La inmigración como tema en las elecciones estadounidenses y su importancia
Wayne A. Cornelius*
*Doctor en Ciencia Política por la Universidad de Stanford. Distinguido Profesor de Ciencia Política y Relaciones México-Estados Unidos, emérito, Universidad de California-San Diego. Temas de especialización: estudios de la migración internacional, políticas de inmigración en Estados Unidos y Europa, política de México. orcid: 0000-0001-7173-2338.
La versión original de este texto fue presentada como Conferencia Magistral en el Instituto de Investigaciones Sociales, de la Universidad Nacional Autónoma de México, el 15 de abril de 2024, en el marco de celebración por el 85 aniversario de la Revista Mexicana de Sociología. El autor agradece a Regina González su ayuda con la traducción.
Este artículo analiza la relevancia de la inmigración como tema en los ciclos electorales de Estados Unidos desde 2000 a 2024. Al explicar el fuerte aumento de la importancia de la inmigración en las elecciones de 2024, en las cuales es el tema más importante para la mayoría de los votantes, hace hincapié en la retórica del candidato presidencial Donald Trump, el emprendimiento políti co antiinmigrante de gobernadores estatales, el nivel histórico de la migración indocumentada a la frontera con México, el carácter más globalizado del flujo migratorio, el cambio tecnológico que facilita y fomenta la migración, y la creciente polarización partidaria en cuestiones de inmigración. Para explicar la formación de actitudes antiinmigrantes a nivel individual, señala la percepción de una amenaza cultural y la “ansiedad de estatus” entre votantes blancos de clase trabajadora. Analiza la prominencia actual de la inmigración como tema electoral en el contexto del cambio demográfico en los Estados Unidos, y los planes de Trump para llevar a cabo deportaciones masivas en su segundo mandato.
En Estados Unidos estamos a punto de celebrar unas elecciones presidenciales en las que, según encuesta tras encuesta, el primer tema más importante en la mente de los vo tantes es la inmigración —superando las cuestiones económicas. Para los votantes, la inmigración es mucho más importante que el cambio climático, la política exterior, el aborto y la delincuencia. La inmigración es aún más relevante entre los votantes de tendencia republicana. Esto representa un cambio drástico en la relevancia del tema. Hasta 2016, en la mayoría de las elecciones federales, menos de 5% de los votantes consideraba la inmigración como la cuestión más importante. Más de la mitad de los votantes en general (55%) ya perciben la inmigración como una amenaza crítica a Estados Unidos, y 90% de los votantes autoidentificados como republicanos la perciben así (Jones, 2024).
¿Cómo hemos llegado a este punto? ¿Qué explica el fuerte aumento de la importancia de la inmigración como tema que influye en la decisión de los votantes estadounidenses en unas elecciones presidenciales? Usted puede decir: “¡Es por culpa de Trump!”. De hecho, la creciente relevancia de la inmigración como tema electoral nacional en los últimos ocho años coincide con el ascenso de Donald Trump. Desde el primer día de su primera campaña presidencial, en 2015, hizo de la inmigración su tema estrella, y se ha mantenido firme en él. “¡Construyan el muro!” se convirtió́ en un cántico fervoroso en sus mítines de campaña, y también ha sido un foco frecuente en su recaudación de fondos. En el ciclo electoral de 2024, la frase más frecuente de Trump ha sido: “Voy a poner fin a la invasión de migrantes”, pintándolos como fuerza de conquista y amenaza a la seguridad física y la identidad nacional.
Gobernadores estatales como Greg Abbott en Texas y Ron DeSantis en Florida han demostrado gran habilidad al elaborar legislación y políticas antiinmigrantes a nivel estatal, que han propuesto como modelos para toda la nación. Además, por sus transportes de migrantes de la frontera con México a lugares como Nueva York y Chicago, estos gobernadores han levantado la prominencia de la inmigración en esas ciudades norteñas. Sin embargo, fue Donald Trump quien les permitió a ellos, y a otros políticos republicanos, convertir tan eficazmente el tema de la inmigración en un arma de movilización política.
No obstante, atribuir el drástico cambio en la relevancia de la inmigración como cuestión electoral desde 2012 únicamente a Trump y a su movimiento MAGA (“Make America Great Again”) sería simplificar demasiado. Hay potentes fuerzas “de fondo” que el trumpismo aprovecha. En primer lugar, es importante recordar que el nativismo, es decir, el sentimiento antiinmigrante, ha sido una fuerza recurrente en la política estadounidense, emergiendo y volviéndose políticamente potente cuando nuevas olas de inmigrantes de países culturalmente distintos han llegado al país, sólo para disminuir cuando esos inmigrantes se asimilan y son percibidos como menos amenazantes (Hofstadter, 2008).
La ola más reciente de nativismo puede resultar duradera, por razones que tienen que ver con el carácter cada vez más globalizado de la migración a Estados Unidos, con el cambio tecnológico que facilita y fomenta la migración, y sobre todo por la polarización partidaria.
Los datos de encuestas demuestran que la autoidentificación por partido político es el factor que mejor predice las percepciones y actitudes sobre la inmigración (Abrajano y Hajnal, 2015; Kustov, Laaker y Reller, 2021; Goodwin, Kaufmann y Gahner Larsen, 2022). Los republicanos son mucho más propensos que los demócratas o los independientes a considerar que la inmigración tiene un impacto negativo en la economía en general, en las oportunidades de empleo para ellos mismos, en los impuestos que pagan, en la delincuencia y en el consumo de drogas en sus comunidades. Los republicanos también son más propensos que los demócratas o los independientes a considerar que lo que está ocurriendo en la frontera entre Estados Unidos y México es una crisis. Es más probable que los votantes que se inclinan por el Partido Demócrata piensen que los inmigrantes son un beneficio económico para el país. Los independientes se dividen más o menos a partes iguales entre opiniones proinmigrantes y antiinmigrantes, quizás con una ligera preferencia por las políticas restrictivas.
Parte de esta diferencia partidista se debe a los ingresos y la educación. En los últimos años, el Partido Demócrata se ha convertido en el partido de los estadounidenses mejor educados, con ingresos medios y altos, más tolerantes con los inmigrantes, y menos inclinados a percibir el nivel actual de inmigración como una catástrofe. El Partido Republicano ha atraído a votantes blancos de clase trabajadora, que prefieren mucha menos inmigración y tienden a ver a los inmigrantes como amenazas culturales, económicas e incluso para la seguridad personal.
Otra explicación de la división partidista radica en cómo los dos partidos se han estado moviendo en relación con el votante medio. En reacción al extremismo de las políticas de inmigración de Trump durante su presidencia, sobre todo la separación de niños de sus familiares en la frontera, el Partido Demócrata se movió hacia el lado izquierdo del espectro ideológico en materia de inmigración. Algunos en el ala progresista del Partido Demócrata se radicalizaron por las duras políticas de Trump, pidiendo la abolición del ice (la agencia responsable de la aplicación de la ley de inmigración en el interior del país) y la descriminalización de las entradas clandestinas. Por lo tanto, es el Partido Demócrata el que parece no estar en sintonía con el votante medio. Por eso se ha vuelto más fácil para los políticos republicanos pintar a los demócratas como extremistas elitistas en materia de inmigración. A falta de un plan claro para reforzar la aplicación de las leyes fronterizas, Biden pasó a ser visto como el defensor de una política de “fronteras abiertas”.
Desde 2020, se ha invertido la tendencia a largo plazo hacia la aceptación generalizada de mayores niveles de inmigración legal. Ahora, por primera vez en seis décadas, una pluralidad de estadounidenses quiere que disminuya la inmigración (figura 1).
Sin embargo, cuando se les hace una pregunta dicotómica sobre el impacto general de la inmigración —si es algo bueno o malo para el país en la actualidad—, más de dos tercios (68%) creen que el impacto neto es positivo. Esta ha sido una constante en la opinión pública estadounidense durante más de cuatro décadas, y ni siquiera ocho años de trumpismo la han hecho tambalear. Pero hay una fuerte división partidista en cuanto al nivel preferido de inmigración legal. Entre los demócratas, el apoyo neto al aumento de la inmigración es de 22%, pero el apoyo neto entre los republicanos es negativo 63% (Gallup News Service, 2023). Todo esto sugiere que, en términos abstractos, los estadounidenses ven la inmigración como un beneficio neto, pero cuando se trata de aumentar la recepción de inmigrantes, son mucho menos entusiastas.
Principales causas del aumento de la notoriedad
de la inmigración
La inmigración indocumentada ha alcanzado niveles históricos durante la presidencia de Biden. Hay muchos factores que han contribuido al aumento, incluida la demanda reprimida de migración a Estados Unidos una vez finalizada la pandemia, el colapso de la economía de Venezuela y el colapso de la seguridad en Haití. La postura más acogedora de la administración Biden probablemente fomentó parte de la oleada más reciente de migrantes, pero los políticos republicanos han culpado del aumento migratorio casi por completo a las políticas de Biden. En palabras del politólogo Daron Shaw de la Universidad de Texas: “La inmigración se está convirtiendo rápidamente en el ejemplo paradigmático de la incompetencia gubernamental” (Balara, 2023).
Las cifras importan, especialmente el número de migrantes que llega a la frontera entre Estados Unidos y México sin autorización. El año pasado fue un año sin precedentes: 2.5 millones de migrantes no autorizados encontrados por la Patrulla Fronteriza. En diciembre de 2023, se registraron más de 10 000 encuentros diarios. En estas estadísticas no se incluyen los migrantes no autorizados que lograron entrar en Estados Unidos sin ser detectados por la Patrulla Fronteriza, que calcula que hubo 600 000 de estas entradas no detectadas. Si esa estimación es exacta, en el año fiscal 2023 hubo 3.1 millones de indocumentados que llegaron a la frontera entre Estados Unidos y México. La cifra es mayor que la población de Chicago.
Además, en 2023 los agentes del gobierno mexicano detuvieron a 782 176 migrantes antes de que pudieron llegar a la frontera con Estados Unidos. Las detenciones realizadas por México han subido drásticamente desde junio de 2023, bajo presión del gobierno estadounidense. Sólo en el mes de enero de 2024, hubo 120 000 detenciones, sobre todo de venezolanos. Es probable que, después de su detención, la gran mayoría de esos migrantes continuaran su viaje a la frontera norte, porque México no puede detenerlos por más de 36 horas, bajo un dictamen de la Corte Suprema de México. Sólo 7% de los migrantes detenidos por México en 2023 fueron deportados oficialmente, por falta de presupuesto y porque generalmente se necesitan por lo menos 72 horas para arreglar las repatriaciones con los países de origen.
Los migrantes que llegan a la frontera México-Estados Unidos están muy por encima de lo que la Patrulla Fronteriza puede procesar y detener. Sólo hay espacio suficiente para detener a unos 37 000 migrantes en un día determinado. Así pues, en 2023, alrededor de un millón de los 2.5 millones de inmigrantes encontrados en la frontera fueron puestos en libertad dentro de Estados Unidos, a la espera de sus audiencias en los tribunales de inmigración. Estos tribunales están tan saturados que a menudo se tarda entre tres y cuatro años en obtener una audiencia inicial, y más en conseguir una decisión final. El retraso ha llegado a más de 3 millones de casos pendientes.
Esto destaca uno de los aspectos más políticamente inflamatorios del aumento migratorio reciente: la política informal de “atrapar y liberar” (“catch-and-release”), mediante la cual cientos de miles de solicitantes de asilo y migrantes económicos no autorizados pueden comenzar a vivir, y a menudo trabajar, en Estados Unidos porque el Congreso no ha proporcionado más recursos para expandir la capacidad de procesamiento de migrantes en la frontera y en el sistema de tribunales de inmigración.
Las cifras absolutas de inmigrantes son importantes desde el punto de vista político, pero también lo es su proporción en el total de la población estadounidense. El número de inmigrantes que viven en Estados Unidos ha aumentado considerablemente desde 1965, cuando se cambiaron las leyes de inmigración para facilitar la entrada de latinoamericanos y de otras regiones del Tercer Mundo. Pero los inmigrantes como porcentaje de la población total se han mantenido dentro del rango histórico. Incluso hoy, el porcentaje de inmigrantes está ligeramente por debajo del máximo histórico de 14.8% establecido en 1890. Por supuesto, lo que importa políticamente es la tendencia en cifras absolutas.
Diversificación del flujo migratorio
Los números importan, pero también la composición del flujo migratorio. En los últimos 10 años aproximadamente, ese flujo se ha diversificado mucho en términos del país de origen. Si la migración está dominada por países conocidos, como México y Guatemala, resulta menos amenazadora para el estadounidense promedio que un flujo migratorio procedente de numerosos países y regiones no tradicionales, como África, Asia y Oriente Medio. En el año fiscal 2023, por primera vez, los migrantes procedentes de fuera de México y del Triángulo Norte (El Salvador, Guatemala y Honduras) representaron más de la mitad de los detenidos en la frontera entre Estados Unidos y México. Los mexicanos representaron sólo 29% de todos los encuentros registrados con la Patrulla Fronteriza, seguidos de los venezolanos, con cerca de 11%. Pero casi 16% de los migrantes venían de decenas de otros países de todo el mundo. Hoy en día, en los campamentos de migrantes del lado estadounidense de la frontera, se encuentran a menudo contingentes considerables de migrantes procedentes de China, India, Rusia e incluso Turquía.
Son estos migrantes no tradicionales a los que Trump ha estado llamando la atención. Grita en sus mítines de campaña: “Vienen de todo el mundo. ¡Vienen de África, de Asia, de todas partes!”. Es otra forma que tiene de sugerir que la migración a Estados Unidos está totalmente fuera de control. Además, según la retórica de Trump, el flujo migratorio es ahora más peligroso que nunca y plantea riesgos para la seguridad nacional, porque en él se están infiltrando terroristas procedentes de Oriente próximo y otros lugares.
La cobertura mediática amplia la preocupación
Otro factor clave de la creciente relevancia de la inmigración en la política estadounidense es la cobertura mediática. Tanto el volumen como el contenido de la cobertura mediática pueden aumentar la hostilidad hacia los inmigrantes. Las caravanas de migrantes que atraviesan México hacia la frontera estadounidense generan la mayor cantidad de cobertura, y la más alarmista. Las imágenes de video de miles de migrantes marchando hacia el norte son como gasolina de alto octanaje arrojada sobre un fuego. Garantizan una oleada de cobertura mediática sensacionalista. Aunque el gobierno mexicano ha logrado desarticular la mayoría de las caravanas de migrantes antes de que lleguen a la frontera con Estados Unidos, son las primeras etapas de las caravanas las que acaparan la atención mediática.
Las caravanas también refuerzan la narrativa republicana de que la migración está fuera de control, y que el gobierno de Biden está fracasando en detener la llamada “invasión”. En términos más generales, la cobertura mediática tiende a reforzar las narrativas más negativas sobre la inmigración. En la cobertura de la administración Biden, los reportajes sobre inmigración son los que menos ofrecen valoraciones positivas.
El impacto de nuevas tecnologías
Gran parte de la actual oleada migratoria está impulsada por las nuevas tecnologías. El aumento explosivo del uso de las redes sociales y los teléfonos móviles (Kocher, 2023) ha acelerado los flujos de información a los migrantes potenciales. TikTok, Facebook, YouTube y aplicaciones de mensajería como WhatsApp han transformado la migración mundial. Presentan videos que enseñan acerca de las rutas migratorias y cómo reducir los riesgos. Algunos migrantes se convierten en “influenciadores” —agentes de viaje informales— que fomentan la migración y reducen los riesgos.
Los coyotes y los cárteles mexicanos que se han metido en el negocio del tráfico de personas también utilizan mucho estas aplicaciones para reclutar clientes y organizar caravanas. El resultado de esta explosión en el uso de nuevas tecnologías es una migración más intensa, especialmente desde países no tradicionales emisores de migrantes, donde solía ser más difícil acceder a información sobre oportunidades en Estados Unidos y cómo llegar allí.
Explicar las actitudes antiinmigrantes a nivel individual
Aparte de la polarización partidista —la gran divergencia entre republicanos y demócratas sobre la inmigración—, ¿qué es lo que ha influido en la formación de actitudes antiinmigrantes entre los estadounidenses en los últimos años? ¿Es racismo, xenofobia, conservadurismo ideológico, interés personal económico, percepciones culturales o amenazas a la seguridad, o una combinación de estos factores?
Una conclusión clave de los estudios de opinión pública general en Estados Unidos es que la percepción de amenaza cultural ayuda a predecir las opiniones negativas sobre los inmigrantes. En las elecciones presidenciales de 2016, por ejemplo, los votantes que estaban de acuerdo con la afirmación de que “nuestro país está cambiando demasiado rápido, socavando los valores tradicionales estadounidenses” eran mucho más propensos a votar por Trump. A lo largo de los ciclos electorales de 2016, 2018 y 2020, los votantes blancos —especialmente los de clase trabajadora— creían que la inmigración estaba impulsando cambios negativos en la cultura y la economía. En una encuesta nacional realizada en septiembre y octubre de 2016, 46% de los estadounidenses creían que la inmigración era una amenaza a la cultura norteamericana, pero 62% de los blancos de clase trabajadora pensaban así (Green, 2017).
En la campaña presidencial de 2024, Trump ha advertido repetidamente a los votantes que los inmigrantes indocumentados “están envenenando la sangre de nuestro país” —retórica que viene directamente de la propaganda nazi de los años treinta. Al parecer, es una afirmación muy eficaz. En enero de 2024, la respetada empresa de sondeos YouGov descubrió que casi la mitad de los estadounidenses estaban de acuerdo con la descripción de Trump de los inmigrantes como una amenaza para la identidad nacional. Más de tres cuartas partes de los republicanos autoidentificados en esa encuesta estaban de acuerdo con la descripción de Trump (Bump, 2024). Esta percepción de amenaza a la identidad nacional parece estar arraigada en la creencia de que la generación más reciente de inmigrantes “no se asimila”, a diferencia de los inmigrantes que llegaron a principios del siglo xx. Una vez más, los datos de encuesta muestran que los blancos y las personas que se autoidentifican como republicanos son los más propensos a sostener esta opinión.
Las personas que sufren lo que los científicos sociales denominan “ansiedad de estatus” también están más predispuestas a adoptar actitudes antiinmigrantes. Se trata de miedo a ser sustituidos cultural, económica e incluso políticamente por inmigrantes y otras minorías. En palabras de la socióloga Arlie Russell Hochschild (2016), se sienten como “extranjeros en su propia tierra”. Este tipo de pensamiento se encuentra en el corazón del atractivo de Donald Trump para los votantes de clase trabajadora. En este pensamiento de suma cero, cualquier ganancia de los inmigrantes supone una pérdida para los estadounidenses nacidos en el país.
Una razón por la cual el Partido Republicano ha estado obteniendo un mejor desempeño entre afroamericanos y latinos en elecciones recientes es debido a una retórica que retrata a los inmigrantes como una amenaza económica para ellos. En 2020, Trump obtuvo 9% de los votos de afroamericanos y 34% de los latinos, y le está yendo aún mejor entre los latinos en el ciclo electoral de 2024. Los votantes latinos de clase trabajadora están aún más dispuestos a apoyar a Trump: 41% de los latinos sin título universitario lo apoyaron en 2020.
En los ciclos electorales de 2022 y 2024, la estrategia republicana ha consistido en impulsar una narrativa basada en el miedo, “Nosotros” contra “Ellos”, usando retórica que retrata a los inmigrantes como una amenaza a la seguridad física. La estrategia de Trump es precisamente mezclar la inmigración con la delincuencia violenta. Grita constantemente sobre dos homicidios de alto perfil en Michigan y Georgia, crímenes que fueron cometidos por indocumentados. Retrata a las ciudades santuario como incubadoras de la criminalidad —no obstante los datos que demuestran que las tasas de delincuencia en ciudades santuario están por debajo de las ciudades que no ofrecen este tipo de protección a los inmigrantes. Además, los inmigrantes en general tienen una tasa de encarcelación 60% por debajo de los nacidos en Estados Unidos (Abramitzky et al., 2024). Trump advierte que la “invasión” de migrantes en la frontera sur es una estrategia de Biden y del Partido Demócrata para ganar las elecciones de 2024 y establecer una nueva base de poder, utilizando los votos emitidos ilegalmente por indocumentados (Ulloa, 2024). (Los no-ciudadanos no pueden votar legalmente en las elecciones federales.) La narrativa que pinta la inmigración como factor contribuyente en la delincuencia está pegando cada vez más en el ciclo electoral de 2024. Según una encuesta nacional de la Universidad de Chicago realizada en marzo de 2024, casi uno de cada tres estadunidenses (32%) cree que hasta los inmigrantes con estatus legal vienen para cometer delitos —un aumento notable en la misma creencia desde 2017 (Santana y Thomson-Deveaux, 2024).
Políticas restrictivas de inmigración frente al cambio demográfico
Una de las ironías supremas de este momento político es que el Partido Republicano ha optado por ir a la guerra contra la inmigración, en un momento en que Estados Unidos se enfrenta a una escasez de mano de obra cada vez mayor. Hay 76 millones de miembros de la generación del Baby Boom que se jubilan y deben ser sustituidos en la población activa. La tasa de natalidad, estable por casi 50 años, empezó a caer durante la Gran Recesión de 2007-2009 y sigue bajando. Ya está́ en su nivel más bajo de casi los últimos 100 años, a 1.67 nacimientos por mujer —por debajo del nivel de reemplazo (1.8 nacimientos por mujer). Es improbable que esa tendencia se invierta. De los 3 142 municipios en Estados Unidos, unos 1 361 (43.3%) perdieron población desde 2000 a 2020, y más de la mitad perdieron población en edad de trabajar durante la misma época. Prácticamente todos los sectores de la economía sufren ya escasez de mano de obra. La tasa de desempleo estadounidense se mantiene debajo de 4%, la más baja desde 1969. En enero de 2024, había tres millones más de ofertas de empleo que personas buscando trabajo.
Según las proyecciones de la Congressional Budget Office (Topoleski, 2023), la población estadounidense, que creció a un ritmo medio anual de casi 19% durante la década de los años cincuenta, sólo crecerá 1% en 2050, y 100% del aumento se deberá a la inmigración (actualmente la inmigración explica 65%-70% del crecimiento de población). En 2070, el crecimiento de la población habrá prácticamente terminado, y Estados Unidos se unirá a Japón y a la mayor parte de Europa en el club de los países en declive demográfico permanente. Si Estados Unidos quiere mantener su tasa histórica de crecimiento demográfico, de 1% anual, tendría que admitir a cuatro millones de inmigrantes al año. Se estima que el actual nivel de inmigración neto es de poco más de tres millones al año, pero es dudoso que ese nivel sea políticamente sostenible. De hecho, el consenso político en Washington actualmente es que Estados Unidos debe hacer que inmigrar sea mucho más difícil, y no sólo para los indocumentados, sino también para las personas que quieren entrar legalmente.
Actualmente, hay aproximadamente nueve millones de personas esperando una tarjeta verde (residencia permanente legal), y los tiempos de espera se han extendido desde unos meses hasta años —posiblemente décadas. Las cuotas anuales para tarjetas verdes y otros tipos de visados no se han cambiado desde 1990, cuando George H.W. Bush estaba en la Casa Blanca. Sin embargo, no hay votos suficientes en el Congreso para corregir las deficiencias del sistema tan atrasado de inmigración legal.
Conclusión
¿Qué es lo que promete Donald Trump a partir del próximo año? Redadas militarizadas a gran escala, que capturen a 18 millones de personas. Gigantescos campos de detención para inmigrantes atrapados en estas redadas, y deportaciones masivas. El único impedimento real para estos planes sería la falta de capacidad gubernamental para llevarlos a cabo. Trump debería haber aprendido esta lección de su primer mandato. En sus cuatro años como presidente, Trump logró deportar sólo aproximadamente un tercio de la cantidad de inmigrantes que Obama deportó durante su segundo mandato. ¿Por qué? ¿Falta de capacidad, incompetencia o una combinación de ambas?
Trump 2.0 necesitaría que el Congreso le proporcionara recursos significativamente mayores, para contratar a un pequeño ejército de agentes de deportación (Trump dice que usará las policías locales y los militares para llevar a cabo las deportaciones masivas), para ampliar por varias veces el espacio en los centros de detención de inmigrantes (actualmente hay espacio sólo para 41 500 diariamente), y para contratar a centenares adicionales de jueces para reducir el enorme retraso de casos en el sistema de tribunales de inmigración.
¿Y qué hay de la tolerancia del público en general, hacia una aplicación de la ley de inmigración de mano dura y súper agresiva, no sólo en la frontera sino también en el interior del país? En una encuesta reciente (Pew Research Center, junio de 2024), solamente 37% de los entrevistados apoyaron un esfuerzo nacional para deportar a indocumentados que ya radiquen en Estados Unidos. La mayoría (59%) estaban dispuestos a dar a los inmigrantes indocumentados una oportunidad de obtener un estatus legal y permanecer en el país, en lugar de “deportarlos a todos”, con fuertes divisiones partidarias. Es de suponer que de esta mayoría de estadounidenses no verían con buenos ojos que su país se convirtiera en un estado policial para deshacerse de una fracción de los aproximadamente 11 millones de indocumentados que hay ahora en Estados Unidos, de los que más de ocho entre diez de los cuales llevan viviendo en el país por más de una década.
La autodeportación sería la única forma realista de conseguirlo. Pero una segunda administración Trump tendría que hacer la vida verdaderamente miserable a los indocumentados; hacerlos no sólo miserables, sino descartables para el empleo. Para lograrlo, las redadas en los lugares de trabajo tendrían que alcanzar niveles nunca vistos en Estados Unidos. Eso provocaría un coro de quejas al Congreso por parte de los propietarios de los negocios afectados, así́ como de funcionarios locales preocupados por el impacto en sus ingresos fiscales. En pocas palabras, el costo económico de sacar a tantos trabajadores esenciales sería extraordinariamente alto. Entonces, las deportaciones masivas (o autodeportaciones) probablemente seguirán siendo una fantasía de los defensores de políticas migratorias estrictas, ya sea que Trump sea reelegido o no. Pero es posible que Estados Unidos tenga que pasar por varios ciclos electorales adicionales antes de que esa fantasía sea reconocida como tal, incluso entre los votantes del movimiento MAGA.
Bibliografía
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