque yo sí todavía coordiné algunos; esto tenía sus ventajas y sus desventajas; cuando salía una Revista que estaba muy relacionada con su tema, pues la gente la buscaba porque iba a traer por lo menos ocho artículos relacionados con el tema de interés.

 

Conacyt nos empujó a hacer números como miscelánea y eso fue un cambio que ya me tocó poner en marcha. Eso también facilitaba que los artículos que llegaran no necesariamente teníamos que organizarlos por temas, y eso hacía que también la Revista pudiera salir a tiempo (SLF, 2018). 

No obstante estas exigencias de Conacyt, se mantuvo la tradición de editar algunos números temáticos sobre aspectos sociales de actualidad.

Tuvimos números que, creo, fueron muy importantes, digamos que sí interesaron mucho, como un número sobre temas de género, e invitamos a gente del extranjero a contribuir con artículos que se tradujeron y se integraron a la Revista (SLF, 2018).

El deslinde del perfil latinoamericanista de la Revista que señaló Millán Valenzuela permitió la incorporación de nuevos temas que reflejaran un contexto sociológico distinto al que se vislumbraba en el tiempo de su fundación.

En términos de contexto social y político, la línea editorial de la Revista siempre ha sido muy abierta para poder recibir distintas orientaciones. Nunca fue rechazado un artículo por la orientación que tuviera, simplemente se requería que contaran con una argumentación teórica sólida, y que hubiera un material empírico que consolidara la pertinencia del artículo y su novedad (SLF, 2018).

En cuanto a la relevancia del comité editorial, pese a que éste se instituyó durante la dirección de Julio Labastida, no fue hasta ese momento que se constituyó como un cuerpo colegiado determinante para la RMS.

Antes de que yo entrara, el comité editorial existía, pero como de membrete. No funcionaba realmente, pues la verdad era el estilo que se tenía, no solamente aquí en el Instituto. Entonces eran los directores los que tomaban las decisiones de los números y de los artículos y todo, pero cuando yo estuve encargada del Departamento, al director le pareció, y también a mí, muy importante que estableciéramos un comité editorial, y que el comité editorial sí tuviera implicación en la dirección de la Revista.

 

Entonces, por un lado, sí establecimos con el comité editorial una periodicidad; teníamos cuatro reuniones que eran una por número y en esas reuniones la composición era con gente de afuera; asistía a veces el director, no siempre, pero yo sí tenía que asistir a todas las reuniones, y entonces ahí le presentaba al comité editorial los artículos que había yo decidido que podían integrar ese número, para que los miembros los revisaran y decidieran qué iba a dictamen; entonces se iba a dictamen el artículo y el criterio que operaba era: si los dos dictámenes eran positivos, pues ya el artículo era aprobado; claro, previamente yo lo había leído para saber si el artículo cumplía con el hecho de ser de ciencias sociales, no necesariamente de sociología, que estuviera bien redactado, que fuera un artículo de investigación, que contemplara un planteamiento teórico con información empírica que fuera analizada a partir de ese marco teórico, que hubiera algún argumento central del artículo. Y también en ese momento se decidió que no necesariamente todos tenían que ser artículos de investigación empírica, que podían ser también artículos de reflexión teórica que parecieran importantes a la Revista como contribución… Más o menos así funcionamos (SLF, 2018). 

A Lara Flores le tocó la responsabilidad de seguir editando la Revista Mexicana de Sociología durante la huelga universitaria de 1999, hecho que tuvo un impacto en la manera en que tuvieron que reorganizarse las tareas editoriales.

La principal complicación con la que me topé es que a nosotros nos tocó la huelga de la UNAM de 1999. La huelga duró casi un año. Entonces eso nos iba a llevar a atrasar la Revista; toda la UNAM estaba en huelga, aunque el Instituto siguió trabajando varios meses; los institutos seguimos trabajando por muchos meses regularmente, pero ya llegó un momento en que no, en que la UNAM se cerró completamente, que vinieron a tomar el Instituto los grupos de estudiantes. Ésa fue la principal complicación, pero la verdad es que mantuve mucha cercanía con las correctoras y con las colegas que se encargaban de la formación, entonces logramos, el día que tomaron el Instituto, sacar todo el archivo de la Revista, los artículos que habían llegado, los que estaban en dictamen, todo eso para poder seguirlo manteniendo al día, y las correctoras y formadoras de verdad se portaron bien, muy implicadas en que la Revista no se parara, y entonces seguimos trabajando afuera (SLF, 2018).

A partir de su experiencia al frente del Departamento de Publicaciones, Lara Flores se dio cuenta de que era necesario cambiar algunas de las funciones del responsable del área y establecer una dirección formal y autónoma para la Revista Mexicana de Sociología.

Cuando yo estuve como jefa de Publicaciones, me di cuenta de que un problema que teníamos, también con la Revista y con los libros, era que el puesto se le encargaba a un investigador, pero el investigador tenía que hacerse cargo de toda la parte técnica. Es decir, yo tenía que ver con las correctoras, tenía que ver que el formato de la Revista fuera el correcto, que los cuadros no se hubieran movido, que la impresión estuviera bien hecha; cosas que yo en realidad no conocía. Aunque un poquito podría haber conocido, porque mi papá era impresor, pero había cosas muy específicas que solamente una persona que está habilitada puede conocer.

 

Para un investigador, para la carrera de un investigador, hacerse cargo de un Departamento de Publicaciones, con todo lo que implicaba, era salirse de su vocación. Fue cuando le sugerí al director que esto tenía que cambiarse, que podía nombrar una persona que dirigiera la Revista y otra persona que se encargara de la colección de libros, porque era demasiado trabajo, y que se consiguiera una persona entrenada para toda la parte técnica de lo que supone las publicaciones. En realidad esa estructura es la que después se implantó. Quedó la doctora Natividad Gutiérrez Chong como directora de la Revista, a ella ya le tocó incorporarla al padrón de excelencia de Conacyt y a otros índices internacionales, pero para eso tenía que haber una persona encargada nada más de la Revista y muy implicada con ella (SLF, 2018). 

Uno de los primeros pasos en el camino hacia la digitalización de la RMS fue el rescate de algunas décadas de su publicación en disco compacto.

Lo que sí hicimos, porque como no había estas búsquedas que lograbas hacer o que ahora logras hacer por Internet, fue un proyecto de digitalización de la Revista, ya para ponerla en CD. Nos fuimos hacia atrás de los años noventa, de los años ochenta. No recuerdo a partir de cuándo pudimos digitalizarla para que estuviera toda completa en unos compactos, y sí había gente que le interesaba tener el cd porque recordaba que había aparecido un número de don Pablo González Casanova u otro que incluía la teoría de la dependencia, por ejemplo, en los años setenta, y ahí tenías el CD (SLF, 2018).

 

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D. R. © 2015. Universidad Nacional Autónoma de México-Instituto de Investigaciones Sociales.
Revista Mexicana de Sociología. México, D.F. ISSN: 0188-2503/15/07704-02.