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Si para Gadamer (1975) la hermenéutica permite recuperar interpretativamente la tradición desde la cual procede la modernidad, actualizando nuestra visión del mundo, Habermas cuestiona a la sociología interpretativa orientada lingüísticamente.15 Sin embargo, esta sociología crítica no logra inscribir su lógica dentro del campo estratégico del poder ni en el contexto de la crisis ambiental. No analiza la acción social como respuesta a la crisis de civilización y su inserción en el cambio de racionalidad social. La racionalidad ambiental abre una nueva hermenéutica para complejizar el entendimiento del mundo en una interpretación dialógica de saberes en la confluencia de mundos de vida diferenciados en la sincronía de la actualidad, en su confrontación con los saberes hegemónicos de la globalización —la racionalidad económica, jurídica y científica dominante— y en la fecundidad del encuentro de saberes diversos en la forja de un futuro sustentable (Leff, 2004).

En este escenario, la acción social trasciende a una lógica de las ciencias sociales (Habermas, 1967/1988) que la determinaría funcional o lingüísticamente. No basta la hermenéutica para dilucidar interpretativamente los juegos de lenguaje que se encuentran en el tejido discursivo de la sustentabilidad, pues lo que está en juego son estrategias de poder por la reapropiación de la naturaleza, y ésas se dan en un mundo donde se ha dislocado la estabilidad de la naturaleza, la unidad del conocimiento y los sentidos del lenguaje, así como las identidades, las prácticas, los hábitos y los saberes tradicionales; donde no hay traducción entre juegos de lenguajes ni consenso posible entre identidades, racionalidades, intereses y valores diferenciados a través de una racionalidad comunicativa (Habermas, 1989, 1990).

La sociología de la acción social se abre así a la complejidad del pensamiento y a la complejidad ambiental que ha generado la intervención del conocimiento en el mundo y en los mundos de vida de la gente (Leff, 2000); una complejidad que disloca los órdenes ontológicos y epistemológicos tradicionales, inaugurando una nueva racionalidad social.

Imaginarios y actores sociales ante el cambio global y la racionalidad ambiental

Toda acción social se inscribe dentro de una racionalidad en la que se entretejen las visiones del mundo, las prácticas sociales, los valores morales y las normas jurídicas de una sociedad. La racionalidad social se define a través de las formas de pensamiento y las reglas de acción social que se establecen dentro de las esferas económicas, políticas e ideológicas, y que se expresan en imaginarios sociales, normas morales, arreglos institucionales, modos de producción y patrones de consumo, confiriendo sentido a la organización social, legitimando determinadas acciones y orientando prácticas sociales hacia ciertos fines a través de medios socialmente construidos (Weber, 1983).

Tanto en las sociedades tradicionales como en las modernas, esas reglas sociales establecieron las prohibiciones y alentaron las acciones de los hombres dentro de las visiones del mundo y los sentidos de la existencia humana, orientándolas hacia la contemplación, la guerra, el comercio, la industria, el trabajo o la protección del ambiente. El sentido de la organización social ha sido guiado por la fe divina, la moral religiosa, la vida secular, el interés económico, el espíritu científico, la innovación tecnológica empresarial, la conciencia de clase, la ideología revolucionaria, los valores democráticos o la ética ambientalista. Así han surgido diferentes “racionalidades culturales” y “temperamentos sociales”.

Las diferentes formas de organización social a través de la historia han sido objeto de enfoques diversos, de los que han derivado teorías y metodologías para la investigación sociológica. Empero, con la crisis ambiental surge algo radicalmente nuevo que redefine lo social; no sólo en cuanto a una nueva indagatoria filosófica o un nuevo método de análisis de los procesos naturales y sociales, sino a la emergencia de un hecho inédito en la historia: el límite que impone la naturaleza al orden económico y social y la emergencia de la complejidad ambiental por la intervención del conocimiento en el orden natural. Los paradigmas “normales” de las ciencias sociales ignoran esa nueva comprensión del mundo que emerge de la crisis ambiental y que orienta la acción social hacia la construcción de un futuro sustentable. La sociología ambiental indaga más allá de la realidad existente, generada por los procesos de racionalización social apoyados en la ciencia moderna, para abrir la imaginación sociológica a pensar lo aún inexistente a partir de lo que nos da a pensar la mirada crítica del mundo y la sensibilidad hacia los procesos sociales emancipatorios que emergen de la crisis ambiental, en el horizonte de la sustentabilidad planetaria.

Más allá del fin de la historia (Fukuyama, 1992), de la muerte del sujeto anunciada desde la crítica filosófica al humanismo (Heidegger, 1945/2000) y la crítica estructuralista al antropocentrismo, hoy emergen los nuevos actores sociales del ambientalismo. No se trata del retorno del actor social (Touraine, 1984) que renace de la libertad recuperada del sujeto autónomo y soberano frente a las funciones de la estructura social, las determinaciones de la historia, las finalidades de la acción propositiva, o el deseo inconsciente del sujeto lacaniano (Gutiérrez, 2002): los actores del ambientalismo surgen en la emancipación del proyecto objetivador del mundo fundado en la metafísica, la epistemología positivista y el pensamiento totalizador, llevado por la racionalización de la lógica formal y la racionalidad económica al encuentro con las leyes límite de la naturaleza. El sujeto renace de la imposible totalización de una conciencia ecológica, confrontando la racionalidad de una modernidad insustentable, resignificando sus mundos de vida, arraigando en la invención y la proliferación de nuevas identidades, en nuevos actores sociales habitados por el deseo de vida y movilizados por el derecho de ser en el mundo ante la muerte entrópica del planeta.

Hoy en día las tradiciones se actualizan ante un imperativo de supervivencia, un reclamo de autonomía y una confrontación con la racionalidad moderna; las identidades se complejizan y reinventan; los saberes y prácticas tradicionales se hibridan con las ciencias y las tecnologías modernas. La interculturalidad se produce en juegos de lenguaje que confluyen en el encuentro de diferentes visiones del mundo y se abre hacia un diálogo de saberes. Los actores del ambientalismo se inscriben en el campo de la ecología política, donde se configuran las estrategias discursivas de la sustentabilidad y se confrontan diferentes visiones e intereses por la reapropiación social de la naturaleza. La construcción social de la sustentabilidad se da a través de estrategias discursivas (Foucault, 1969) en las cuales se confrontan las razones de la racionalidad moderna y las motivaciones de la racionalidad ambiental. Más allá de la desconstrucción teórica de la racionalidad formal e instrumental de la modernidad, la construcción de una racionalidad ambiental implica la organización de nuevos movimientos sociales capaces de desplegar estrategias para la construcción social de un mundo sustentable.

La sociología “normal” se ha mostrado incapaz de dar cuenta de las motivaciones que movilizan acciones sociales fuera de los roles asignados por el funcionalismo estructuralista, por las determinaciones lingüísticas de la acción social o las interpretaciones de los hechos sociales iluminados por la hermenéutica. El marxismo abrió la mirada hacia la acción social conducida por la reacción ante la explotación y la voluntad de emancipación. Pero con la crisis ambiental surgen otros imperativos de vida que promueven acciones sociales: la sobreexplotación de la naturaleza; la preservación del medio ambiente; las migraciones por incidentes ambientales; los derechos humanos por la reapropiación de la naturaleza y la territorialización de sus mundos de vida.

La respuesta social ante la crisis ecológica ha derivado en una variedad de ambientalismos (Guha y Martínez-Alier, 1997). El movimiento ambiental es multiclasista, no sólo porque los impactos ambientales afectan a todos, aunque de forma diferenciada, sino por la fragmentación de visiones sobre la crisis ambiental, por la diversidad de sus organizaciones sociales y de sus motivaciones para la acción (Mainwaring y Viola, 1984). El movimiento ambientalista adquiere un carácter emancipatorio para desujetarse de las determinaciones de la estructura social establecida, apuntando hacia nuevas estrategias políticas guiadas por valores culturales, nuevos derechos colectivos sobre bienes colectivos, y una ética de la vida. Las perspectivas de la sustentabilidad abren diferentes vías de reconstrucción de los mundos de vida en que se inscriben los diferentes actores sociales. No generan una conciencia ecológica de toda la humanidad, sino diferentes estrategias teóricas, discursivas y políticas en las que se incorporan los imaginarios y las motivaciones de los actores sociales, lo que impulsa movimientos globales y acciones locales. Éstos son creados por conflictos ambientales derivados de procesos de deforestación y de urbanización, así como de diversas formas de contaminación (desechos tóxicos) y de los efectos del cambio climático; de acciones de resistencia a las políticas neoliberales y a los impactos de megaproyectos (hidroeléctricas, papeleras); de la reivindicación de mundos de vida ecologizados, de la apropiación de territorios étnicos de biodiversidad y de nuevas estrategias productivas sustentables.

Hoy en día, los campesinos se ven compelidos a adaptarse al cambio climático, abandonando sus prácticas productivas milenarias (la agricultura itinerante de roza-tumba-quema) que implican un riesgo creciente para el planeta. Las sociedades tradicionales, indígenas y campesinas, son mundos en movimiento impulsados por el cambio global, por la reivindicación de sus derechos culturales, por el imperativo de supervivencia ante la marginación y el abandono, pero constreñidos por los límites y las condiciones del cambio climático. Los pueblos indígenas se ven impulsados no sólo hacia la resistencia, sino hacia la reinvención de sus identidades y la actualización de sus prácticas productivas. Acosados por la imposición de un modelo de reconversión ecológica de la globalización económica, diseñan sus propias estrategias de sustentabilidad para reapropiarse de sus recursos naturales y de sus territorios de vida desde sus propias identidades culturales.

Esto no sólo lleva a fundar una nueva antropología ambiental para comprender la reconstitución de estas identidades culturales en sus innovadores procesos de reapropiación de la naturaleza, sino a construir una sociología de los actores y los movimientos sociales frente a las estrategias de la globalización económico-ecológica y la construcción de sus propias vías hacia la sustentabilidad basada en sus condiciones ecológicas y culturales; a una ecología política encargada de analizar el campo diverso y contradictorio de diferentes visiones, intereses y estrategias de construcción de la sustentabilidad y los conflictos socio-ambientales generados en este proceso; y a una justicia ambiental encargada de dirimir pacíficamente estos conflictos y abrir las vías para la construcción de un futuro sustentable a partir de un diálogo de saberes, en una ética de la otredad y una política de la diferencia.

Imaginación sociológica y construcción de un futuro sustentable

A la sociología ambiental —como a la ecología política— le compete el estudio de los conflictos socioambientales derivados de la degradación ecológica, las resistencias y las protestas que llevan a la organización social en la defensa del ambiente, las disputas de sentido de las estrategias discursivas de la sustentabilidad y las formas socioculturales de reapropiación de la naturaleza. Pero al mismo tiempo le corresponde un papel más importante: proveer la teoría que coadyuve a orientar las acciones sociales hacia la construcción de un futuro sustentable: la construcción de una racionalidad ambiental que oriente a los actores sociales y sus estrategias políticas para la realización de sus utopías. Siguiendo a Marx, la función de la teoría social no es tan sólo comprender el mundo actual, sino transformarlo, desconstruir teórica, política y prácticamente un modo de pensar la realidad que ha incrustado en el mundo una racionalidad insustentable y de construir estratégicamente un mundo sustentable.

La imaginación sociológica no es tan sólo un insight para comprender mejor los procesos sociales ya objetivados en la realidad social, sino para iluminarlos y acompañar la acción social. La ciencia social debe proveer la teoría que oriente la praxis recogiendo las intuiciones, los imaginarios, los saberes, las motivaciones y las iniciativas de los actores sociales. La sociología ambiental juega así un rol estratégico y no simplemente teórico o analítico. La sociología renueva su función utópica de preparar el futuro pensando lo posible que emerge de la comprensión del mundo natural y humano, incorporando los límites y las potencialidades de lo real y del conocimiento: la ley de la entropía y las leyes de la ecología; las barreras epistemológicas que limitan el pensamiento, las jaulas de hierro de la racionalidad que aprisiona la imaginación y la acción; las estrategias de poder que dominan a las instituciones y se inscriben en prácticas discursivas que velan e iluminan la comprensión del mundo, que bloquean o abren vías de acción hacia un futuro sustentable; los acontecimientos que abren las vías de futuros posibles del ser entre las estructuras y las determinaciones de la realidad.

La sociología nada en esas aguas inciertas. Ni la ciencia ni la sociología pueden ofrecer una comprensión del mundo en crisis que dé certeza de los principios y garantice los procesos que habrían de llevarlo a la sustentabilidad. La crisis ambiental, como crisis civilizatoria, implica una nueva concepción de la humanidad en el mundo, de las condiciones de vida del planeta y de los mundos de vida de las personas. La transición hacia la sustentabilidad no habrá de producirse por una dialéctica trascendental o por la ecologización del mundo; implica la construcción de una nueva racionalidad y su incorporación en actores sociales capaces de movilizar un conjunto de procesos que permitan alcanzar sus propósitos. En este escenario, la sociología habrá de distinguir un conjunto de comportamientos y acciones derivados de la implantación de normas y políticas ambientales, de una ética ecológica, así como de las acciones colectivas propositivas orientadas hacia la construcción de sociedades sustentables.

Frente a la crisis ambiental, la imaginación sociológica no es una toma de conciencia o un imaginario de las vivencias de los sujetos sociales. Es la voluntad de poder saber —a través de las estrategias de los poderes mundiales que determinan las condiciones de sustentabilidad del planeta, de la cultura, de los imaginarios y los mundos de vida de la gente— cómo construir un futuro sustentable. La sociología ambiental debe surcar los laberintos de la incertidumbre en el derrumbamiento de las certezas de los paradigmas dominantes, de las teorías establecidas y de los discursos hegemónicos, para imaginar otros mundos posibles y conducir la acción social hacia su posibilidad.

La imaginación sociológica no sólo impulsa cambios paradigmáticos de la teoría, sino que indaga sobre los imaginarios sociales y la imaginación política de los actores sociales, que sin teoría expresa perciben la realidad en la que se inscriben y actúan, en la que conducen sus deseos y aspiraciones, buscando abrir brechas hacia modos sustentables de producción y de vida a través de un cambio de creencias, de saberes y de valores. No se trata solamente de propugnar por la libertad y la emancipación del sujeto, de su derecho a decidir autónomamente y a elegir entre opciones alternativas. Se trata de inventar opciones posibles y viables a través de las limitaciones y potencialidades de lo real; de los obstáculos epistemológicos y la creatividad del pensamiento; de las instituciones establecidas y la ciencia normal hacia nuevos saberes ambientales; de la ineluctable entropía que gobierna al proceso económico hacia las fuentes de neguentropía que organizan la vida, a través de una racionalidad que oriente la construcción de mundos de vida sustentables posibles.

Si la crisis ambiental es una crisis del conocimiento con el cual hemos transformado el mundo, la restauración ecológica y la resignificación del mundo tendrán que atravesar por una refundamentación de las ideas; ideas que no sólo proveen paradigmas para conocer al mundo, sino saberes que encarnan en nuevos modos de producción y formas de ser en el mundo, que se asientan en nuevos territorios de vida. Los fines y los valores de la sustentabilidad establecen principios éticos y normativos: la vida humana en armonía con las condiciones ecológicas del planeta, la diversidad cultural, el reconocimiento del otro; incluye normas técnicas de control y evaluación ambiental, pero no es un fin predeterminado. La racionalidad ambiental convoca a la creación de un nuevo mundo: un mundo complejo, abierto a la diversidad, a la diferencia y a la otredad. Éstos son los retos de la sociología ambiental en la encrucijada de la crisis ambiental y las perspectivas de un futuro sustentable.

Epílogo: Hacia “otro” programa de sociología ambiental

El programa de sociología ambiental propuesto en este ensayo nace de la categoría de racionalidad ambiental, en la perspectiva de la construcción social de un futuro sustentable. En este proceso se articula un pensamiento teórico con una acción política, involucrando un conjunto de ideologías teóricas, imaginarios sociales, organizaciones culturales, prácticas productivas, movimientos sociales y luchas ambientales, de los cuales hoy es posible identificar diversos procesos en marcha; trazos y rasgos de un camino, más que un punto de llegada a una nueva realidad social o a la normalidad de un nuevo paradigma. Este proceso no muestra un campo establecido y un destino predeterminado, sino un futuro en construcción; y hacia allí lanza la mirada prospectiva y su convocatoria a la imaginación sociológica. Los siguientes temas podrán orientar la indagatoria teórica de un programa preliminar para esta “otra” sociología ambiental:

1. Sociología ambiental del conocimiento: transformaciones del conocimiento y configuración de nuevas disciplinas ambientales inducidas por la emergencia del saber ambiental. Crítica y desconstrucción del logocentrismo y de la lógica del desarrollo de las ciencias desde la exterioridad del concepto de ambiente. Emergencia de la episteme ecologista y sociología de la “ecologización” del pensamiento: pensamiento complejo y complejidad ambiental. Configuración de las ecosofías y el pensamiento político ecologizado: ecología profunda, ecología política, ecomarxismo, ecoanarquismo, ecofeminismo, ética ambiental.

2. Sociología de la institucionalidad ambiental: configuración del orden económico-ecológico global y de la geopolítica y las políticas públicas del desarrollo sostenible. Lucha de ideologías, fuerzas políticas y organizaciones de la sociedad civil en la gestión participativa de la sustentabilidad. Nuevos marcos jurídicos impulsados por los nuevos derechos ambientales, culturales y colectivos; constitución de una democracia ambiental.

3. Sociología de las estrategias discursivas de la sustentabilidad y el desarrollo sostenible y de las ideologías emergentes en diferentes clases sociales y grupos de interés: conciencia ambiental y responsabilidad planetaria; “traducción”, “resonancia” e “incorporación” de teorías y formaciones ideológicas emergentes en los imaginarios populares, en las prácticas sociales y en los mundos de vida de la gente en la configuración de una cultura ecológica y una ética ambiental.

4. Sociología constructivista y hermenéutica ambiental: construcción social de los conocimientos, racionalidades y prácticas que han generado objetivamente la crisis ambiental y los problemas ambientales; hermenéutica de la constitución de las visiones contrastadas y los sentidos antagónicos de problemáticas ambientales como estrategias de poder en el saber y como campos conflictivos en la geopolítica de la sustentabilidad. Rescate de los significados y sentidos de la naturaleza y de la socialización de la naturaleza y su inscripción en los imaginarios, habitus y prácticas culturales de la sustentabilidad; reconfiguración y reinvención de las identidades en una concepción renovada de las relaciones del ser social con la naturaleza.

5. Sociología de la racionalidad ambiental: indagatoria teórico-filosófico-política sobre la ontología de la diferencia, la cultura de la diversidad y la ética de la otredad en la construcción social de un nuevo orden social sustentable fundado en una política de la diferencia, una ética ambiental y un diálogo de saberes diversos. Estrategias teóricas y prácticas de desconstrucción de la racionalidad de la modernidad y de construcción de un mundo fundado en una racionalidad ambiental.

6. Sociología de conflictos socioambientales: disputa de sentidos de la sustentabilidad, estrategias socioculturales de reapropiación de la naturaleza y resolución de conflictos de intereses; formas de protesta, resistencia y re-existencia; territorialización de nuevos modos de producción, de intercambio, de socialización y de vida.

7. Sociología de la subjetividad del “sujeto ecológico” y reinvención de las identidades en la complejidad ambiental: sociología de los actores sociales y movimientos socioambientales: formas de organización y estrategias políticas. Mundos de vida y alianzas de la diversidad cultural con los límites y potenciales de la naturaleza.

En esta perspectiva, la sociología no encuentra en el ambiente un nuevo tema o un objeto para ser estudiado mediante sus métodos tradicionales, sino el horizonte de un futuro sustentable acompañado por la imaginación sociológica y orientado por una racionalidad ambiental.

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Recibido: 13 de agosto de 2009
Aceptado: 8 de octubre de 2010

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