Ludolfo Paramio. La socialdemocracia (Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2010), 88 pp.
Reseñado por:
Javier Duque Daza
Universidad del Valle, Colombia
En su más reciente libro, Ludolfo Paramio, el reconocido investigador y profesor español, analiza la socialdemocracia en un ensayo fluido y claro. No se trata de un bosquejo de historia de las ideas ni de un discurso impregnado de pugnacidad ideológica ni de una defensa de teleologismo de la clase obrera. Paramio nos presenta en este breve ensayo una visión de conjunto, mesurada y clara, de la trayectoria de la socialdemocracia en la Europa occidental: la naturaleza, los momentos, los alcances, las limitaciones y los problemas recientes de este modelo de sociedad. Retoma algunos de sus planteamientos vertidos en dos artículos anteriores: “La izquierda europea ante la crisis” (Nueva Sociedad, núm. 72, 1984: 26-32) y “El modelo europeo: ¿modelo económico o modelo social? (Nueva Sociedad, núm. 221, 2009: 166-179).
La reconstrucción de la trayectoria de la socialdemocracia que realiza Paramio parte de la dicotomía existente en las décadas siguientes a la segunda guerra mundial entre el socialismo real (el soviético y el de Europa del este), con su dogma de la autoridad económica centralizada que pretendía sustituir al Estado, y el fundamentalismo del mercado, defendido por acérrimos ideólogos y puesto en práctica desde finales de la década de los setenta, con la llegada de Margaret Thatcher al poder en Inglaterra, y principios de los ochenta, con el arribo de Ronald Reagan a la presidencia de Estados Unidos. La vía moderada, el espacio medio, lo ocupaba la socialdemocracia con su defensa del Estado de bienestar: ni mercadocracia ni mercadofobia, sino regulación y papel activo del Estado en la economía, la sociedad y la vida cotidiana de las personas. En esta triada de alternativas, la socialdemocracia se aproximaba más al socialismo que al capitalismo de viejo cuño (socialismo real ← socialdemocracia → capitalismo y libre mercado).
Paramio analiza este esquema de manera retrospectiva —hasta mediados del siglo XIX para rastrear los orígenes de la socialdemocracia— y de manera prospectiva —para ubicar su desarrollo después de la caída del muro de Berlín en 1989, así como sus dilemas y la crisis más reciente, que inició en 2007, reventó en 2008 y tiene a Europa actualmente en una situación inédita, llena de incertidumbre—. Desarrolla sus argumentos a lo largo de cuatro capítulos bien planteados en la confluencia de la economía, la sociología y la ciencia política.
En el primer capítulo, “Del movimiento obrero a los partidos socialdemócratas”, traza el proceso de formación del movimiento obrero en Europa occidental y el surgimiento y la expansión de los partidos socialdemócratas con ideología anticapitalista, de masas y cercanos inicialmente a los comunistas, de quienes se distanciaron de manera conflictiva. Enfatiza la paradoja de los partidos que surgieron con ideología antiburguesa y anticapitalista y un siglo después llegaron al poder en la sociedad burguesa que confrontaron, utilizando la expresión de Enrique Ruiz García: “la administración del capitalismo por parte del socialismo” (“España: el socialismo administrando el capitalismo”, Nueva Sociedad, núm. 72, 1984: 41-51). Ésta no fue la única paradoja. También fueron críticos de la democracia burguesa (en términos peyorativos), pero no pudieron prescindir de ella como medio de acceso al poder y pasaron de una concepción instrumental de las elecciones a valorarlas en sí mismas, como factor diferenciador respecto al comunismo, como democracia social. Uno de los puntos centrales de este capítulo se refiere a la tesis según la cual no fue el debate de las ideas lo que decidió la suerte del movimiento obrero, sino el aumento vertiginoso de la clase obrera y su organización en las fábricas, en los sindicatos y en su vida cotidiana. Aquí ubica el origen de los partidos socialdemócratas y laboristas, que izaron la bandera de la democracia pero también la de la igualdad social. Adquirieron importancia como un medio por las reivindicaciones políticas inicialmente (el derecho al voto) y más tarde por la expansión de los derechos de ciudadanía social. El capítulo presenta una síntesis clara de un largo y complejo proceso que llevó más de un siglo y que podría sintetizarse como “la socialdemocracia: desde su origen hasta la toma del poder, sin revolución”.
El segundo capítulo se denomina “De los partidos socialdemócratas al modelo socialdemócrata de sociedad”. Tras la segunda guerra mundial llegaron al poder los partidos socialdemócratas y laboristas, el primero en Inglaterra, en 1945, y luego vino la ola de largo alcance de la mano de la teoría keynesiana. Aunque con diferencias y matices, en la Europa occidental se adoptó la socialdemocracia como modelo de sociedad alternativa al comunismo estatista y centralizador de la economía que venía expandiéndose impulsado por la Unión Soviética, y también como una opción diferente al capitalismo reivindicador del mercado como máxima instancia de autorregulación social. La alternativa se abría camino en un capitalismo con Estado interventor que procuraba el bienestar de la sociedad, en lo cual se aproximaba más al polo del socialismo que al del capitalismo en la búsqueda de la ciudadanía en sus dimensiones política, social y económica, bajo el influjo de Ciudadanía y clases sociales, la obra de Thomas H. Marshal (Madrid: Alianza, 1949), de gran influencia en ese entonces. No obstante la búsqueda del bienestar y los logros del modelo de sociedad, no todo era consenso y armonía; el mayo francés y las revueltas en Francia y otros países en 1968 fueron una de sus expresiones, así como las huelgas que estremecieron a Inglaterra en la segunda mitad de los setenta y coadyuvaron al ascenso de Margaret Thatcher, con quien se inició el ciclo conservador, en contraste y constante confrontación con los partidos y gobiernos socialdemócratas. El dogma de la mercadocracia reverdecía y tomaba fuerza como alternativa a los problemas que ya se evidenciaban en la economía regulada.
El tercer capítulo, “El ciclo neoconservador y su crisis: la nueva actualidad de la socialdemocracia”, se ocupa de la coexistencia de estos tres modelos de sociedad, que tras la caída del socialismo real en la revolución de 1989 pasa a ser sólo de dos. ¿Qué sucedió con este modelo de sociedad que generó espacios para que fuera ganando terreno el neoconservadurismo? Por una parte, los ciclos recesivos del capital y las crecientes demandas sindicales y sociales bajo el influjo de crecientes aspiraciones por mejores condiciones de vida; por otra, las fuertes críticas al déficit fiscal y el supuesto derroche del Estado de bienestar, además de la pretensión de ceñirse al mercado y las condiciones del capital. De este modo, en olas sucesivas de confrontación, ofertas de orden social y racionalización de la acción estatal, el mensaje neoconservador fue ganando terreno; el puntal fue Inglaterra, acompañado por Estados Unidos. Paramio nos recuerda los fundamentos de ambos modelos, sus discursos y actores: monetaristas y neoliberales por un lado y keynesianos y neokeynesianos por el otro. Da cuenta con detalle del peso que ha tenido en la crisis más reciente de este modelo de sociedad el sector financiero especulativo, que generó una economía en parte ficticia y un exceso de endeudamiento; del sobredimensionamiento del sector inmobiliario en algunos países; de la alta concentración de la riqueza en pequeños grupos, y de la pérdida del poder adquisitivo de los salarios. A todos estos factores se suma la globalización y las migraciones a Europa que han presionado aún más los bajos salarios y aumentado las obligaciones para el Estado.
El cuarto capítulo, “Los problemas políticos actuales de la socialdemocracia”, tiene una dimensión analítica, pero también prescriptiva. Paramio ―quien milita en el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y ha sido miembro de la dirección, así como director del Departamento de Análisis y Estudios del Gabinete― hace un análisis de la crisis de las economías de la eurozona (agravada posteriormente) e invita a reconstruir las ideas básicas del Estado de bienestar, del crecimiento, del pleno empleo y de los servicios públicos universales. Señala los obstáculos, pero también las posibilidades para este modelo de sociedad, en un mundo en el cual tiende a predominar el individualismo.
¿A qué conclusión llega el autor? Paramio reivindica la socialdemocracia como modelo de sociedad y critica las herencias del ciclo conservador, que durante dos décadas ha intentado establecer un modelo alterno, al cual denomina “capitalismo de casino”, y ha generado las crisis recientes en Europa y Estados Unidos. Defiende la protección social como principio de acción de la política, así como los ingresos de los trabajadores, la inversión en infraestructura, en sanidad, educación, investigación, ciencia y tecnología, todo a partir de la regulación estatal. Este planteamiento va en sentido contrario a quienes están planteando que la salida de la crisis debe buscarse en la austeridad, la reducción del déficit fiscal y el aumento general de los impuestos. En este sentido, los planteamientos de Paramio coinciden con los del premio nobel de economía Joseph Stiglitz (“La fiebre de la austeridad es grave para Europa”, 2012, disponible en: <http://mamvas.blogspot.com/2012/05/joseph-stiglitz-la-fiebre-de-la.html>), quien defiende la tesis contraria: es con inversión y un papel activo del Estado como pueden recuperarse las economías europeas, así como con el aumento de los impuestos a los ricos y la reducción de las retenciones salariales.
Ambos, Paramio y Stiglitz, no dejan de reconocer los nubarrones que se ciernen sobre las sociedades europeas, pero el modelo de sociedad descrito y analizado en este libro de forma clara y lúcida sigue siendo una apuesta por el bienestar social. En un artículo complementario al análisis que contiene el libro (“El modelo europeo: ¿modelo económico o modelo social?”, Nueva Sociedad, 221, 2009: 166-179), Paramio sostiene su tesis de la responsabilidad pública en la creación y el mantenimiento de la igualdad de oportunidades y la cohesión social por parte del Estado, lo que implica una alta carga fiscal para mantener sus cuatro pilares, comunes a todos los países de la Europa occidental: seguro de desempleo y políticas activas de empleo; sistema de sanidad pública; sistema público de pensiones, y educación universal y gratuita como instrumento para la igualdad. En la actual crisis, estos pilares están en el centro del debate y frente a ellos hay posiciones encontradas respecto a la valoración del Estado en la regulación social y en la factibilidad de mantener la promesa de bienestar creciente de una generación a otra. Y justamente son las nuevas generaciones las que están percibiendo y viviendo las nuevas incertidumbres.
Por tratarse de un texto presentado con solvencia intelectual, de una manera concisa pero sin perder el rigor analítico, La socialdemocracia aporta fundamentos para comprender un modelo de sociedad que se encuentra en su encrucijada más crítica y corre el riesgo de perder lo alcanzado durante más de un siglo en la construcción de un proyecto que, pese a sus dificultades, ha tenido indudables logros en el bienestar de los ciudadanos.