Samir Amin. Ending the Crisis of Capitalism or Ending Capitalism? (Reino Unido: Pambazuka Press, 2011), 119 pp.
Reseñado por:
Abigail Rodríguez Nava
Departamento de Producción Económica
Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco
En este libro se expone de forma interesante el proceso de evolución del capitalismo en los años recientes, que desembocó en la crisis global actual. Las distintas expresiones de la crisis (agrícola, energética, ecológica, económica, laboral y financiera) son facetas que manifiestan los cambios en la dinámica del capitalismo.
Las explicaciones convencionales (con las que muchos economistas ortodoxos coinciden) de la inestabilidad económica-financiera y de los conflictos sociales recientes indican que estos eventos son resultado de descuidos o equivocaciones menores en la observación de los riesgos de mercado. Se afirma que no se tomaron las medidas prudenciales o regulatorias adecuadas, lo que propició la oferta de nuevos y numerosos títulos financieros y de créditos sin control, y ocasionó quiebras de empresas y pérdida de empleos. En contraste, la tesis central de Samir Amin subraya que dos rasgos esenciales del capitalismo contemporáneo condujeron a la crisis: la "acumulación por despojo" y la confluencia de los oligopolios generalizados con la financiarización. Para ahondar en ellos, el autor destaca la contribución de los siguientes sucesos:
1. El colapso financiero de la era global. Para Amin, la gran crisis del capitalismo inició en 1971, con la suspensión de la convertibilidad del dólar en oro por parte de Estados Unidos, hecho que se vincula con los conflictos políticos acontecidos en varios países en la época. Para revivir al capitalismo se emprendieron entonces, a partir de 1980, las políticas del neoliberalismo: desregulación de mercados, libre movilización de capitales, reducción de la intervención estatal, flexibilidad de precios (incluidos tipos de cambio, tasas de interés y salarios), todas ellas presentes en el conocido Consenso de Washington. Lo destacable de estas políticas es que el discurso oficial ha pregonado que fueron necesarias como un requisito para alcanzar el crecimiento económico y, en consecuencia, el desarrollo productivo y la creación de empleos, cuando en realidad, explica Amin, el objetivo era asegurar la redistribución del ingreso hacia los poderes oligopólicos.
2. El eurocentrismo. Una de las dimensiones centrales de la cultura y de la ideología capitalista se expresa en el eurocentrismo, que pretende imponer y generalizar el modelo occidental de vida. Si se parte de los contrastes entre los procesos de desarrollo de China y Europa, destaca la intensificación de la producción agrícola en China, que desde siglos anteriores aseguraba el acceso a la tierra y la disponibilidad de sus productos por parte de los campesinos, mientras que en el modelo occidental europeo se privilegió la propiedad privada de la tierra, se despojó a sus pobladores originales de recursos y se les expulsó a los centros urbanos (este mismo modelo se aplicó en los territorios colonizados).
3. La acumulación por despojo. Éste es el rasgo distintivo e inherente a toda la historia del capitalismo. La desposesión no ha sido exclusiva de algún periodo histórico, sino que continúa en la actualidad: se manifiesta en la explotación de los trabajadores en los centros urbanos, en la destrucción de la capacidad para la producción artesanal y manufacturera de las comunidades rurales, en la obstrucción de las capacidades de organización de los pueblos, y en el saqueo y la apropiación de los recursos naturales.
4. Intervención o frenos a los avances revolucionarios versus democracia. Dos cuestiones planteadas por el autor son: ¿qué elementos propician la imposición de los criterios imperialistas, a pesar de las luchas en su contra? y ¿qué tipo de democracia necesitan nuestras sociedades? A partir de una breve revisión de los casos de Afganistán, Irak, Sudán y la República Democrática Popular del Yemen (Yemen del Sur), Amin concluye que los proyectos revolucionarios no han prosperado debido al quebrantamiento de la heterogeneidad, cuando es ésta la que rebate la imposición imperialista; a la intervención extranjera, tanto la militar como la institucional, a través de las disposiciones de algunos organismos internacionales; a la prohibición explícita o disfrazada para que la población participe en los movimientos de oposición; a la debilidad de las interpretaciones teóricas sobre el tránsito del capitalismo al socialismo; y a un concepto erróneo de democracia.
El capitalismo asocia la democracia con la libertad de mercado, cuando debería entenderse como una práctica presente en todos los aspectos de la vida cotidiana, que implica el respeto a los derechos de los individuos y de las colectividades. Para el autor, el capitalismo, y no el socialismo, es el enemigo de la democracia, porque en éste se ignoran las aspiraciones de la sociedad y se imponen decisiones que benefician a los mercados y que facilitan las transacciones económicas.
5. Soberanía alimentaria. El proyecto económico neoliberal subraya la necesidad de la soberanía alimentaria sólo para los países de Europa occidental y América del Norte; en esta visión, los otros países del sur no tienen necesidad de buscar la soberanía alimentaria porque pueden acceder a los mercados globalizados, ofreciendo, a cambio de alimentos, las materias primas de las que disponen abundantemente. En el texto se exponen los casos de distintos países, sobre todo de África, que han intentado separarse o, por el contrario, han buscado imitar el modelo agrícola occidental.
Con gran elocuencia, el autor expone los resultados "exitosos" del modelo de agricultura familiar moderna que impera en Estados Unidos, y que se caracteriza por la abundante producción, la considerable exportación de alimentos, su flexibilidad para adaptarse a la demanda, y su eficiencia sostenida en las adecuadas dimensiones de las parcelas agrícolas y los equipos tecnológicos; tales características contrastan con las que prevalecen en el modelo de la agricultura campesina de los países del sur, la producción de subsistencia, reducida eficiencia y nula tecnología.
Amin subraya el grave desacierto de pretender imponer el modelo estadounidense en el sur (que, por cierto, se vincula con el capitalismo, aunque esta producción agrícola no es capitalista porque la división del trabajo no es fija y porque desaparece la disociación entre propietarios de los medios de producción y trabajadores, al fundirse en una sola figura); eso implicaría emplear sólo a una reducida parte de la población, mientras que el resto (casi 3 000 millones de personas) sería excluido. En síntesis, subraya el autor, la expansión de la lógica capitalista y su imitación conducen a la destrucción de las sociedades.
Amin nos muestra que la transformación del capitalismo, respecto al existente con anterioridad a 1970, se hace evidente en la aparición de oligopolios generalizados, el imperialismo colectivo, la estrategia de financiarización que permite incrementar las ganancias a grupos oligopólicos, la realización de las ganancias en los mercados o en el intercambio (cuando anteriormente las ganancias provenían totalmente de la esfera de la producción), las luchas por el control de los recursos naturales, y la desposesión (de tierras, de recursos naturales, de los productos del trabajo y de la capacidad de organización productiva).
Ante este panorama, y como el título del texto sugiere, la situación actual de crisis abre dos posibilidades: la profundización del capitalismo actual o la construcción de la sociedad deseada. Los elementos que se requieren para esta transformación son: un sistema democrático, de tipo político y social, que garantice los derechos de las personas y las comunidades, que facilite la acción colectiva y que sea la vía para la toma de decisiones; la emancipación de las diferentes formas de alineación social; una reforma agrícola que permita el acceso a la tierra y a los medios de producción, y que garantice la soberanía alimentaria; la solidaridad (no el humanitarismo ni la filantropía), entendida como el conjunto de estrategias que permitan resolver los problemas del sector rural, erradicar la pobreza, lograr la diversificación productiva, dotar de infraestructura a las comunidades, especialmente servicios de salud y educación, y propiciar el comercio regional y no el global.
Amin se define a sí mismo como un marxista que pretende reivindicar la vigencia de este marco analítico, tanto en su base teórica como en su orientación práctica. Su obra es muy enriquecedora porque conduce al lector a la reflexión sobre los aspectos de base que definen las crisis del capitalismo, a la vez que aporta numerosos ejemplos sobre distintas comunidades, sobre todo de Asia y África, en su lucha por emanciparse y desligarse de la dinámica capitalista. La obra de Amin tiene además el acierto de explicar la crisis actual en todas sus dimensiones, muchas de las cuales no han sido consideradas en la mayoría de los textos que abordan el tema, por lo que la lectura de este libro es imprescindible.