Maya Aguiluz Ibargüen (editora). Marianne Weber. Ensayos selectos (México: Universidad Nacional Autónoma de México/Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades, 2011), 212 pp.
Reseñado por:
Natalia Ruiz-Junco
Department of Sociology
American University
Este volumen es la primera compilación de textos de la obra de Marianne Weber en español. Maya Aguiluz Ibargüen, la editora, nos brinda una excelente selección que está llamada a formar un espacio para entender "el trabajo de Marianne, su no-presencia actual, su conexión con las formulaciones sociológicas dentro de una espacialidad biográfica, donde se entreveran los tonos de la afectividad y la autonomía interior de la pareja con las valoraciones afectivas de la vida social moderna".
La no-presencia actual de Marianne es paradójica por muchas razones. Primero, en el papel de editora principal de la obra de Max Weber no tuvo rival, y tampoco lo tuvo en la forja del mito Max Weber, basado en el ensalzamiento de su figura como genio-héroe (Guenther Roth, "Marianne Weber and Her Circle". Society 127: 63-70, 1990). Segundo, como deja constancia el trabajo de Aguiluz, el pensamiento social de Marianne es original y no deriva del pensamiento social de su marido. La introducción de la compiladora subraya tanto este elemento como el contexto sociobiográfico de la pensadora. A la introducción de Aguiluz le sigue un escrito de José M. González García, el cual profundiza en el vínculo entre Max y Marianne. Este artículo es una travesía por la vida emocional de Max Weber que se centra en las cuatro mujeres más importantes de su biografía: su madre (Helene Fallenstein), su esposa (Marianne Weber), y los dos amores románticos de su etapa adulta (Mina Tobler y Else Jaffé-Richthofen). La figura de Max Weber que emerge de este ejercicio es un reflejo de sus relaciones afectivas con las cuatro mujeres que se mencionan.
Los dos ensayos introductorios revelan un esfuerzo por sacar a Marianne del baúl donde ha estado metida por cierta crítica weberiana que ha puesto a Max en el centro y ha menospreciado la calidad del trabajo intelectual de Marianne (véase Dirk Kaesler, "Still waiting for an intellectual biography of Max Weber", Max Weber Studies 7: 97-118, 2007). Esta tendencia crítica escatima el calado intelectual de Marianne, cuya teoría social de carácter feminista aventaja en algunas de sus ideas a clásicos del pensamiento social como Simmel (véanse Theresa Wobbe, "Elective affinities: Georg Simmel and Marianne Weber on gender and modernity", en Engendering the Social: Feminist Encounters with Sociological Theory, compilado por Barbara L. Marshall y Anne Witz, 54-68, Nueva York: McGraw-Hill, 2004; y Lieteke van Vucht Tijssen, "Women and objective culture: George Simmel and Marianne Weber", Theory, Culture, and Society 8: 203-218, 1991).
Lejos de este despropósito se ubica Marianne Weber. Ensayos selectos, que nos ofrece textos que profundizan en cuestiones de equidad y género. La selección atiende tanto a la diversidad teórica de la obra de Marianne Weber como a su continuidad temática. Los textos son los siguientes: "Profesión y matrimonio" (1905), "Acerca de los principios de la ética sexual" (1907), "La mujer y la cultura objetiva" (1913), "Entusiasmo y amor" (1946) y "El sentido de la catástrofe" (1946). Sigue una cronología sobre la vida y la obra de la autora, que firma la editora del libro. Aunque priman los escritos procedentes de Cuestiones de mujeres y pensamiento de mujer (1919), traducido al inglés sólo en parte, el libro de Aguiluz no deja dudas sobre el largo recorrido intelectual de Marianne.
En las últimas décadas hemos presenciado la eclosión de una nueva corriente que trata de rescatar el trabajo de mujeres que han sido eliminadas del canon sociológico, el conjunto de teorías sociales que consiguen cumplir los presupuestos de validez e importancia vigentes en la disciplina en un momento histórico y que dotan a la sociología de una historia propia (Peter Baehr, Founders, Classics, Canons: Modern Disputes over the Origins and Appraisal of Sociology’s Heritage, New Jersey: Transaction, 2002). Como argumentan Patricia Lengermann y Jill Niebrugge-Brantley (The Women Founders: Sociology and Social Theory, 1830-1930, Illinois: Waveland Press, 2007), las mujeres que consideramos fundadoras fueron parte de la disciplina y desaparecieron y luego reaparecieron, para con su vuelta producir la metamorfosis del canon.
Gracias a esta labor interpretativa feminista se han podido corregir sesgos políticos en la historia del pensamiento social, pues actualmente se conoce algo mejor la teoría social de Harriet Martineau, Anna Julia Cooper, Charlotte Perkins Gilman, Jane Addams y la propia Marianne Weber, entre otras. Aunque estas investigaciones empezaron en Estados Unidos, el estudio de las mujeres fundadoras ha cobrado fuerza fuera del contexto donde primero vio la luz. Prueba de ello es este libro, el cual viene a suplir una carencia, pues Marianne Weber es de las mujeres fundadoras que menos atención han recibido en las publicaciones especializadas.
En su libro dedicado a las mujeres fundadoras, Lengermann y Niebrugge-Brantley abordan el pensamiento de Marianne y estudian su vínculo con el resto de las fundadoras, el cual conviene recordar. En primero lugar, ella se ubica dentro del mismo contexto sociobiográfico y político de algunas de las fundadoras. Marianne conoció a varias de las mujeres estadounidenses que responden a tal clasificación (Lawrence A. Scaff, "The ‘cool objectivity of sociation’: Max Weber and Marianne Weber in America", History of the Human Sciences 11: 61-82, 1998), tuvo ocasión de familiarizarse con los proyectos de reforma social asocia-dos con las fundadoras y mantuvo un diálogo crítico con algunas de ellas, oponiéndose a las ideas de Gilman pues, como menciona Aguiluz, Marianne se mostró crítica respecto del economicismo gilmaniano (véase Fernando Álvarez-Uría, "Emile Durkheim, crítico de Marianne Weber", Política y Sociedad 32: 189-193, 1999).
En segundo lugar, la obra de Marianne entronca con la del resto de las fundadoras por tres razones: como otras mujeres fundadoras, ha sido objeto de marginalización como pensadora y socióloga; ha contribuido de manera notable al campo de la reforma social, la política feminista y la sociología pública, y ha influido en el pensamiento social clásico desde una óptica feminista ausente en el canon tradicional (Lengermann y Niebrugge-Brantley, 2007). Como resalta Aguiluz, Marianne Weber pone el vivir cotidiano en la mira y hace de éste un elemento clave en la matriz de su pensamiento.
Así, Marianne Weber. Ensayos selectos enlaza con el trabajo de Lengermann y Niebrugge-Brantley mostrándonos que las vivencias personales son uno de los vértices del pensamiento social de Marianne. Aguiluz, que habla de lo biográfico y de lo cotidiano, y García González, que incide en la importancia de encontrar el nexo entre vida y teoría, nos dejan claro que lo personal cuenta.
Y es que vida y teoría en las autoras a las que me refiero se encuentran trenzadas en el quehacer teórico de una manera obvia. Escribir sobre lo que una vive y siente a través de la teoría no es mera sublimación, sino un ejercicio de comprensión del mundo que también implica la transformación de éste y de una misma.
Asimismo, la obra de Marianne se encuadra en la orientación interpretativa de las fundadoras. Lengermann y Niebrugge-Brantley han plasmado esta faceta de su pensamiento, pero Aguiluz no se hace eco de la importancia del interpretivismo en su introducción. La teoría interpretativa parte de un deseo de comprender la realidad social desde el punto de vista de los actores sociales y entiende que no hay una sola realidad social sino muchas, y que para comprenderlas es necesario un análisis de los significados que los actores sociales atribuyen a sus acciones. Este deseo queda patente en la obra de Max pero también en la de Marianne. Si bien Lengermann y Niebrugge-Brantley subrayan el parentesco entre Weber, Simmel, la corriente idealista alemana y la obra de Marianne, estas autoras no explican el rasgo de la teoría interpretativa de Marianne, que se podría denominar afectivismo. No obstante, la compilación de Aguiluz nos permite comprobar el calado del afectivismo en el pensamiento de Marianne, ya que el nexo entre emociones y moralidad queda altamente iluminado en los escritos que se presentan.
Con el afectivismo de su pensamiento, Marianne nos propone indagar en la cuestión de las emociones. En su trabajo y en el de otras fundadoras vemos, a través de una serie de formulaciones distintas, la misma idea: para comprender la realidad social hay que entender cómo se siente. ¿Y cómo se siente? Difícil cuestión, sobre todo cuando no se cuenta todavía con los planteamientos de la sociología de las emociones, la cual era inexistente en el contexto que nos ocupa.
No obstante, Marianne no rehúye esta dificultad e interroga en estos textos el sentido emotivo-moral de temas feministas clásicos como matrimonio, maternidad y ética sexual, así como una plétora de conceptos sobre el amor y las ideas de culpa y redención. Aquí encontramos a una Marianne preocupada por la transmutación de los sentimientos y su clasificación conceptual. Estas reflexiones se hacen gracias a un vocabulario que une términos clásicos de la psicología social incipiente, como "instinto natural" en la maternidad o "impulso sexual", con conceptos sociológicos que incorporan un componente de socialización emocional. Esta tendencia en el pensamiento de Marianne se percibe en las discusiones del "sentimiento maternal" como un producto moral, opuesto al instinto, o en las del impulso sexual, opuesto al valor espiritual.
La postura de Marianne, que hila lo moral y lo emocional en el matrimonio, nos ofrece un contraste evidente con la obra de otra representante del feminismo de las primeras décadas del siglo XX: Charlotte Perkins Gilman. Teórica feminista que se vale de las teorías evolucionistas de la época, Gilman centra su crítica al patriarcado en la institución de la familia y argumenta que el progreso de la especie pasa por la independencia económica de las mujeres. Para ella, el hogar, como símbolo de la ideología de la domesticidad y la dominación masculina, ha de ser industrializado y profesionalizado para que las mujeres puedan salir de la esfera privada que las oprime. Marianne rechaza los planteamientos de Gilman, como Aguiluz nos indica, y sostiene que la defensa de la independencia económica por sí misma está desencaminada, con lo que se pregunta: ¿para qué esa independencia económica? Las dos mujeres coinciden, sin embargo, en la necesidad de suprimir el egoísmo en la sociedad, que Gilman ve precipitado por razones de evolución social y de aberración institucional del modelo de familia patriarcal en el que la mujer está subyugada, y Marianne Weber, en la ausencia de valores, los cuales también se entienden en su vertiente emocional.
Para concluir, este volumen nos brinda una oportunidad de oro para bucear en los "discursos sociológicos alternos" (Aguiluz, 2011: 18-19) que han sido marginalizados en nuestro quehacer sociológico. Con esta compilación, el discurso de Marianne Weber recibe un impulso de vida y comienza a levantar el vuelo desde los lugares de la no-presencia de la historia sociológica.