Universidad Nacional Autónoma de México • Instituto de Investigaciones Sociales

v78n4r3Karine Tinat. Los pijos de Madrid. Reflexiones sobre la identidad y la cultura de un grupo de jóvenes
(México: El Colegio de México, 2014), 345 pp.

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Reseñado por:
Ana Luisa Fayet Sallas

Universidade Federal do Paraná/Brasil

La lectura del libro de Karine Tinat, Los pijos de Madrid, ofrece una oportunidad especial para conocer a un grupo social determinado frente a los desafíos inherentes a la realización de un trabajo de campo junto a categorías sociales de élite. Antes de pasar a esta cuestión, presento brevemente el tema abordado en la obra, cómo fue metodológicamente trabajado y los aspectos que considero relevantes apuntados en la investigación, así como algunos de los puntos más frágiles identificados.

La investigación realizada por la autora parte de dos preguntas: ¿quiénes son los pijos? y ¿qué los singulariza frente a otros agrupamientos juveniles? Estas cuestiones son el hilo conductor de la obra, dividida en tres partes: en la primera, la autora se detiene en la búsqueda de los significados de la palabra “pijo” a través de una lectura de los diccionarios y, al mismo tiempo, estableciendo una conexión de los significados de las palabras con sus usos, en especial los derivados de sentidos más negativos y estereotipados de la palabra. En la segunda parte presenta el resultado de su investigación de campo profundizando la cuestión de las construcciones identitarias de los pijos, articulando datos de cuestionario, de entrevistas y de observación orientados teóricamente por la semio-pragmática y la estética de la comunicación. En la última parte, el libro ofrece al lector la posibilidad de una mayor comprensión sobre el universo pijo en tres espacios sociales diferentes: la cafetería de la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense de Madrid, la discoteca Pachá y el balneario Marbella. En esta parte, el eje teórico principal fue el de la antropología de la comunicación.

La obra es el resultado de una investigación realizada durante 1998 y 2002. Las razones de la publicación tardía fueron explicadas de forma muy clara, así como las que justificaron la publicación del libro de forma integral en 2014. Ciertamente, sus lectores deben estar satisfechos con lo que encuentran en la obra: un libro bien escrito, articulado de modo coherente teórica y metodológicamente, y que ofrece la oportunidad de acompañar al objeto de investigación en todos sus momentos de formulación, desarrollo y reflexiones, proporcionándonos un viaje hacia el campo de investigación. Resalto el interés de la autora por convocar a los lectores que se encuentren en situaciones de investigación a interactuar con sus informantes y saborear lo humano de los encuentros y las experiencias (p. 15).

En la introducción, la autora expone cómo fue construyendo su investigación, sus orientaciones teoréticas y metodológicas, delimitando el grupo pijo: definido como un grupo juvenil urbano que construye y cristaliza una imagen colectiva a partir de diferentes criterios como la ropa, la territorialidad y las ideologías. En la secuencia, presenta el itinerario metodológico tratando especialmente la perspectiva de los pijos como un agrupamiento juvenil en diálogo crítico con toda la tradición teorética en este campo. Se destaca el hecho de que gran parte de los estudios sobre agrupamientos juveniles, realizados desde los años ochenta del siglo pasado, fueron construidos a partir de grupos subalternos, marginales, disidentes, en gran medida de orígenes sociales populares y clase media. Delante de esto, ¿cómo realizar una investigación con grupos establecidos, originarios de clases medias y altas, detentoras de elevado capital económico, social y cultural? Esta cuestión se refiere a dos problemas: uno interno al campo intelectual, con respecto a la legitimidad de nuestros objetos de investigación; otro, referido a la condición de entrada en el campo de investigación, aspecto muy bien descrito por la autora y presentado a lo largo del libro.

En cuanto al primer aspecto, parece que Tinat fue eficiente en presentar sus argumentos delante de la brecha existente sobre el tema de los grupos de élite. Con excepción de la ciencia política, tanto la sociología como la antropología tienen una larga tradición de trabajos sobre grupos sociales más vulnerables social y culturalmente, y existen pocos estudios sobre grupos sociales establecidos. En el caso brasileño, cito el ejemplo pionero de la tesis de doctorado de Gilberto Velho, Nobles y ángeles. Un estudio de tóxicos y jerarquía (1998), defendida en la Universidad de São Paulo en 1975. Se trataba de una dupla de novedad: un estudio pionero de antropología urbana y de grupos “desviantes”, en lo que se refiere al uso de drogas, puesto que un grupo era representante de una élite intelectual de vanguardia y el otro de jóvenes surfistas oriundos de segmentos burgueses de la sociedad carioca.

Dentro del campo de la antropología urbana y de la sociología, las investigaciones junto a grupos de élite se han tornado fundamentales, pues pueden ofrecer el conocimiento de los elementos identitarios que les son propios a través de diferentes símbolos y signos compartidos de la autoimagen de grupo que construyen, inscritos en relaciones sociales que serán compartidas y contestadas por individuos de otros origenes sociales. Con esto, creo que el estudio de Tinat trae consigo una gran contribución que puede alinearse al trabajo de Norbert Elias y John L. Scotson, Os estabelecidos e os outsiders (1999), donde estos autores abordan el tema de las diferencias en las relaciones de poder dentro de los moradores de una misma localidad. El grupo de élite, constituido por los integrantes de la “buena sociedad”, posee una autoimagen positiva de sí que lo lleva a actuar con fuerte cohesión y coerción social, apoyado por la idea de antigüedad en el local de residencia. Sociológicamente definidos como la “minoría de los mejores”, ellos son capaces de apoyar las relaciones internas del grupo, creando una relación antagónica a los outsiders. Aquéllos, como grupo que se constituye a partir de la existencia de una “minoría de los peores”, también ejercen un efecto de contagio a todos los residentes de una determinada zona de la comunidad.

En el caso del estudio realizado por la antropóloga no existen propiamente los “no-pijos”, ya que su preocupación fundamental fue saber lo que era identificado como “pijo”. Además, como se demuestra a lo largo de su trabajo, existen entre ellos algunas especificidades que promueven también la existencia o la identificación entre ellos de los “falsos pijos”. Es interesante destacar este aspecto presente en la primera parte del libro: de los diccionarios antiguos a los jóvenes entrevistados, la autora ofrece por fin una definición de lo que serían los “pijos”: “el pijo es el joven vanidoso, con apariencia vestimentaria cuidada, de estilo clásico o última moda, ‘bien nacido’ o que, si no es el caso, busca obtener cierta consideración por la adquisición de bienes materiales o la frecuencia en ambientes elitistas cerrados” (116).

Partiendo de esta definición, la autora nos lleva a los espacios de Madrid, a los locales donde viven los pijos, barrios de mayor prestigio, estableciendo un eje de análisis que pasa por la relación de estos grupos elitarios en la España con el franquismo. Como estrategia de investigación, considero que toda la descripción etnográfica de las festividades del 20 de noviembre, fecha de muerte de Franco, se reveló fecunda para los objetivos de investigación, además de mostrar la sensibilidad de la investigadora siguiendo pistas que pasaron por los graffitis de los baños de la Facultad de Derecho, e incluso graffitis en muros fuera de la facultad con los escritos: “Derecho no es fascista”, que días después fue pintado “Derecho es católica” (191). Puede percibirse, también, por la aplicación de un cuestionario entre 100 jóvenes de la Facultad de Derecho, que una tercera parte de ellos aún reconocía los valores y contribuciones de Franco para España. Además de este hecho, la mayoría de los jóvenes entrevistados eran católicos y practicantes.

Más adelante en este eje, demuestra también el proceso de construcción de la identidad de los jóvenes pijos que se suscriben en un eje amplio que pasa de su anclaje en valores tradicionales de la familia y de la Iglesia católica, al mismo tiempo que se asocian con prácticas modernas y lúdicas. En este sentido, la utilización del concepto de habitus de Pierre Bourdieu auxilia a la comprensión del proceso de construcción de las imágenes de sí y de los otros formuladas por los pijos como sus esquemas de autoclasificación y clasificación de los otros. Estos elementos concurren para que entre ellos mismos existan una serie de elementos asociados con el consumo de lujo a un conjunto de prácticas consideradas apropiadas y deseables, como la frecuencia al acudir a los centros comerciales o a la práctica de deportes de élite. No son jóvenes rebeldes ni contestatarios que construyen una imagen de futuro, anclados en los valores del pasado.

En la última parte del libro tenemos los mundos encantados de los pijos: la cafetería universitaria, la discoteca Pachá y el balneario de Marbella. Cada uno de estos lugares se describe y analiza de forma detallada, destacando los distintos escenarios y las múltiples formas de interacción existentes. En función del propio estilo de escritura, somos llevados a estos mundos de ensueños y encantamientos. De común, apenas el hecho de que estamos delante de espacios públicos articulados al binomio estudio-ocio. Con excepción de la discoteca, que es de hecho un espacio de acceso limitado, tanto la cafetería como el balneario pueden ser pensados como espacios públicos en oposición, por ejemplo, al espacio privado de las familias de los jóvenes pijos. Creo que, considerando este aspecto, hay algunas cuestiones en relación con el libro. Primero, al presentar la descripción de la discoteca Pachá y las diferentes formas de interacción existentes entre hombres y mujeres, como un gran teatro en que todos actúan e interactúan, incluyendo los espacios entre bastidores, todos somos llevados al sueño de un lugar donde no existen conflictos, o donde aún no ocurren —por lo menos no parecen descritas— conductas transgresoras. Todos son y actúan de forma “civilizada”. Todos actúan de acuerdo con sus papeles sociales, evitan comportamientos que podrían romper con el ambiente mágico existente, como el uso excesivo de alcohol o de drogas. Cabe señalar que la mención al uso de drogas aparece en la nota 12 de la página 313, cuando la autora describe la vida nocturna de los pijos en el Palacio Babilonia en Marbella. En este caso, vale la pena anotar que la droga más consumida es la cocaína, descrita por el informante como una droga que promueve sentimientos de euforia y de superpoderes.

¿Si de hecho los jóvenes pijos y pijas utilizan máscaras sociales que los inscriben como pertenecientes al grupo de los pijos —identificados, de jóvenes bien comportados y de buenas familias—, cabe pensar si existe para este grupo espacio para conductas desviadas o no regladas? Como jóvenes hijos e hijas bien nacidos, de familias burguesas, es de imaginarse que en el interior de las propias familias existan otros tipos de comportamientos, aunque éstos no sean deseados entre sus herederos. Es posible que existan otras trayectorias que no expresen los valores reproducidos de este mundo de ensueños y encantamientos, pero quizá se trata de otra cuestión que huye de la propuesta por la autora. Así, los pijos son reconocidos como grupo urbano que comparte estilos de vida similares: jóvenes integrados, pacíficos y hedonistas, no contestatarios, integrados a la sociedad y al consumo de la moda. Expresan también lo que la autora expone como aquellas “barras de hierro invisible” o “las gayolas de oro” que, de alguna manera, también ejercen presión sobre su conducta. Es posible imaginar que aquellos jóvenes pijos que vivieron en una situación social de confort material y libre de las presiones que afectaban otros estratos sociales en la España de comienzos del siglo XXI desearan vivir las mismas condiciones de sus padres, lo que puede revelar una inmensa presión por el suceso y sus símbolos. Realización profesional y casamiento prestigioso son aún objetivos que deben alcanzarse. Fallar en un universo encantado no debe ser condición deseable.

Al mismo tiempo, no deja de ser curioso imaginar cómo estarían aquellos pijos y pijas entrevistados durante la investigación. La euforia del desarrollo económico y de la modernización de España sufrió un duro golpe en 2008, que afectó hasta hoy gran parte de la población joven que enfrenta el desempleo o condiciones precarias de trabajos. Seguramente, los pijos aún deben existir en Madrid, quizá manteniendo los valores apuntados por Tinat en su obra, pero cambiando para algunos nuevos espacios de moda o eligiendo otros destinos de ocio, y no el balneario de Marbella. De acuerdo con el eje analítico presentado por Tinat como grupo, los pijos transitan entre las fronteras de la tradición y de la modernidad, teniendo en este componente el elemento que los singulariza y nos acerca a su humanidad.

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