Party trust and electoral stability in Latin America
Mikel Barreda** y Leticia María Ruiz Rodríguez***
* Este trabajo ha sido realizado con el apoyo del proyecto “Competición ideológica y sistema político: escenarios de estabilidad y escenarios de cambio”, CSO2015-63555-R (mineco/feder), dirigido por Leticia M. Ruiz Rodríguez. Una versión preliminar fue presentada en el Congreso de lasa (Nueva York, 2016) y en el Congreso de ceisal (Salamanca, 2016).
** Doctor en Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad de Deusto. Universitat Oberta de Catalunya. Temas de especialización: calidad de la democracia, representación política y política comparada latinoamericana. Parc Mediterrani de la Tecnologia, Edifici B3, Av. Carl Friedrich Gauss, 5, 08860, Castelldefels, Barcelona, España.
*** Doctora en Ciencia Política por la Universidad de Salamanca. Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid. Temas de especialización: élites políticas, partidos, instituciones, representación política desde una perspectiva comparada. Campus de Somosaguas, s/n, 28223, Pozuelo de Alarcón, Madrid, España.
Resumen: Este trabajo estudia la relación entre el nivel de confianza partidista y las transformaciones de la competencia electoral en América Latina. Se explora el contraste entre escenarios de estabilidad con ganadores consecutivos y escenarios de cambio con nuevos ganadores. Se muestra que los escenarios caracterizados por traslados de los apoyos suelen estar asociados con variaciones en los niveles de confianza en los partidos políticos.
Palabras clave: confianza, partidos políticos, América Latina, elecciones.
Abstract: This paper studies the relationship between trust in parties and the transformation of electoral competition in Latin America. It explores the contrast between scenarios of stability with consecutive winners and scenarios of change with new winners. It shows that scenarios characterized by transfers of support from one party to another are usually associated with variations in the levels of trust in political parties.
Keywords: confidence, political parties, Latin America, elections.
Entre los rasgos que se reseñan con frecuencia en relación con el entorno actitudinal y la cultura política de las democracias latinoamericanas se encuentran los altos niveles de desconfianza hacia los partidos. Las bases de datos del Proyecto de Opinión Pública de América Latina (LALOP) y Latinobarómetro han permitido una oportuna descripción del fenómeno en la región: la desconfianza en los partidos varía entre países y a lo largo del tiempo, a la vez que coexiste con desconfianza hacia otros actores e instituciones (Palazuelos, 2012; Seligson, 2010; Corral, 2008; entre otros). Asimismo, gracias a encuestas como el World Value Survey, estos hallazgos se han contextualizado con respecto a Europa, aunque todavía se precisan mayores avances en la comparación entre regiones (Linz, 2002; Catterberg y Moreno, 2005).
Sin embargo, ni las causas de la elevada desconfianza (Corral, 2008) ni las consecuencias de la desconfianza en los partidos sobre las diferentes dinámicas del sistema político han recibido atención suficiente. Precisamente de esta segunda vertiente, la de analizar el impacto de la desconfianza partidista, se ocupa este trabajo. La desconfianza en los partidos es una manifestación de la debilidad de los vínculos entre representantes y representados, con consecuencias políticas y electorales. Los trabajos que se han ocupado del eco de la desconfianza partidista en el plano electoral se han centrado, fundamentalmente, en el efecto desmovilizador que disminuye los niveles de participación electoral (Haime, 2017; Carlin y Love, 2015; Carreras y Castañeda-Angarita, 2013), en el efecto llamada a los outsiders (Mainwaring, 1999), así como en las probabilidades de colapso de los sistemas de partidos. Respecto a esto último, años atrás, el descenso en la confianza en los partidos se utilizó para explicar parte de la crisis de representación y el colapso de los sistemas de partidos andinos (Mainwaring, Bejarano y Pizarro, 2006) y del venezolano (Molina y Álvarez, 2004; Molina, 2004).
En la actualidad, la competencia electoral en los sistemas de partidos de América Latina exhibe un contraste que aún no ha sido estudiado debidamente. Por un lado, algunos sistemas de partidos se han caracterizado por una estabilidad prolongada de sus resultados electorales: un mismo partido político que ha repetido éxitos de forma consecutiva en elecciones presidenciales (PLD de República Dominicana, PJ de Argentina, PT de Brasil, MAS en Bolivia, entre otros). Por otro lado, se encuentran sistemas con partidos sin experiencia previa en el gobierno que se han convertido en nuevos ganadores gracias a una redistribución de apoyos electorales, a veces de forma radical. El PAC de Costa Rica y el FMLN en El Salvador, dos partidos con diferente edad y origen, son exponentes de estas irrupciones. ¿Puede ser la confianza en los partidos un factor que contribuye a este contraste entre ganadores consecutivos e irrupciones de nuevos ganadores?
En las páginas que siguen se comprobará si la confianza en los partidos genera un contexto de incentivos que beneficia a los partidos ya existentes y que, por ende, promueve la estabilidad electoral de los sistemas de partidos. Si esto fuera así, cuando los niveles de desconfianza decrecen se abriría una ventana de oportunidad para nuevos ganadores. Planteado en estos términos, el estudio cuenta con un interés tanto teórico como práctico. Aporta evidencia empírica que ayudará a comprender mejor cómo operan las dinámicas de cambio electoral y reconfiguración de los sistemas de partidos. Al mismo tiempo, esta evidencia resulta útil para la orientación estratégica de los partidos y políticos en los procesos electorales.
Dos son las preguntas específicas que articulan este análisis. En primer lugar, ¿existe algún patrón identificable en la evolución de la confianza hacia los partidos políticos en los escenarios de nuevos ganadores que sea diferente al patrón seguido por la confianza en escenarios de ganadores consecutivos? Se espera encontrar una mayor variación de la confianza en los escenarios de cambio, en comparación con los escenarios donde repite consecutivamente un mismo ganador.
En segundo lugar, ¿tiene algún impacto la confianza hacia los partidos políticos sobre la estabilidad de la competencia electoral? En consonancia con lo expuesto antes, nuestra expectativa es que la existencia de confianza sea uno de los factores que influyan positivamente en la perpetuación de ganadores consecutivos y, por lo tanto, disminuyan la probabilidad de irrupción de nuevos ganadores. Así, oscilaciones en esta variable crearían un marco de incentivos favorables para el ascenso de nuevos partidos y la reorganización de la competencia electoral. Ambas cuestiones, aunque muy próximas entre sí, aportan información complementaria sobre un mismo fenómeno. La primera de ellas enfatiza el grado de variación, la oscilación, de la confianza en los partidos, mientras que la segunda centra la atención, específicamente, en las consecuencias que tiene el descenso de la confianza partidista.
Para contestar estas preguntas, se analizan 13 sistemas de partidos de América Latina únicamente en elecciones presidenciales. En siete de ellos se registran continuidades sin alternancia con un ganador que repite de forma consecutiva (a efectos de este trabajo, repite al menos durante tres mandatos). Esta situación se comparará con la de seis sistemas de partidos que experimentan cambios en virtud de los cuales un partido sin experiencia de gobierno accede por primera vez a la presidencia como nuevo ganador. Hasta ahora se ha tendido a subrayar las rupturas en los sistemas de partidos latinoamericanos en forma de colapsos, desalienamientos y realineamientos, pero se ha dejado de lado el estudio de los periodos de continuidades. Sin embargo, para valorar la contribución de la confianza a la estabilidad de la competencia electoral, es necesaria la consideración de ambos tipos de escenarios.
En el siguiente apartado se revisan las explicaciones que se han proporcionado en torno a las variaciones en la competencia electoral en América Latina y el papel de la confianza en dicha dinámica. Se trata de valorar el papel atribuido por la literatura especializada a la variable confianza en los partidos sobre los cambios en la dinámica electoral y en los sistemas de partidos. En el tercer apartado se especifica el planteamiento metodológico relativo a la selección de casos, evidencia empírica y técnicas de análisis utilizadas. En el cuarto apartado se analizan los patrones de evolución de la confianza en los escenarios de cambio y en los de estabilidad con ganador que repite que se han seleccionado. En el quinto apartado se analiza el impacto de la confianza en los partidos sobre la estabilidad de la competencia electoral.
Patrones de competencia electoral en sistemas de partidos de América Latina
Al igual que en el caso europeo, con trabajos fundacionales como el de Seymour Lipset y Stein Rokkan (1967), las transformaciones en la competencia electoral de América Latina han ocupado la atención especializada, centrándose en diversos aspectos de las dinámicas electorales. Entre ellos destaca el estudio de la volatilidad (Mainwaring y Zoco, 2007; Yen-Pin, 2014); el análisis de los niveles de polarización y los cambios en la estructura de clivajes (Singer, 2016; Moraes, 2015; Handlin, 2014; Alcántara y Rivas, 2007; Moreno, 1999); la evolución de la congruencia (Otero Felipe y Rodríguez Zepeda, 2014; Selios, 2017), así como el estudio del grado de institucionalización (Mainwaring y Scully, 1995; Mainwaring y Torcal, 2015). Estos trabajos atestiguan los cambios en la región a lo largo de tres décadas de competencia electoral inaugurada con los procesos de transición a la democracia.
Basándose en estas dimensiones, la literatura ha descrito y explicado los desalineamientos y realineamientos del electorado latinoamericano, así como los posibles colapsos de sus sistemas de partidos. Se trata de una difícil clasificación. No hay un consenso sobre el modo en que ha evolucionado la competencia electoral en la región, no sólo por las diferencias entre sistemas políticos, sino también por el alcance de estas transformaciones. Miguel Carreras (2012) señala que la estabilidad en los apoyos electorales con escasas oscilaciones es la excepción más que la regla en los sistemas de partidos de América Latina. Sin embargo, prosigue este autor, frente al saber convencional pesimista, en la evolución de los sistemas de partidos latinoamericanos predominan los realineamientos en lugar de los desalineamientos.
El desalineamiento implica el aumento de los niveles de volatilidad de forma continuada, alteraciones en los niveles de participación y cambios en el apoyo a los partidos convencionales o tradicionales del sistema de partidos tras sufrir un debilitamiento de los vínculos de los electores hacia estos partidos (Bardi y Mair, 2008). Este desalineamiento puede llevar a un colapso en el caso de que los votantes pierdan la confianza en todos los partidos políticos (Carreras, 2012). Esto habría sucedido en Venezuela, Ecuador o Bolivia. No obstante, la literatura no deja claro si puede darse un desalineamiento que no lleve a la quiebra radical del sistema de partidos sino a una progresiva redefinición de los patrones de competencia electoral. Sería una suerte de desalineamiento que se congela sin tener consecuencias a corto plazo y que se puede remitir o profundizar.
Por su parte, el realineamiento es algo más que la redistribución del apoyo a los partidos, que sería más un escenario de simple alternancia dentro de la estabilidad, como argumenta Carreras (2012). El realineamiento en un sistema de partidos refleja un cambio en la estructura del conflicto partidista: supone la aparición de un nuevo clivaje y de nuevos partidos para reflejar nuevos intereses. En esta línea, el trabajo de James Sundquist (1983) establece que uno de los requisitos para un realineamiento crítico es que los partidos tengan capacidad de polarizar respecto a un issue de gran relevancia para el electorado. Además, para hablar de realineamiento es necesario que este cambio en las preferencias se mantenga a largo plazo, suponiendo la reestructuración del sistema de partidos. Este sería el caso de Costa Rica, donde se vieron afectados los niveles de confianza en los partidos tradicionales y se redefinió la identificación partidista.
En contraste con los cambios que implican tanto un proceso de desalineamiento como uno de realineamiento, que han sido los más frecuentes en América Latina desde la década de los años noventa, hay otros patrones de competencia electoral que tienen que ver con la estabilidad. Ésta puede darse con alternancia, como ha ocurrido en Colombia desde 1958 hasta la victoria de Álvaro Uribe en 2002 (ver sobre esto Dargent y Muñoz, 2011), o en Venezuela hasta 1993, cuando el sistema comienza a dar señales de colapso (Molina y Álvarez, 2004). O bien, puede ser estabilidad sin alternancia, donde entrarían todos los casos de victorias repetidas de un mismo partido, como en Ecuador y Bolivia desde 2006 y en Venezuela desde 1998 (Tanaka, 2015), entre otros que se verán más adelante.
En las situaciones de cambio, ya sea de desalineamiento o de realineamiento, se alude a la variación en los vínculos con el electorado, pero este elemento no está suficientemente estudiado mediante la atención a variables como la confianza en los partidos y la identificación partidista. Tampoco se ha estudiado qué sucede con la confianza en los escenarios de estabilidad.
La explicación del cambio en la dinámica electoral a partir de la confianza en los partidos
Existen dos grupos de factores que la literatura ha subrayado para la comprensión de los cambios en la competencia electoral de América Latina. El primero de ellos son los factores de tipo económico que se basan en los fundamentos del voto económico y cuyo impacto se ha comprobado en la región. Un exponente de esta corriente sería el trabajo de Michael Lewis-Beck y María Celeste Ratto (2013), que defiende la existencia de un voto económico sociotrópico (se valora el estado general de la economía) retrospectivo apoyado en valiosa evidencia empírica y que aporta una reflexión sobre las posibles limitaciones de este argumento. Dentro de este grupo de trabajos, pero más vinculado con la dinámica partidista, destacamos a Kenneth Roberts (2015 y 2012), quien establece que las políticas de ajuste económico orientadas al mercado durante los años noventa condicionaron el surgimiento de alternativas populistas y de izquierdas en la región. En aquellos sistemas de partidos donde el descontento social no se canalizó por la vía de los partidos políticos existentes, se erosionaron los vínculos entre partidos y votantes, y ello aupó a nuevos partidos políticos. En esta misma línea, Roberts y Erick Wibbels (1999) ya hablaban del impacto de las crisis económicas de corto plazo sobre la dinámica electoral.
Un segundo grupo de explicaciones de los cambios en la dinámica electoral pone el énfasis en cuestiones políticas e institucionales. Así, entre las explicaciones que enfatizan variables políticas, hay trabajos que subrayan cuestiones de agencia. Por citar algunos ejemplos, Samuel Handlin (2014) combina la calidad del desempeño de los partidos en el gobierno y los patrones de polarización para explicar la probabilidad de que entren nuevos partidos políticos. Juan Andrés Moraes (2015) destaca la relación entre polarización y volatilidad. Por su parte, Raúl Madrid (2005) argumenta que los fallos en la incorporación de sectores de población indígena han sido elementos desestabilizadores de los sistemas de partidos que ayudan a predecir los cambios en la dinámica electoral, mientras que Santiago López (2005) señala la habilidad de los nuevos partidos para transformar las líneas de división existentes, así como su relación con los partidos.
Aún dentro de las explicaciones políticas, pero atendiendo a aspectos de índole institucional, la posibilidad de reelección presidencial es otra de las cuestiones que puede condicionar la volatilidad presidencial. La evidencia muestra que la reelección tiende a favorecer al candidato que la promovió siendo presidente y, consecuentemente, se favorece la estabilidad electoral (Corrales y Penfold, 2014).
Junto a estas aproximaciones, una explicación ambiciosa y comprehensiva que combina algunos de estos aspectos es la que ofrece Noam Lupu (2014). Según este autor, la erosión de las marcas partidistas es el resultado de la implantación de políticas incongruentes con las posiciones tradicionales de estos partidos y de los procesos de convergencia programática entre partidos distintos. Ello debilitó los vínculos entre votantes y partidos; estos últimos se volvieron más susceptibles a la evaluación retrospectiva, que les retiró definitivamente los apoyos en situaciones de mal desempeño gubernamental. De acuerdo con esto, el vínculo entre electores y partidos, medido mediante la identificación partidista, constituye un elemento poderoso para explicar el colapso de algunos partidos institucionalizados y, por ende, de sus sistemas de partidos.
En este contexto, nuestro trabajo analiza específicamente el impacto de una variable actitudinal para comprender los patrones de estabilidad de la competencia electoral. La alteración de las actitudes políticas, como la confianza en los partidos y la identificación partidista, puede condicionar las transformaciones de la competencia electoral. Es cierto que no son los únicos factores, pero poseen un potencial que merece ser tenido en cuenta. La literatura sobre antipartidismo y outsiders que se desarrolló hace unos años para abordar casos como el de Alberto Fujimori ya argumentaba sobre el impacto del descrédito a los partidos sobre el funcionamiento del sistema político (Kenney, 2004, entre otros). Así pues, en la línea de la literatura sobre alineamientos y desalineamientos, este trabajo proporciona evidencia al argumento de que la fortaleza de los vínculos de los ciudadanos con sus partidos —medidos aquí mediante la confianza en los partidos— impacta sobre la estabilidad electoral.
La confianza en los partidos políticos constituye un aspecto subjetivo que suele formar parte de las mediciones de la cultura política de un sistema político. Desde una perspectiva amplia, la confianza ciudadana en las instituciones es una cuestión de interés académico y social, y llega a considerarse un criterio que permite evaluar la salud democrática de un sistema político (Putnam, Pharr y Dalton, 2000; Newton y Norris, 2000). Se trata de una variable que afecta el conjunto del sistema político y que no se refiere a un partido político en concreto, sino a la valoración del conjunto de los partidos que integran un sistema de partidos (Dalton, 2006; Webb y Holliday, 2002; Dalton y Wattenberg, 2000). En este sentido, aunque se mide con una pregunta general sobre los partidos, es probable que las respuestas estén más influidas por las actitudes que tienen los ciudadanos hacia los partidos más votados que hacia los partidos menos votados. Siguiendo este argumento, en futuros trabajos se puede analizar la evolución de la confianza en los partidos una vez que acceden nuevos ganadores. Sería esperable que ésta mejorase como consecuencia de la mejor valoración del nuevo partido. Además, la confianza en los partidos está condicionada por otras actitudes y valoraciones. Margarita Corral (2008) muestra que los niveles de confianza en los partidos latinoamericanos están influidos, sobre todo, por dos factores actitudinales: la percepción del desempeño de los partidos en el gobierno, y la confianza general en el sistema.
Es esperable que la confianza en los partidos constituya un freno para los realineamientos y desalineamientos de un sistema de partidos, dado que los electores se sienten vinculados con los partidos existentes y ello disminuye el incentivo para la aparición de nuevos partidos y/o de nuevos ganadores. Y a la inversa, se espera que cuando aumente la desconfianza hacia los partidos, se abra un espacio de incertidumbre: el elector se puede mostrar más dispuesto a elegir un partido alternativo a los habituales en el que depositar su confianza. Esta lógica puede ser aprovechada para que nuevos partidos se conviertan en ganadores. Además, no se espera que sea automática la relación entre confianza y estabilidad electoral. En su momento, la confianza en los partidos fue uno de los cuatro indicadores de la medición de la institucionalización de los sistemas de partidos de Scott Mainwaring y Timothy Scully (1995). Niveles elevados de ésta aumentaban el grado de institucionalización del sistema de partidos, que también incluía en su medición los niveles de estabilidad electoral (volatilidad), de identificación partidista y la existencia de organizaciones partidistas sólidas.
Recientemente se ha cuestionado esta concepción aditiva de las cuatro dimensiones de la institucionalización, donde la ausencia de algún indicador pueda suplirse con la medición del resto de indicadores (Altman y Luna, 2015). Relacionado con ello, se ha contemplado la posibilidad de que un sistema de partidos tenga, por ejemplo, bajos niveles de volatilidad aunque se carezca de identificación partidista y/o de confianza en los partidos políticos. Se trataría de un tipo de institucionalización distinto, caracterizado por algunos como hidropónico: hay estabilidad electoral pero no hay una estructura de anclaje sólido. En esta categoría encajarían el sistema de partidos brasileño (Zucco, 2015) y el sistema de partidos de Chile en la actualidad (Altman y Luna, 2015).
Teniendo en cuenta estos matices respecto a la confianza, a continuación se explora su capacidad para influir en la estabilidad de la dinámica electoral en un conjunto de países.
Metodología: casos, datos y técnicas
Con el propósito de evaluar el papel de la confianza en los partidos sobre la competencia electoral, este trabajo plantea una comparación entre escenarios de estabilidad con predominio consecutivo de un mismo partido en el sillón presidencial y escenarios de cambio con la llegada de un nuevo ganador.
Para la selección de los casos, se han identificado las situaciones de estabilidad y de cambio tras los procesos electorales celebrados en los diferentes países de la región en el periodo de 2000 a 2015, con el fin de que en el momento de escribir el trabajo hubiera información suficiente para medir las variables. De este universo se han tomado únicamente las situaciones de estabilidad y de cambio, que suman un total de 14.
Por escenarios de ganador consecutivo entendemos aquellas situaciones de estabilidad en que un mismo partido revalida sucesivamente su condición de más votado. Son sistemas de partidos donde se puede llegar a dar una competencia cuasimonopólica, con altos niveles de concentración de voto en torno a un único partido y con una baja competitividad. Los casos del Movimiento al Socialismo (MAS) en Bolivia, de Alianza país en Ecuador y del Partido Socialista Unificado de Venezuela (PSUV) encajarían dentro de este grupo de estabilidad partidista sin alternancia.1 Tras una crisis de representación y un periodo de realineamiento, en todos estos casos se ha repetido la victoria del mismo partido de forma consecutiva. También en este escenario de estabilidad sin alternancia, aunque carente de una crisis de representación previa, se situaría el Partido de los Trabajadores (PT), en Brasil que registró cuatro victorias seguidas, así como el Partido de la Liberación Dominicana (PLD), con cuatro victorias presidenciales, y el Partido Justicialista (PJ) de Argentina, que hasta las elecciones de 2015 estuvo en el poder de forma ininterrumpida durante tres mandatos presidenciales.2
Por el contrario, los escenarios de nuevo ganador que aquí se estudian se caracterizan por la irrupción de partidos sin experiencia previa en el gobierno. En algunas de las elecciones presidenciales de los últimos años en América Latina se han sucedido victorias de partidos que nunca habían llegado al gobierno y que, en algunas ocasiones, se han simultaneado con la pérdida muy acusada de la fuerza de partidos muy consolidados. Este es el caso de la primera victoria electoral del Partido Acción Ciudadana (PAC) en Costa Rica y del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) en El Salvador. Se incluyen las victorias del Partido Nacionalista Peruano (PNP) y de Perú Posible (PP), así como del Partido Acción Nacional (PAN) en México, de la Alianza por Chile y de Cambio Democrático en Panamá.3 Por lo tanto, en este trabajo no se estudia el cambio que suponga una mera alternancia en el poder, sino aquella reorganización de los apoyos electorales que haya permitido el acceso al gobierno de un partido sin experiencia previa, que hasta entonces no había ganado elecciones presidenciales o simplemente no existía.
Aplicando estas restricciones y con el criterio temporal antes especificado, se analizan los casos recogidos en la tabla 1, que son un total de siete situaciones de cambios y siete de estabilidad. Otras situaciones que se dejan fuera de este trabajo son las alternancias como las que se suceden en Honduras o en Costa Rica hasta 2014, por citar dos ejemplos. En esos casos, partidos que en otras ocasiones habían ocupado la presidencia acceden a la misma, mientras que el objetivo del trabajo es analizar el contraste entre nuevos y viejos ganadores.
La medición de los niveles de confianza en los partidos políticos está basada en el Latinobarómetro. Se trata de una de las principales fuentes de información en torno a esta cuestión desde la década del 2000. Dado que se analizan los sistemas de partidos de cada país distribuidos por mandatos presidenciales, se han utilizado los datos de la confianza en los partidos (suma de respuestas “mucha” y “algo de” confianza) y se ha calculado su promedio en cada mandato.
A partir de estos datos, se realizará en el siguiente apartado un análisis descriptivo de la confianza en los partidos en los escenarios de estabilidad y cambio. Después, se llevará a cabo un análisis de regresión con el propósito de examinar la incidencia de la confianza en los partidos sobre la estabilidad de la competencia electoral. Debido a que la variable dependiente es nominal y consta de dos categorías (escenarios de continuidad electoral con ganadores consecutivos versus escenarios de cambio electoral con nuevos ganadores), se realizará una regresión logística binaria. En este apartado se justifica también la inclusión de tres variables de control destacadas en la literatura y se indica su operacionalización. Conviene alertar del reducido número de observaciones, por lo que debe tomarse este análisis estadístico como una aproximación exploratoria.
El Anexo 1 sintetiza los indicadores, las fuentes y los valores de las variables que conforman el modelo elaborado. Algunos de estos indicadores proceden de organismos internacionales (Banco Mundial, The Quality of Government y Latinobarómetro) y de fuentes académicas (Penfold, Corrales y Hernández, 2014), mientras que otros son de elaboración propia.
La confianza en los partidos políticos
Las diferentes encuestas de opinión pública permiten medir el grado de confianza en los partidos políticos latinoamericanos. Si bien el nivel de confianza es bajo en la región, como sugieren las series anuales de Latinobarómetro, se trata de una variable que experimenta variaciones entre países y a lo largo del tiempo. En este sentido, centrados en el contraste en el nivel de confianza entre escenarios de nuevos ganadores y de ganadores consecutivos, la tabla 2 muestra los promedios de confianza en la selección de casos para los diferentes periodos temporales analizados en cada sistema de partidos. La comparación entre las barras de los diferentes escenarios sugiere que la confianza en los partidos es, en general, menor en los países donde hay nuevos ganadores y es mayor en los de ganadores consecutivos. Perú es el país con el nivel más bajo de confianza en los partidos, que se produce en un escenario de nuevos ganadores, mientras que Uruguay es el caso de mayor confianza en un entorno de ganadores consecutivos. En esta misma línea, la tendencia a menor confianza en escenarios de cambios queda capturada en la barra promedio, que es superior en los escenarios de ganadores consecutivos que en los de nuevos ganadores.
A su vez, la evolución de los niveles de confianza en los partidos permite hacer hipótesis sobre la existencia de patrones diferenciados de confianza en los partidos en las coyunturas de cambio y en los escenarios de estabilidad. La tabla 3 compara de forma diacrónica los niveles de confianza en los escenarios de nuevos ganadores. Por una parte, en los escenarios de nuevos ganadores hay una variación más acentuada en el nivel de confianza en los partidos que en los de ganadores consecutivos. Esto se aprecia en los casos de Costa Rica, El Salvador, México y Panamá. Aquí la excepción sería Chile, que no registra grandes variaciones ni antes ni después de la llegada de la Alianza por Chile, y hasta cierto punto Perú.
Por otra parte, la evidencia muestra que no hay un único patrón en la dirección de la variación en los niveles de confianza. En lo que se refiere a la situación previa a la elección del nuevo partido, Panamá, Costa Rica y México encajan en el patrón esperado. El escenario en el que llega el nuevo partido está precedido por una bajada en el nivel de confianza habitual en el país. Por el contrario, El Salvador tiene un patrón menos esperable, puesto que la llegada del FMLN no está precedida del empeoramiento en los niveles de confianza, que ya eran de por sí bajos. En cierto modo se asemeja al caso de Chile. Cabe notar que en ambos sistemas políticos se produce la llegada de nuevos ganadores sin estar precedidos de un empeoramiento de los niveles de confianza, aunque ya existe un contexto de niveles bajos de confianza.
En lo que se refiere a los efectos de la llegada de un nuevo partido, Costa Rica es el país con resultados menos esperados, ya que la confianza tras la elección del PAC continúa cayendo en una situación de desalineamiento. Por el contrario, en Panamá y El Salvador la confianza en los partidos mejora tras la elección de sus nuevos ganadores (Cambio Democrático y FMLN, respectivamente).
El caso de Perú sería singular. En Perú la confianza había ido decreciendo para producirse luego una estabilización en niveles muy bajos que no se ve afectada con la llegada de nuevos ganadores (Perú Posible y Partido Nacionalista Peruano, en dos momentos diferentes). En resumen, hay alteraciones en los niveles de confianza en los escenarios de nuevos ganadores, aunque no siempre están precedidos por un empeoramiento de la confianza, ni necesariamente la confianza mejora tras la llegada de los nuevos ganadores.
En relación con los casos de estabilidad de la competencia electoral con ganadores que repiten, la tabla 3 muestra una suerte de dos tendencias. Por una parte, en tres escenarios se registran niveles estables de confianza (Brasil, Argentina y Bolivia). Por otra parte, hay cuatro escenarios que registran variaciones más acusadas de la confianza: Uruguay, Ecuador, Venezuela y República Dominicana, si bien estas oscilaciones no son tan acusadas como en los escenarios que registran la llegada de nuevos ganadores.
La tabla 3 también proporciona algunas observaciones adicionales. En primer lugar, los escenarios de ganadores consecutivos coexisten con niveles mayores de confianza en los partidos. Esto parece indicar que una mayor vinculación de los ciudadanos con los partidos favorece la estabilidad de la competencia electoral. En el apartado siguiente se tratará de comprobar que esto es así, sobre la base de un análisis estadístico explicativo confirmatorio. La segunda conclusión es que en los escenarios de nuevos ganadores, no sólo se presentan unos niveles inferiores de confianza en los partidos, en comparación con los escenarios de estabilidad, sino que la confianza está sujeta a mayor variación. Por lo tanto, los contextos de alteraciones acusadas en los niveles de confianza constituyen una ventana de oportunidad para nuevos ganadores. Finalmente, esta variación no evidencia patrones comunes: mientras que en unos casos la llegada de nuevos ganadores al ejecutivo ha ido acompañado de una mejora notable en los vínculos que desarrollan los ciudadanos con los partidos, en otros casos ha sucedido lo contrario.
El impacto de la confianza en los partidos sobre la estabilidad de la competencia electoral
Hemos visto que la confianza en los partidos políticos esboza contrastes entre los escenarios de continuidad electoral con ganadores consecutivos y los de cambio electoral con nuevos ganadores. ¿Significa esto que la confianza en los partidos ejerce una influencia destacada sobre la competencia electoral? Este apartado tratará de responder a dicho interrogante. Nuestra expectativa es que la confianza guarde una relación positiva con la estabilidad electoral, en la medida en que crea un marco de incentivos favorables para los partidos que se hallan en una posición predominante en el sistema de partidos.
Para medir la variable independiente, se recurre al indicador de confianza en los partidos de Latinobarómetro cuyos valores se han presentado en el apartado anterior. En el caso de la variable dependiente relativa a la estabilidad de la competición electoral, se ha construido una variable categórica. Así, se distingue entre sistemas de partidos caracterizados por una estabilidad electoral, con un mismo partido político que se impone en las elecciones presidenciales de forma consecutiva, y sistemas de partidos en los que un partido sin experiencia previa en el gobierno gana las elecciones presidenciales. A los sistemas de partidos que operan en escenarios de estabilidad electoral se les asigna el valor de 0, mientras que a los que se sitúan en escenarios de cambio, el valor de 1. El análisis estadístico que se utilizará para medir el impacto de la confianza en la estabilidad de la competencia electoral es la regresión logística binaria, dado que la variable dependiente es nominal.
Al examinar el impacto de la confianza en los partidos sobre la estabilidad electoral de los sistemas de partidos, resulta necesario controlar otras variables que también podrían ejercer influencia sobre la variable dependiente. Por ello se incluyen tres variables de control: la evaluación económica retrospectiva, la desigualdad de ingresos y las reformas para expandir la reelección presidencial. Se podrían tomar en cuenta variables adicionales, pero nos limitamos a éstas básicamente por dos razones:
1) el total de observaciones del modelo es reducido (41), lo que obliga a ser restrictivos en el número de variables seleccionadas; 2) la literatura aporta suficientes argumentos y evidencias para justificar la inclusión de estas variables. Así, muchos estudios han puesto de relieve que el estado de la economía es un determinante clave del voto, mostrando que cuando la economía prospera, los votantes premian al partido en el gobierno, mientras que cuando la economía flaquea, los votantes lo castigan (Key, 1966). Por lo tanto, cabe esperar que un buen rendimiento de la economía favorezca un escenario de estabilidad electoral y que un mal funcionamiento de la economía contribuya a un escenario de cambio. Para medir el efecto de la economía se ha elegido la siguiente pregunta del Latinobarómetro: “¿Considera usted que la situación económica actual del país está mucho mejor, un poco mejor, igual, un poco peor, o mucho peor que hace 12 meses?” En concreto, se han tomado las respuestas que expresan que la economía está yendo mejor (suma de “mucho mejor” y un “poco mejor”). Se trata de un indicador que captura las evaluaciones económicas sociotrópicas (sobre el estado general de la economía) de carácter retrospectivo (relativas al estado de la economía durante el año pasado), lo que, según algunos autores, resulta más adecuado para medir el voto económico (Lewis-Beck y Stegmaier, 2013; Nadeau et al., 2015).
La desigualdad económica es otra variable a la que se recurre con frecuencia para explicar fenómenos sociales, económicos y políticos muy diversos, como la débil garantía de los derechos ciudadanos, la inestabilidad democrática, la no provisión de bienes públicos o el freno al crecimiento económico (Hagopian, 2005; Bermeo, 2009). El comportamiento político no ha quedado al margen y particularmente se ha vinculado la desigualdad económica con una mayor abstención electoral y un peor desempeño de la accountability electoral (Bermeo, 2009; Barreda, 2014). Si la participación y la accountability electoral se ven resentidas, cabe esperar una menor variación en la competencia electoral. En definitiva, la relación esperable es que a menor desigualdad, mayor propensión a un escenario de cambio electoral. Para medir la desigualdad, se incluye en el modelo uno de los indicadores más conocidos, el indicador de Gini del Banco Mundial (la serie de datos se ha descargado de The Quality of Government Standard Dataset).
La última variable de control es de tipo institucional: la reelección presidencial. Se trata de una cuestión que ha generado un amplio debate académico en América Latina y que es responsable de buena parte de las reformas constitucionales de los últimos años. Más allá de los argumentos a favor y en contra, diversos estudios empíricos han puesto de relieve que raramente los presidentes pierden una reelección (Przeworski, 2010) y que en las elecciones celebradas tras una reforma constitucional que introduce o amplía la reelección, la diferencia con el segundo candidato suele ser más amplia (Penfold, Corrales y Hernández, 2014). Si la reelección presidencial tiende a dar ventaja al que ocupa la presidencia, cabe esperar, entonces, que los sistemas de partidos que operan en entornos en los que esté regulada la reelección tengan una mayor tendencia hacia la estabilidad electoral. A partir de la información de Michael Penfold, Javier Corrales y Gonzalo Hernández (2014), hemos elaborado un indicador dicotómico que refleja el estado de la regulación de la reelección presidencial: el valor 1 corresponde a aquellos casos en los que se han realizado reformas que permiten o flexibilizan la reelección presidencial, y el valor 0 se asigna a los casos en los que no se han llevado a cabo este tipo de reformas.
Los resultados del análisis de regresión logística se presentan en la tabla 4. El rendimiento general del modelo es satisfactorio: explica entre el 0.608 y el 0.810 de la variable dependiente y clasifica el 92.7% de los casos. De las cuatro variables independientes, tres son estadísticamente significativas: la confianza en los partidos, la reelección presidencial y, en menor medida, la evaluación económica retrospectiva. En los tres casos el signo se ajusta a lo esperado: a mayor nivel de confianza, menor probabilidad de que un sistema de partidos se encuentre en un escenario de cambio electoral con nuevo ganador; la introducción de reformas que permiten o flexibilizan la reelección presidencial hace aumentar la probabilidad de que haya estabilidad en la competencia electoral; cuanto mejor es la evaluación retrospectiva de la economía, menor es la probabilidad de que un sistema de partidos se halle en un escenario de cambio electoral con nuevo ganador.
Por lo tanto, en los casos analizados se aprecia una relación significativa entre confianza en los partidos y transformaciones de la competencia electoral, de modo que el nivel de confianza en los partidos de un sistema político constituye uno de los factores que afectan al fenómeno multicausal del cambio electoral. En concreto, la confianza en los partidos constituye un importante activo para la estabilidad de la competencia electoral en un sistema de partidos. De todas formas, dado el número reducido de observaciones, no se pueden tomar estos resultados como definitivos. Con una muestra más amplia de casos se podría extender la generalización de que, en contextos de elevada confianza en los partidos, resulta menos probable el acceso al poder de nuevos ganadores, esto es, de partidos sin experiencia previa de gobierno. Este tipo de escenarios de alta confianza hacen improbable que se produzca una reorganización brusca de los apoyos electorales.
Conclusiones
Este trabajo se ha ocupado de los efectos de la confianza en los partidos sobre la dinámica electoral y sobre la potencialidad de atender a esta variable en la comprensión de las reconfiguraciones de los sistemas de partidos. La confianza constituye un indicador de la fortaleza de los vínculos entre los ciudadanos y sus partidos, así como de la legitimidad de que disfrutan los partidos. Generalmente, las valoraciones de confianza suelen estar influidas por la percepción en torno a los partidos más votados del sistema de partidos.
La confianza en los partidos registra niveles bajos en la mayor parte de los sistemas políticos latinoamericanos. No obstante, esta variable ha experimentado alteraciones a lo largo del tiempo que son más acusadas en unos casos que en otros. Así, se han apreciado importantes variaciones en los periodos estudiados de Costa Rica, El Salvador y Panamá en escenarios de nuevos ganadores.
El trabajo ha explorado el papel de la confianza en los partidos políticos en la comprensión de la estabilidad y del cambio en la competencia electoral. El contraste entre escenarios de estabilidad con ganadores consecutivos y escenarios de cambio con nuevos ganadores en elecciones presidenciales ha permitido extraer dos conclusiones principales.
Por una parte, los escenarios en que se producen traslados de los apoyos de unos partidos a otros suelen estar asociados con variaciones en los niveles de confianza en los partidos políticos. En menor medida se aprecia que la estabilidad en la confianza en los partidos políticos suele acompañar los escenarios de continuidad electoral. Por lo tanto, la reelección de forma consecutiva de un mismo partido es más probable cuando no empeora la confianza que generan los partidos existentes. Estos argumentos se han comprobado mediante análisis de tipo descriptivo.
Por otra parte, mediante un análisis explicativo se aprecia el impacto específico de signo positivo de la confianza en los partidos sobre la probabilidad de que persista la estabilidad electoral y de que repitan ganadores consecutivos. La confianza en los partidos que integran un sistema político es un factor que previene los cambios en los sistemas de partidos y, viceversa, la irrupción de nuevos partidos es más probable cuando la confianza en los partidos experimenta un descenso. Un futuro trabajo, sobre una muestra más amplia de casos, podría confirmar con mayor robustez los hallazgos sobre la relación entre confianza partidista y estabilidad electoral que aquí, con claridad, se han detectado.
Estos hallazgos tienen dos implicaciones para el estudio futuro de los patrones de competición electoral. En primer lugar, los nuevos partidos tendrían una oportunidad mayor en contextos de desconfianza hacia los partidos, ya que podrían capitalizar esa actitud hacia los partidos como una herramienta para competir con partidos asentados y que hayan sido repetidamente ganadores. En segundo lugar, existe evidencia para argumentar que la reorganización de la competencia electoral puede estar condicionada por la confianza en los partidos. De este modo, los trabajos sobre volatilidad pueden considerar ésta una de las variables explicativas, de la misma manera que trabajos sobre otras dimensiones de los sistemas de partidos —como la polarización, nacionalización, institucionalización, congruencia, por citar algunas de las más estudiadas— pueden tener en cuenta el grado de confianza en los partidos como factor del entorno con capacidad de influir sobre la evolución del sistema de partidos. En tercer lugar, de manera complementaria a las consideraciones realizadas sobre los cambios en el sistema de partidos, este estudio pone en evidencia la relevancia de abordar futuros trabajos con una aproximación más micro, sobre la base de datos individuales, que permitan captar la relación entre la confianza en los partidos y la orientación del voto.
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Recibido: 28 de agosto de 2017
Aceptado: 24 de septiembre de 2018