Universidad Nacional Autónoma de México • Instituto de Investigaciones Sociales

v78n3r3Sagrario Garay Villegas, María Concepción Arroyo Rueda y Jorge Enrique Bracamonte Grajeda (editores).
Vejez, familia y bienestar. Dimensiones micro y macrosociales del envejecimiento y la vejez
(México: Universidad Autónoma de Nuevo León, 2015), 171 pp.

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Reseñado por:
Jesús Rivera Navarro

Universidad de Salamanca, Campus Unamuno
Facultad de Ciencias Sociales

El libro que comento y analizo es un texto que ayuda a entender lo que ocurre en el mundo en general y en México en particular, a nivel de cambios demográficos, políticos, sociales, económicos, familiares, entre otros, que en este caso tienen que ver con el colectivo de las personas mayores. El mundo académico, e incluso cualquier persona con un mínimo de conocimiento y de interés en el ámbito de las personas mayores (o la gerontología), puede conocer con relativa facilidad las características generales de lo que pasa en México en relación con el envejecimiento; de esta forma, podemos conocer la distribución de los adultos mayores en los medios rural y urbano, el estado general de salud de las personas mayores, su nivel socioeconómico, etcétera.

El libro tiene dos elementos que lo hacen muy relevante para un análisis integral del adulto mayor en México: 1) Actualización de problemáticas que afectan especialmente al adulto mayor. 2) Abordaje de las diferentes dimensiones del envejecimiento a nivel local; en un país tan extenso y tan diverso como México, dicho abordaje cobra todavía más importancia.

Por las razones que acabo de esgrimir, he leído con mucho interés Vejez, familia y bienestar. Una de sus grandes virtudes ha sido aunar a autores que estudian problemas de esta etapa de la vida en diferentes lugares de México y con miradas metodológicas distintas (metodología cualitativa y cuantitativa, y dentro de éstas destaco la utilización de varias técnicas).

El libro está dividido en cuatro partes relacionadas con cuatro dimensiones claves para entender muchos elementos relacionados con las personas mayores; probablemente se podrían incluir algunas más, pero éstas, que analizaré a continuación, tendrían que estar sin duda.

La primera parte se titula “Redes de apoyo social”. La literatura científica indica que el concepto de apoyo social se refiere, fundamentalmente, a aquellas personas que pueden proveer al anciano de un apoyo instrumental, material o emocional; en algunos casos este apoyo es fundamental para la cotidianidad de los ancianos. Se ha demostrado que el apoyo social tiene una relación directa con el estrés, y éste con la salud, con lo cual acaba siendo también un indicador indirecto de la salud y de la calidad de vida de la persona mayor (Roberto Castro, Lourdes Campero y Bernardo Hernández, 1997. “La investigación sobre apoyo social en salud: situación actual y nuevos desafíos”. Revista de Saúde Pública 31 (4): 425-435).

Este bloque se abre con un capítulo firmado por Concepción Arroyo y Liliana Vázquez, en el que se plantea la percepción del bienestar familiar y social de las personas mayores; un punto de partida fundamental es saber qué piensan las personas mayores. En este capítulo se plantean cuestiones tan interesantes y preocupantes como la autopercepción negativa de la vejez y cómo las personas mayores también perciben la vejez como una etapa improductiva y, por lo tanto, inútil (estos fenómenos nos recuerdan el concepto de la profecía autocumplida elaborado por Rocío Fernando Ballesteros, 1992. Mitos y realidades sobre la vejez. Barcelona: sg-Fundación Caja Madrid); cómo los roles de género determinan la percepción de la vejez de las propias personas mayores, y cómo las mujeres tienen una mejor capacidad de adaptación, por una mayor versatilidad para desarrollarse en diferentes esferas de la vida y no sólo en la laboral. Por último, destaco el énfasis que hacen las autoras en considerar a los viejos como ciudadanos y no como sujetos beneficiarios de programas sociales.

En este mismo grupo temático de redes de apoyo social hay otro capítulo dedicado a las redes de apoyo social a adultos mayores en el barrio de Tlalpan, en la Ciudad de México. En este capítulo se utiliza una escala estandarizada para medir el apoyo social (es importante utilizar este tipo de escalas para luego poder comparar nuestros datos con otros estudios en diferentes lugares del mundo). Destacaría la contabilización de los diferentes tipos de apoyo social (W.E. Broadhead et al. (1989). “Functional versus structural social support and health care utilization in a family medicine outpatient practice”. Medical Care 27 (3): 221-233).

El tercer capítulo de este grupo es el dedicado al apoyo social de las personas mayores que viven en la pobreza, una situación transversal pero que para los adultos mayores resulta lacerante. De este capítulo, que utiliza metodología cualitativa, destacaría señalar cómo el género (o el sistema patriarcal) puede influir en la pobreza, lo que es obvio en el caso de la mujer pero también entre los hombres cuando sus valores les impiden, por ejemplo, establecer relaciones de pareja porque se consideran incapaces de ser proveedores económicos. También destacaría el apoyo vecinal y el papel de las asociaciones u ONG en la ayuda social al anciano.

El cuarto capítulo, y el último en-globado en el grupo de redes sociales, recoge discursos de adultos mayores en contextos rurales y urbanos. Destaco cómo, a pesar de la homogeneización cultural que hay entre los mundos rurales y urbanos, como señala Manuel Castells en su trilogía La era de la información (2001, 2002, publicada en México por Siglo XXI Editores), los investigadores que firman este capítulo constatan diferencias en la pervivencia de roles tradicionales de las personas mayores (como ser consejero) entre el hábitat rural y urbano. Se corrobora también cómo se diluye la autoridad que reafirmaba el sistema patriarcal, especialmente en el área urbana. Por último, me parece muy relevante la relación que establecen los autores entre el distanciamiento entre los familiares y los ancianos y el maltrato.

La segunda parte, titulada “Salud y vejez”, está compuesta sólo de dos capítulos: en el primero se hace un abordaje desde el punto de vista de la geografía y de cómo cada región y su clima influye en la salud en general y en particular en la salud de las personas mayores. El trabajo empírico se realizó en el estado de Veracruz. De este capítulo merece la pena resaltar la utilidad de los Sistemas de Información Geográfica (SIG) para el estudio de la distribución de las enfermedades y, por ende, de las desigualdades en salud (Enrique Loyola et al., 2002. “Los sistemas de información geográfica como herramienta para monitorear las desigualdades en salud”. Revista Panamericana de Salud Pública 12 (6): 415-428). Desde hace algunos años se está aplicando esta metodología con acierto en diferentes dimensiones y disciplinas y también en el estudio de la salud. El segundo capítulo de esta parte es un texto dedicado a la salud de la población adulta mayor de origen mexicano en Estados Unidos, o nacidos allá. Se basa en fuentes de datos secundarios, concretamente fuentes estadounidenses, y los datos que presenta su autor son muy alarmantes: por ejemplo, 53% de la población adulta mayor nacida en México no tiene servicios de salud, el alto nivel de automedicación y de remedios caseros entre los mexicanos, y la distribución de las enfermedades entre los migrantes. Este capítulo deja un camino abierto muy claro y tangible para seguir trabajando en el análisis de las diferencias antes dichas.

La tercera parte está dedicada a las políticas sociales. El primer capítulo está enfocado en las pensiones y las personas mayores. Hay un gran número de adultos mayores en México que cobra una pensión exigua o no tiene ingreso alguno, a pesar del esfuerzo de los programas focalizados (como Oportunidades o programas asociados con el Desarrollo Integral de la Familia). Destaca también la diferencia sustancial entre la cobertura de las pensiones entre el medio rural y urbano y la diferencia de género. Ante esta situación, es la familia la que lleva el rol de principal proveedor. El segundo capítulo versa sobre la vulnerabilidad social de los adultos mayores en el estado de Chihuahua. Me parece muy útil de cara a las políticas sociales que podrían o deberían implementarse en dicho estado. Se señala cómo en las zonas estudiadas hay un porcentaje importante de adultos de 75 años o más (un factor importante de vulnerabilidad), cómo la tercera parte de las personas mayores viven solas, cómo una parte importante de las viviendas de adultos mayores no cuenta con una infraestructura adecuada para soportar el clima áspero de esta zona del país, y cómo muchas de las personas con enfermedades crónicas tienen un riesgo enorme de no poder financiarse los medicamentos necesarios. Por último, da la voz de alarma en cuanto a la negligencia existente hacia los adultos mayores, considerada un tipo de maltrato (Jesús Rivera Navarro, 2012. “El maltrato en el adulto mayor con demencia”. En El olvido de los años. Envejecimiento, violencia y políticas sociales, compilado por Sandra E. Mancinas Espinoza, 161-185. México: Clave Editorial).

La última parte está dedicada a las identidades de las personas mayores. La identidad se ha convertido en un tema de investigación muy importante en las ciencias sociales, ya que es un indicador de cómo la propia persona construye su cotidianidad a partir de cómo se percibe en relación con diferentes dimensiones (Modesto Escobar y Helena Román, 2011. “La presentación del yo en el ciberespacio: un análisis de las autodefiniciones personales en blogs y redes sociales”. Revista de Psicología Social 26 (2): 207-222). En el primer capítulo se analizan las identidades de las personas mayores en la actualidad, haciendo hincapié en las personas mayores obligadas a vivir en la ciudad para ser cuidadas, y las diferencias de género establecidas. El segundo capítulo estudia la vejez indígena otomí, concretamente el apoyo emocional y la compañía social; se trata de un estudio etnográfico. En este caso, se señala la desintegración de los lazos familiares al producirse una actitud de desapego de los hijos, que tiene que ver también con la desaparición de ciertos ritos. Sin embargo, la red social de amigos y vecinos parece más importante que en otros colectivos. El último capítulo analiza las formas de regular las emociones sociales tanto de los cuidadores como de los ancianos que reciben cuidados, y cómo un afrontamiento inadecuado del control de dichas emociones por parte del cuidador, pero también del anciano, puede dar lugar a conflictos irresolubles y que pongan en peligro dichos cuidados. En el control de las emociones influyen muchos elementos contextuales, como el contexto urbano y sus limitaciones arquitectónicas.

En definitiva, el libro aquí reseñado puede ayudar a conocer, con más profundidad, la situación actual de los adultos mayores en México.

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